cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Mircea Cărtărescu crea el mundo, palabra a palabra, en El ala izquierda. Cegador, I.

Leí Solenoide con la sensación de que me encontraba ante la descripción minuciosa de un universo en el interior de una canica, de una disrupción entre lo narrado y el narrador, de la curiosidad antropológica de un gigantesco narrador que limpiando el polvo de casa, había encontrado la esfera translúcida poblada por auroras boreales bajo el sofá, la había rescatado del bloqueo de la aspiradora, y la fascinación del azar había interrumpido su sesión de limpieza y lo había clavado en ese mismo sofá, contemplando los movimientos interiores del pequeño globo mientras iba llenando libretas y libretas con sus anotaciones.

Solenoide es una estación avanzada en la carrera espacial del escritor rumano Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956), una obra que ha elevado un nivel el peldaño de los premios recibidos: Gregor von Rezzori (2016), Strega Europeo (2016), Thomas Mann de Literatura (2018) y Formentor de las Letras (2018), por «evidenciar la realidad de la cartografía de la memoria, la libertad de la imaginación y la pulsión de los deseos», según el jurado de este último, presidido por Basilio Baltasar y formado por Alberto Manguel, Andrés Ibáñez, Francisco Ferrer Lerín y Aline Schulman. Y no es que previamente no fuera un autor premiado, desde aquel fascinante relato titulado «El ruletista», que abría la colección Nostalgia, publicada en 1993.

Sin embargo, Solenoide compite, dentro de la propia bibliografía cartaresquiana, por el título de obra magna, con la monumental trilogía Cegador que publicó originariamente entre 1996 y 2007, y que la editorial Impedimenta, comandada por Enrique Redel, incorpora desde este año a su catálogo, dentro de la Biblioteca Cărtărescu, en la que pretenden ofrecer la obra completa del bucarestino, en la primera versión completa vertida al castellano desde su lengua original, a cargo de Marian Ochoa de Eribe, ya que en el mercado español se podía encontrar alguna traducción desde la versión alemana.

Cegador transita a lo largo del cuerpo de un lepidóptero gigante, de manera literal y también figurativa, un viaje que arranca en el principio de los tiempos y pretende ser infinito, que relata la vida del narrador, el propio Mircea transmutado en conciencia de un pueblo, desde su nacimiento, en los años cincuenta, hasta diciembre de 1989, momento en que se produjo la revolución que precipitó la caída del comunismo en Rumanía. Experiencia personal y tiempo histórico tejen un hilo entrelazado en las tres partes de Cegador: El ala izquierda, El cuerpo y El ala derecha, cuya periodicidad de aparición en el mercado español es este 2018 el primer volumen, 2020 el segundo y 2021 el tercero.

En la presentación se nos dice que el volumen que inaugura la trilogía ocupa la primera tanda de recuerdos de Bucarest del autor y una elegía de amor a la figura materna, Maria, costurera en la capital rumana. Pero, aparte de la potencia de algunos de esos recuerdos: vecindarios que desaparecen, hospitales, psiquiátricos, ruinas, estatuas, parques o sótanos, Cegador es, ante todo, la escritura de un demiurgo, un texto fundacional, creador, un libro histórico, en el sentido en que lo son los textos sagrados primigenios, como el Génesis o Bereshit. El ala izquierda, primer canto de Cegador es Historia de familia, Historia popular e Historia religiosa, su prosa, su léxico, generan el mundo tal y como avanza la sintaxis y la frase se va construyendo, adquiriendo un sentido taumatúrgico, no tanto narrativo como atributo sagrado de la naturaleza humana, que para crear no compone mecánicamente, no ejerce de Gran Ingeniero, sino de Gran Lingüista, y se limita a nombrar las cosas para que estas existan: «… de repente, los hombres, las mujeres y los niños empezaron a profetizar y a hablar en diferentes lenguas, con los ojos abiertos, gritando y desternillándose y llorando de risa; entretanto, unas paredes de aire brillante crecían desde el suelo y se unían a las paredes que quedaban aún en pie; […] Poco a poco, los muros cuajaron, se tornaron de un translúcido lechoso y, a continuación, mates como el marfil, antes de cubrirse finalmente de pinturas magistrales, muy parecidas a las de las paredes en ruinas; estas también se mostraban ahora limpias, en la nueva iglesia no quedaba ni rastro de las primeras».

La lectura de Cegador obliga al lector a un estado de exaltación, a un éxtasis de comunión, semejante a las lecturas sagradas, a una parashiot que debe ser recitada en estado de trance y nos transporta al mundo puro del lenguaje.

Si a Cărtărescu se le ha emparentado con autores como Thomas Pynchon, Roberto Bolaño, W.G. Sebald, Thomas Bernhard o Marianne Moore es por el carácter intoxicador de sus escrituras. Los escritores implacables son adictivos.

Y como cada vez que traemos por aquí algún título de Impedimenta, no podemos evitar el elogio a las características objetuales de la edición: la tipografía de portada que remeda la impresión en caliente y sus rebabas, la ilustración de la camisa, una reproducción del Phymateus saxosus de Brigid Edwards, de 2003, que se amplía en la cubierta y contracubierta, partida por el lomo negro característico de la colección, el tacto del papel 100% procedente de bosques gestionados con criterios de sostenibilidad.

«… y el mal se elevará a través del bien para tornarse más oscuro y, cuando se encuentren y se arqueen para salir de sí mismos y acoplarse con el otro, resultarán ser idénticos, luz y tinieblas en una única palabra extática:

CEGADOR».

Eduard Aguilar