cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero», de Martin Rowson

La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy, al ser una de las obras literarias más originales de todos los tiempos (en resumen: una biografía en nueve volúmenes que no va más allá del nacimiento de su protagonista), aún supone una magnética fuerza inspiradora para los creadores más punteros de nuestros días, los cuales reconocen en la dieciochesca novela de Laurence Sterne multitud de elementos técnicos y temáticos que no surgieron de la nada con el posmodernismo del siglo XX.

Por ello, y porque ya el Tristram Shandy original incluía entre sus páginas multitud de recursos gráficos —por ejemplo el uso de varias tipografías o el bosquejo de los zigzagueantes hilos narrativos de la novela—, no nos debería extrañar que ahora llegue a las librerías españolas una nueva versión de la obra de Sterne, esta vez en forma de novela gráfica editada de forma lujosísima por la madrileña Impedimenta y firmada por el dibujante y caricaturista inglés Martin Rowson, quien se propone recoger los hallazgos que convierten a Tristram Shandy en una obra maestra de la inventiva literaria: sus innovaciones estéticas (aquí el personaje de Rowson y su perro se dan de bruces, literalmente, con la celebérrima página en negro de Sterne), su delirante sentido de la narrativa (digresiones argumentales a las que Rowson otorga o resta importancia según convenga), y, finalmente, el omnipresente tono satírico y burlón de Sterne, autor que, al igual que el personaje del párroco Yorick, “nunca podía abstenerse de hablar sin rodeos ni tampoco de concluir sus comentarios con una chanza” (ingenio este que en innumerables ocasiones deviene en un humor soez gracias al cual tenemos ahora en nuestras manos un cómic repleto, entre otras cosas, de miembros genitales de los más diversos tamaños y formas).

Sin embargo, Rowson no se limita a recoger con acierto la mayoría de las sorpresas literarias que el Tristram Shandy alberga en su interior. Por el contrario, el dibujante y escritor inglés realiza un acto de reimaginación de la historia shandiana y la colma de multitud de elementos novedosos, los cuales van desde la transformación de los narradores extradiegéticos en narradores intradiegéticos (los personajes de Tristram Shandy o Martin Rowson campando a sus anchas por las páginas de un cómic en el que como productores no deberían participar), reinvenciones de la novela a modo de intertextualidades contemporáneas (o lo que es lo mismo, adaptaciones del Tristram Shandy según la mirada artística de creadores tan variopintos como D. H. Lawrence, Martin Amis u Oliver Stone), diversas ocurrencias metaficcionales (¿conocen algún libro que incluya su propia digitalización en una de sus páginas? ¡Aquí lo tienen!) y, en definitiva, un sinfín de inventivas que, además de implicar momentos de pura genialidad —páginas como la del derrumbamiento de viñetas a manos de un grupo de deconstruccionistas franceses se clavarán en la retina intelectual del lector—, son meritorias de haber añadido una capa de complejidad a una obra ya de por sí tan inteligente como lo es la novela de Sterne.

La página final de este cómic nos muestra al personaje de Tristram como pintor que contempla un cuadro en el que aparece dibujado el propio Martin Rowson, y esta viñeta tan cargada de humildad nos explica sin la mediación de una sola palabra el significado último de la relevante novela gráfica que habremos terminado de leer: si la moraleja de la novela de Sterne se podía resumir en que la realidad es demasiado compleja como para ser abarcada a través de la literatura en general y la forma novelesca en particular, el mensaje que nos quiere transmitir Rowson es que Tristram Shandy es una obra tan moderna, tan radical y original, que se resiste a ser comprimida en cualquier clase de adaptación, estudio o aproximación contemporáneos. Pero no importa: a pesar de que, como dice uno de los personajes del libro, “la maldita historia sea imposible de adaptar”, este Tristram Shandy gráfico es una obra maestra y una fidedigna adaptación de una de las mejores y más divertidas novelas que se hayan escrito jamás.

Por Miguel Alcázar