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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Malos presagios

Alfred Döblin es famoso entre nosotros - y es justo que así sea- por su monumental Berlín Alexanderplatz pero, como muchos autores geniales, ha sufrido el castigo de ocupar un lugar en la historia por un a sola obra despu és de haber escrito muchos miles de páginas.

Autor de una veintena de novelas y volúmenes de relatos, tan ensalzado como olvidado, padre espiritual de hijos tan relevantes como Günter Grass, el paso del tiempo lo va asentando como un o de los pilares más sólidos del panteón de la literatura alemana de todos los tiempos. En los últimos años está siendo objeto de un a lenta recuperación, y a ella pertenece esta bellísima edición de Wadzek contrala turbina de vapor, novela inclasificable como todas las suyas, escrita antes de la Primera Guerra Mundial pero publicada, tras muchas revisiones, a su término, que anticipa ya muchos elementos de la que habría de ser su obra más conocida y es indudablemente una de las cumbres no ya de la literatura expresionista, sino de la visión expresionista de la vida. El argumento es imposible de reproducir. El industrial Wadzek, enfrentado desde hace mucho tiempo a su rival, el fundidor de turbinas Rommel, ve llegar un momento en el que la victo ria de su antagonista se hace inevitable. La cotización de su empresa cae, los sacrificios a los que está dispuesto de nada le sirven, y la vida de Wadzek – y la novela con él- se abisma a un torbellino voraginoso cuyos contornos ya no somos capaces de definir.
Una crítica clásica diría que Wadzek se vuelve loco, pero en realidad es el mundo el que se ha vuelto loco a su alrededor. Loco como en un cuadro de Otto Dix, o como en una película de Chaplin. La deuda que esta novela tiene con la pintura expresionista, el cine mudo y el capitalismo salvaje (la alineación no es casual) es impagable. Berlín , el gran Berlín del capitalismo industrial, el gran Berlín que luego será el de la revolución, engulle a Wadzek y lo devora mien tras él lo devora también, en medio de un paisaje de secundarios que prefigura la gran ordalía de Dóblin, la comedia humana que escribió a lo largo de sus obras mayores. Hay desgarro, hay humor a raudales, ha y cultismo encubierto – señalado por una selección de notas a pie de página, inevitables y no perturbadoras- , hay una visión de espejos esperpénticos que no s devuelve la imagen de un mundo que se parece al nuestro de manera inquietante. La traducción de Belén Santana acierta con el tono literario y el oído al lenguaje popular precisos para facilita r la lectura de esta obra difícil, a rato s enigmática, que es preciso leer con el alegre abandono del lector dispuesto a todo. Nada mejor que las palabras de Günter Grass citada s en la portada para resumir todo este un iverso: les inquietará; perturbará sus sueños; les hará tragar saliva. –

Por Carlos Fortea