Los placeres del silencio
Pero lo que de verdad estaba hacienda era convertirme en un adicto, sin posibilidades de cura, a los placeres del descubrimiento y, en concreto, de los descubrimientos y las experiencias que pudiera tener en lugares aislados. Cuanto más solitario fuera el lugar en que me encontrara, más me gustaba: su silencio, su aura, su extraña configuración, su enclaustramiento.