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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Mircea Cartarescu: «Vivir es la única respuesta posible a las preguntas existenciales»

Aunque rehuse tal honor, Mircea Cartarescu es el máximo exponente de las letras rumanas, pero sus novelas trascienden cualquier etiqueta para ser únicamente literatura. El escritor presenta en España Solenoide, una novela metafísica que ahonda en los porqués de nuestra existencia.

Por mucho que él no esté de acuerdo, para el resto del mundo es evidente que Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) es el máximo exponente de las letras rumanas. Narrador, poeta, ensayista y, para muchos, el más firme candidato a convertirse en el primer Nobel de su país (tema del que odia hablar), buena parte de su obra ha llegado a España a través de la editorial Impedimenta, que ha publicado recientemente su monumental novela Solenoide, saludada por la prensa de Rumanía como «el mayor acontecimiento literario de los últimos 25 años». En ella, Cartarescu rumano da voz a un alter ego que, pese a su pasión por la literatura, no ha conseguido triunfar como escritor. «Hasta los 21 años el personaje comparte mi propia biografía, pero tras una noche memorable de 1978 vive una vida alternativa que yo no he tenido. Esto es lo que habría sido fuera del sistema literario, alguien más complejo y feliz», dice enigmático.

De visita en nuestro país, donde ha recibido esta semana el prestigioso Premio Leteo en León antes de recalar en Granada y Madrid, su cancelación del viaje a Barcelona lo posiciona en el tema de actualidad español. «El nacionalismo es un reflejo del siglo XIX que hoy en día parece bastante primitivo y que acentúa las diferencias entre las personas. Necesitamos una Europa más unida y no más fronteras», ha asegurado. Dueño de una literatura inclasificable y demandante, plástica y volátil, que se basa en sus diarios,»mi segunda piel, en la que mejor me siento», el escritor explica que sus ficciones «están empapadas por la nostalgia, la melancolía, la tristeza, el existencialismo, la estética y una constante idea del fin del mundo». El resultado es pura literatura.

Pregunta.- Asegura habitualmente que no se siente escritor porque escribe para sí mismo, sin embargo publica y es reconocido. ¿Dónde estriba entonces el matiz?
Respuesta.- La palabra escritor se refiere a dos conceptos diferentes y algunas veces opuestos. Todo autor escribe a través de su arte, de su escritura, y procura escribir en primer lugar para sí mismo. Son muy pocos los que permanecen en este nivel superior y yo admiro profundamente a este tipo de escritores que escriben exclusivamente para entenderse a sí mismos, y cuyo arquetipo es Franz Kafka. Él decía «escribo para comprender mi situación». Pero la inmensa mayoría de escritores terminan perdidos en el juego literario. No me gusta, pero socialmente es necesario aceptar ciertos compromisos benignos que son inherentes a tu propio arte. Tienes que querer publicar, tener público y encontrarte con él, para tener una voz poderosa que pueda influir en la vida de la gente.

P.- Sus libros destilan nostalgia y melancolía, pero son a la vez muy luminosos, son únicos y a la vez universales, ¿estas son consecuencias de esa forma de entender la literatura?
R.- Se habla mucho sobre la incomunicación en las relaciones humanas, se dice que a nadie le puede doler la muela de otro, de tal manera que no podemos comprender verdaderamente al otro, su sufrimiento hasta el fondo. Precisamente por eso existe el arte, que produce el milagro de la comprensión entre los individuos. Cuando lees un poema sientes la melancolía, la felicidad o el odio del otro. Así que en cierto sentido el arte excava túneles subterráneos entre las personas. Por eso se podría decir que cuánto más personal sea tu obra más universal es. Lo que no podemos percibir solos en la vida cotidiana lo percibimos a través de símbolos, metáforas, parábolas…, a través del tipo de cosas que penetran en nuestro subconsciente, el subconsciente colectivo del que hablaba Carl Jung, porque son universales.

P.- Su forma de trabajar es más de poeta que de novelista, ¿tiene que ver con esa búsqueda suya hasta el fondo de sí mismo, algo característico de la poesía?
R.- Yo creo que todos los grandes narradores fueron poetas. De hecho, algunos de ellos han llegado a llamar poemas a sus novelas. Dostoyevski se refería a Noches blancas como su poema de San Petersburgo, y Gógol llamo poema a Almas muertas. También yo he sentido que mis novelas son poemas. No están construidas siguiendo un plan previo como hacen los narradores, sino siguiendo una inspiración continua. Nunca sé qué voy a escribir en la página siguiente, todo me llega como un don, sin saber de dónde procede, tal y como les sucede a los poetas. Por eso pienso que mis libros tienen una coherencia subterránea.

P.- En sus obras rompe constantemente la frontera entre realidad y ficción, ¿por qué ese interés por abandonar la realidad, por trascenderla?
R.- Solemos olvidar que la realidad es una construcción de nuestra mente, la más compleja y más fantástica construcción.En realidad, para mí no existe una frontera real, y definida entre lo real y lo imaginario. Son como las dos partes de una banda de Moebius, así que no existe un punto de paso. Lo real circula continuamente con lo imaginario y viceversa. El mundo no es real, es la combinación entre lo real y lo fantástico, de donde hay que buscar la evasión. Pero lo fantástico no es la evasión de lo real y lo que busca mi personaje es escaparse del mundo real imaginario.

