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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Los fines de semana de Nottingham

Salir, beber, el rollo de siempre, que decía la casi mítica canción. En una narración que me rememoró el tema de Extremoduro, Alan Sillitoe nos transporta al sombrío Nottingham de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Y es allí, en una de las ciudades británicas industriales por excelencia, donde nos presenta a Arthur Seaton, un joven de veintidós años que trabaja junto a su padre en una fábrica de bicicletas.

La existencia en la ciudad es monótona, sobre todo cuando se reduce casi en su totalidad al trabajo en la fábrica, donde las horas pasan lentas delante de un torno. La rutina industrial de Nottingham sólo es sofocada cuando, cada viernes, se terminan las largas jornadas laborales. El fin de semana es el punto de inflexión. Es entonces cuando los trabajadores más veteranos descansan en sus casas junto a sus familias y sus vecinos y los más jóvenes salen a evadirse del trabajo mientras se beben la vida en cualquier jarra de cerveza negra o acuden al estadio de fútbol a animar a cualquiera de los equipos de la ciudad.

Así transcurre la existencia de Arthur, que espera ansioso la llegada del viernes. Pero Seaton no sólo bebe y sale, sin más, si no que además sus ratos libres los pasa metido en peleas e intentando llevarse a la cama a las mujeres de algunos compañeros de la fábrica. Esta forma de vida tan irreverente le hace sentirse libre. No tiene que rendir cuentas a nadie, puede volar por cielo abierto tantas veces como quiera. Sin embargo eso que él cree su libertad no es más que su cárcel. Pronto comenzará a enredarse en sus propias historias y las calles y los pubs de la ciudad se convertirán en una jaula en la que tratará de esconderse de sus propios actos.

Intuimos en Arthur Seaton un alter ego del propio Sillitoe, y no sólo por sus iniciales en común: A. S., sino por lo parecido de sus biografías. El autor de La soledad del corredor de fondo también nació y vivió en Nottingham y fue trabajador junto a su padre de la fábrica de bicicletas Raleigh en la posguerra. No se puede negar que sabe bien de lo que habla. Alan Sillitoe se ha convertido con esta obra en un claro referente para los movimientos sociales británicos.

El escritor dibuja un retrato muy sofisticado del mundo obrero e industrial que legó la Segunda Guerra Mundial, en la que las familias dependían del jornal de los hombres que trabajaban duro en las fábricas de las afueras, y las mujeres quedaban al cargo de los hijos en el hogar. Las idas y venidas de Arthur Seaton nos rememoran a los populares drugos escritos por Burgess en La naranja mecánica, sobre todo al insolente y desquiciante Alex.

La escritura del británico es una muestra de cultivada rudeza. La novela parece escrita a vuelapluma, sin embargo nada le sobra ni le falta a la historia, que nos atrapa cada página en los devenires de Arthur, con el que nos enredamos en sus líos. Sábado por la noche y domingo por la mañana es una de las cumbres de la denominada literatura obrera o industrial británica.

Por Jesús Villaverde Sánchez.