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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Un rey sin diversión», de Jean Giono

Invierno de 1843. La nieve cubre y aísla por completo a un pequeño pueblecito de la región de Trièves en la Provenza francesa. Son tan pocos los habitantes de este lugar que todos se conocen, la mayoría, tienen incluso lazos familiares.

Por eso, cuando Marie Chazottes desaparece sin dejar ni rastro cunde el pánico entre ellos. Al pueblo llega el misterioso gendarme Langlois para hacerse cargo de la situación. A primera vista puede parecer una novela negra, y que el eje de la misma es descubrir quién comete esos asesinatos. Pero no, Un rey sin diversión es una novela extremadamente peculiar, en la que más o menos a la altura de las primeras 70 páginas se descubre al autor de las desapariciones. Entonces ¿de qué va? No es fácil de explicar, si os dijera que los protagonistas de esta novela son el pueblo, Langlois y la sangre roja destacando en la blanca nieve, no os estaría aclarando mucho, pero así es. Un rey sin diversión no es una novela al uso, la acción inmediata, el hilo conductor de la misma no es lo más importante, a veces parece que no pasa nada, pero sí que pasa, aunque no nos demos cuenta de ello hasta la última página. Estoy siendo muy ambigua, lo sé, pero es que yo misma no supe hasta leer la última palabra del libro lo que estaba sucediendo, y entonces, como si me hubieran encendido un interruptor en la cabeza, todo cobró sentido y até los cabos de esta novela nada sencilla. Lo mejor de todo son las descripciones poéticas y evocadoras, que consiguen dibujar una naturaleza muy viva, la nieve, los bosques, el pueblo aislado y sus habitantes.

«El haya crepitaba como un brasero; danzaba como solo saben danzar los seres sobrenaturales, multiplicando su cuerpo alrededor de su inmovilidad; ondulaba en torno a sí misma en un enredo de echarpes, tan estremecida, tan dorada, tan incansablemente llena de la embriaguez de su cuerpo que ya no se sabía si estaba arraigada por la presa de prodigiosas raíces o por la velocidad milagrosa de la punta de la peonza sobre la que reposan los dioses.»

Además, el autor sabe crear unos personajes peculiares pero creíbles, no solo el extraño Langlois, eje de la historia, sino por ejemplo la fornida y envejecida «Salchicha», que en otros tiempos se dedicó a la prostitución y que se encarga de parte de la narración, o el propio y principal narrador, quien parece haber participado de lo que sucedió aunque sin definir claramente su papel en la historia. Como podréis adivinar he de ser ambigua para no chafarle el final a quien se decida a leer el libro, tan sólo os diré la frase que da título al mismo, clave en la historia: «Un rey sin diversión es un hombre lleno de miserias», tomada de los Pensamientos de Pascal. Y es que a quien hay que temer es a aquellos que menos lo parecen, la maldad a veces no nace de la propia maldad, sino del aburrimiento. Un rey sin diversión no es una lectura fácil, ya os lo aviso, está llena de descripciones de una gran belleza, de personajes y situaciones complejas, de sobreentendidos, de cosas que no son lo que parecen. No es el típico libro que se pueda ir leyendo en el metro o en el autobús, a pesar de que su argumento de asesinatos lo sugiera. Requiere calma, reflexión y concentración. A veces hay que volver atrás porque algún sutil matiz se nos ha escapado y resulta importante para la acción. En contrapartida a todo eso, es un libro maravillosamente bien escrito, con el que se disfruta tanto de lo que se cuenta como de la manera en que se cuenta. Ya se sabe que con algunas novelas hay que hacer un pequeño esfuerzo, sin embargo, si lo hacéis os garantizo que valdrá la pena.

«Día verdoso, sin cierzo, viento de noroeste, presagios de los que aquí, en esta estación, podemos llamar buen tiempo. Osea, lo que ustedes llamarían un tiempo de perros. Vientecillo helado, y por tanto nieve firme en los claros, nieve blanda en los lugares cubiertos, en los valles, en las colladas anticlinales y en las solanas.»

Jean Giono, a pesar de su apellido italiano nació en Manosque, en la Alta Provenza (Francia), el 30 de marzo de 1895. Su familia, muy humilde, era de origen franco-italiano, su padre era zapatero y anarquista, y su madre planchadora. Con tan solo 16 años tuvo que dejar los estudios y comenzar a trabajar de mozo y después de dependiente. En 1915, durante la I Guerra Mundial, fue movilizado y enviado al frente de Verdún. Más tarde, recibiría la Legión de Honor y comenzaría a implicarse políticamente en movimientos de izquierda, que abandonaría finalmente por una postura decididamente pacifista, algo que le acarrearía muchos problemas con el estallido de la II Guerra Mundial, y que haría que fuese detenido. Una vez terminada la guerra, fue acusado de colaboracionista con el régimen de Vichy, a pesar de que había manifestado varias veces y de manera pública su rechazo al régimen nazi, siendo incluso autor de una obra de teatro, Le voyage en calèche, que los alemanes habían prohibido durante la guerra. Aunque fue finalmente liberado, su fama de colaboracionista hizo que fuese rechazado por el mundo literario francés que le expulsó del Comité Nacional de Escritores y le inscribió en una lista negra que vetaba la publicación de sus obras en Francia. Hasta 1947, fecha en que se publicó Un rey sin diversión, su nombre no fue rehabilitado. A partir de ahí, sus obras serían enormemente apreciadas, también por el mundo del cine, donde se han hecho famosas adaptaciones de sus libros, como es el caso de El húsar en el tejado o la propia Un rey sin diversión, dirigida por François Leterrier, de la que os dejo a continuación un brevísimo pero precioso fragmento. Jean Giono moriría en su localidad natal en 1970 de un infarto.