cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero», de Martin Rowson

La única manera de trasladar una novela que destroza las convenciones de la novela es destrozando las convenciones del cómic.

Va a costar trabajo venderles a los lectores de EFE EME el “Tristram Shandy”, una novela del XVIII, escrita por el pillastre reverendo Laurence Sterne, revolucionaria y genial, absolutamente libre en sus formas, pero a la vez plagada de condicionantes de época que incluso ahora cuestan de asimilar. El protagonista, por ejemplo, de lo que se presume una autobiografía no presenta su nacimiento hasta bien entrada la novela. Es más, desaparece en ese momento y casi no deja rastro. No es cuestión de demorar el análisis, pero déjenme acabar esta introducción y señalar que es un texto que aborda esas cuestiones lejanas con litros y litros de humor. Mi preferido, por poner uno, el justo momento de la concepción de Tristram, cuando su madre le pregunta en el lecho nupcial a su marido si le ha dado cuerda al reloj.

Si hay algo, sin embargo, que salva la historia para ustedes es que se la presento en forma de novela gráfica. La editorial Impedimenta ha decidido abordar una colección del género llamada “El chico amarillo” en la que publicará obras literarias y biográficas; la novela de Sterne es el buque insignia de los primeros volúmenes, sobre todo por la excepcional labor del dibujante, Martin Rowson. Éste retuerce una obra ya de por sí retorcida y establece un nuevo guión en el que no duda en introducir anacronismos que no solo acepta cómodamente el texto, sino que además se revelan necesarios: una balsa de críticos a la deriva, el novelista Martin Amis o un gran estreno cinematográfico de la obra a cargo de Oliver Stone. Incluso accedemos a alguna secuencia de rodaje genuina y desquiciante. Es decir, con inteligencia sutil, Rowson entiende que la única manera de trasladar una novela que destroza las convenciones de la novela es destrozando las convenciones del cómic, la única manera de respetar el texto es simplemente no seguirlo.

Apoyo inmenso es el dibujo, un versátil blanco y negro que a veces aparece luminoso y a veces oscuro, a veces detallista y a veces plano, lleno de globos con morcillas y de trazos intertextuales con recuerdos de Goya, de El Bosco o de Miguel Ángel o, para los aficionados al género, digamos que se mueve entre cierto Tardi y nuestro Makoki. Por supuesto, dos décadas después de su publicación en inglés, continúa sin ser una lectura ligera, pero estoy convencido de que a ciertos lectores, a aquellos que mueve la recreación de la vista en las páginas, les va a satisfacer sobremanera.

Por César Prieto