Quien esté familiarizado con la obra del poeta, narrador y crítico literario Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) sabe que sus libros (Lulú, Nostalgia o Por qué nos gustan las mujeres, entre otros) se caracterizan por su lirismo, su gran dominio del lenguaje y su realismo mágico. Sin embargo, en Las Bellas Extranjeras el autor rumano cambia de registro (como él mismo se encarga de advertir en el breve prólogo que abre la obra) para ofrecer al lector tres relatos autobiográficos que resultan ser una sátira sobre su país, sobre el mundo de la literatura y sobre sí mismo.
En “Ántrax”, el primero de esos relatos, Cărtărescu nos cuenta cómo, en plena paranoia post-11-S, recibe un sospechoso sobre enviado desde Dinamarca y teme ser el blanco de algún loco que ha decidido enviarle una dosis letal de ántrax. Se adentra así, acompañado de su mujer, en el kafkiano sistema policial y burocrático rumano hasta que, tras varios días de angustia, descubre qué contiene ese sobre, quién se lo ha hecho llegar y por qué.
En “Las Bellas Extranjeras (o cómo me convertí en un escritor adocenado)”, el relato más extenso, el autor narra su aventura en Francia, país al que se desplaza junto con otros once escritores rumanos para participar en el proyecto Las Bellas Extranjeras (Les Belles Étrangères). En esta narración aprovecha Cărtărescu para destripar sin piedad y con muchísimo humor los entresijos del mundillo literario rumano (aunque sus palabras podrían tranquilamente extrapolarse a cualquier país), caracterizado por la hipocresía y la envidia, pero también critica la imagen que el resto de países europeos suelen tener de Rumanía, que viene a ser la de un país en el que no hay agua corriente (de electricidad o Internet ni hablamos) y donde la mayoría de la población son pastores de cabras iletrados que viven en condiciones miserables.
Por último, en “El viaje del hambre”, el autor narra el viaje que realiza a Băcău con la intención de dar una lectura poética, invitado por un grupo de descerebrados y desorganizados artistas con los que pasará dos días de lo más surrealistas (en los que, además, no probará bocado, lo que hará su nefasta experiencia aún peor) y en los que vivirá las situaciones más absurdas que nadie puede imaginar.
Aunque alejado del estilo habitual del autor, Las Bellas Extranjeras es una obra que subraya la calidad literaria de Cărtărescu y que además nos ofrece una visión de su país (y, especialmente, de sus escritores) que no conocíamos hasta ahora. Ácido, mordaz y con muchísimo sentido del humor (aunque estos relatos distan mucho de ser textos cómicos), el autor se permite también reírse de sí mismo y de sus defectos y contradicciones, consiguiendo así un libro interesante, divertido, crítico y, sobre todo, humano.