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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Mircea Cărtărescu y la desnudez literaria en «Las bellas extranjeras»

Si el sentido del humor y la ironía (sobre todo aplicada a uno mismo) es síntoma de buena salud mental, Mircea Cărtărescu debe ser una de las personas con mayor inteligencia emocional que exista. Tenía muchas ganas de leer al escritor rumano tras escuchar las buenas críticas de obras como Nostalgia y Lulu.

Sin especial idea preconcebida, pero con altas expectativas puestas en sus letras, para nada, repito, para nada, esperaba encontrar lo que Las Bellas Extranjeras me acaba de ofrecer.

las bellas extranjerasLas expectativas se han cumplido, pero la lejana idea que pudiese esperar del autor, ni se acerca a lo que he encontrado en sus páginas. Tenemos la suerte que tanto Marian Ochoa, traductora soberbia del volumen, como el propio Cărtărescu, nos avisan del cambio de estilo narrativo para los tres relatos que componen Las Bellas Extranjeras. Éstos fueron publicados en una revista al puro estilo de folletín y de ahí surgió la publicación del libro. No sé si ante tal aviso, el lector verá la narración desde otro punto de vista literario, pero es evidente que cuando se escribe bien, da igual lo que se cuente y casi el cómo. Me alegro de descubrir a Mircea Cărtărescu, no sé aún qué implica este cambio de “tercio” en su carrera, pero desde luego a mí, me ha fascinado.

La Bellas Extranjeras abre sus páginas con “Ántrax”, relato delirante y visionario de la psicosis creada tras el 11-S. El autor nos cuenta cómo recibe un sobre desde Dinamarca que parece contener el temido polvo. Una narración cómica, burlesca ante la situación policial rumana. Un escenario grotesco cargado de ironía y casi estupidez psicótica ante una situación de total paranoia. El segundo relato da nombre al libro. “Las Bellas Extranjeras”, tronco irrefutable de la obra, relata el viaje que el autor hace junto a otros once poetas y escritores rumanos por tierras francesas. Cărtărescu nos cuenta su periplo por diferentes escenarios galos con el sarcasmo propio de sus letras ante las situaciones grotescas que allí se van desencadenando y que, convierte con gran habilidad, en carcajadas irresistibles. “El viaje del hambre” cierra los relatos de la obra y nos lleva a una noche que el joven autor es invitado a una lectura de su poesía en otra ciudad. Sus ilusiones se van convirtiendo en una sucesión de hechos surrealistas, con hambre y sin sentido. Un relato cargado de desazón y angustia con ese punto cómico que no abandona.

Su escritura siempre en primera persona a modo de diario es íntima, con pocos añadidos, y con una desnudez sincera sobre sus experiencias literarias y personales que de irónicas, rozan la amargura. Mircea Cărtărescu se descubre como mi nuevo sátiro literario.

Por Mercedes Suero