P.- En principio Solenoide iba a consignar sus sueños e incluye muchos de ellos, ¿qué importancia concede al mundo onírico?
R.- Todos los sueños que relato en el libro son verdaderos, sueños míos. El diario que escribo prácticamente todos los días tiene también esta función, anotar y recoger todos mis sueños, que he apuntado desde mis 17 años. Algunos de ellos resultaron ser reveladores para mí y sobre ellos he construido toda mi escritura. En la base de cada uno de mis libros hay un sueño fuerte y obsesivo.

P.- ¿En qué medida ese protagonista que comparte mucho de su propia vida es Mircea Cartarescu?
R.- Mi personaje no tiene nombre, él es el soñador por excelencia. Es el que atraviesa el infierno para llegar al paraíso y el que intenta buscar una respuesta a las eternas preguntas que tenemos todos. Al final se da cuenta de que no necesita ninguna respuesta, de que las respuestas eran las propias preguntas.

P.- En ese intento por hallar respuestas, uno de los mayores miedos del personaje es el no encontrar, que la búsqueda se vana. ¿Es también su miedo, no encontrar las respuestas, que no existan?
R.- Nosotros no sabemos por qué existimos, y tampoco sabemos por qué tenemos que desaparecer. Así que la vida del ser humano está hecha solamente a base de preguntas. Y el individuo responde a todas estas preguntas de una única manera, viviendo. Esta es la respuesta, la propia vida. Y luego está la respuesta a la que han recurrido todos los escritores de todos los tiempos: el amor. Al final de mi novela el personaje llega a una situación en la que él puede escapar del mundo, pero rechaza esa posibilidad porque comprende que es un crimen salvarse solo y prefiere permanecer en la cárcel común junto a sus seres queridos. Porque una vez que descubres el amor ya no necesitas la eternidad.

P.- En la novela se imbrican temas, argumentos, ambientes y delirios de sus obras precedentes. ¿Estamos ante una especie de diccionario de Cartarescu?
R.- En un determinado momento necesitas hacer algo de carácter testamentario, decir qué es lo que has entendido de la vida. Y desde este punto de vista, naturalmente, he tenido que retomar todos mis temas, por lo que tiene usted razón al entender este libro como un índice de mi escritura. Pero también pretende ser mucho más, ser diferente a mis libros anteriores. En Rumanía es constantemente comparado con mi libro Cegador (aún inédito en España), pero la diferencia es bastante importante. Solenoide es un libro vertical, mientras que Cegador es una especie de cúpula que se expande como un rizoma de forma horizontal.

P.- ¿Considera la literatura ética o estética, mensaje o lenguaje?
R.- Durante muchos años fui un purista literario, pensaba que lo ético no tenía nada que hacer en la literatura. Pero estos últimos tiempos he comprendido algo que la gente ya sabía desde hace mucho. Ya los antiguos griegos hablaban de un concepto que denominaban kalós kagathós, que venía a decir que el bien, la belleza y la verdad son idénticos. Algo bueno solo podía ser bello y verdadero, algo hermoso tenía que ser bueno y verdadero… Creo que en este libro he encontrado un camino para hacer que el bien se mezcle con lo hermoso. En mi opinión la tesis ética del libro contribuye también a su estética, no son divisibles. O al menos yo he procurado eso.

P.- Ha dicho: «siempre hemos tenido muy buenos escritores y artistas que se han hecho famosos en el extranjero». Supongo que pensaba en Eliade, Cioran, Ionesco… ¿Por qué usted nunca se fue?
R.- Cuando salí por primera vez de mi país en 1990 justo después de la revolución, fui a Estados Unidos con una beca del International Writers Program y pasé tres meses recorriendo el país. Cuando tuve que volver, estaba en el aeropuerto JFK y eché una moneda al aire para decidir si me quedaba o volvía. Estaba absolutamente decidido a hacer lo que dijera la moneda. Salió la parte de Rumanía, así que volví. Estoy muy contento con esta decisión, porque a pesar de las desventajas que pueda tener vivir en el país en el que has nacido, comporta también muchas ventajas. Te aporta una especie de sentimiento de legitimidad, sientes que perteneces a ese lugar, que te rodea gente que piensa y habla como tú y a los que te sientes unido y quieres ayudar.

P.- Hace unos meses hablaba con Matei Visniec, que huyó de Rumanía cuando la censura tenía prohibidas veinte de sus obras. ¿Cuál fue su relación con la censura?
R.- Matei y yo siempre fuimos amigos, hemos pasado la juventud juntos en el famoso Cenáculo del Lunes. A lo largo de nuestra vida no hemos tenido ninguna diferencia de opinión, y el hecho de que eligiera otro camino, el exilio, me hace respetarlo todavía más. La censura era un gran problema en la época comunista porque te impedía publicar. Para gente con ambiciones como Matei era algo criminal. Él quería imponerse, quería aparecer, como Eliade o Cioran. Y lo ha conseguido. Yo nunca estuve preocupado por conseguir una reputación internacional, de hecho, me resulta bastante indiferente. Por supuesto me alegro cuando la gente me lee, pero estoy muy contento viviendo en mi oscuridad rumana.

P.-
Independientemente de que lo valore más o menos, es el escritor más importante de Rumanía. ¿Qué significa eso a nivel de influencia social?
R.- No puedo negar que tengo una cierta popularidad en Rumanía, y me alegro de esto porque me otorga una voz. Por ejemplo, que en Facebook tenga más de 70 mil seguidores, es importante para mí porque puedo difundir mis ideas, puedo ser un creador de opinión que puede ayudar a la sociedad rumana a seguir una vía adecuada. Y me alegra que la gente me respete y me siga.