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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Nuestro mundo es dolor»

Entrevista con Mircea Cartarescu en el número de diciembre de la revista Leer.

NUESTRO MUNDO ES DOLOR

Con su monumental Solenoide (Impedimenta), el más destacado narrador rumano de la actualidad nos invita a penetrar en el museo de su mente.

Colgó en las redes un comentario curioso: «En el escenario en Granada, aplastado por mi propio nombre». Solenoide trata de esa otra vida fácil que la fama le ha quitado…

No quisiera comenzar hablan­do de algo tan superficial como la fama. No me importan mucho el prestigio, las reseñas, los premios, las ventas; me encanta la literatura, que es, en esencia, poesía. Sí, en Granada, en el escenario me sentí aplastado por mi nombre escrito con letras enormes en la pantalla que había encima de mí. Tuve una sensación de hybris, porque ni quie­ro ni merezco tanta atención. No estoy orgulloso de mis libros, sólo les estoy infinitamente agradecido. Nada en mis primeros años podía predecir que me convertiría en es­critor. Para mí, sigue siendo un mi­lagro. Nací en los 50, en una casa sin libros, en las afueras de una ciu­dad fea, en un país oscuro. Mis pa­dres eran trabajadores del campo.

A los nueve años tuve tuberculosis y pasé algunos años en un preven­torio. Era un niño normal, pero a los dieciséis hubo un cambio extraño en mí: en un abrir y cerrar de ojos me convertí en otra persona, al­guien que vivía sólo para leer libros, que no hacía nada más, un adolescente que leía ocho horas al día. Y que comenzó a escribir poemas e historias, y no ha dejado de escribir en cuarenta años. Estoy realmente sorprendido de que ahora me con­sideren escritor, porque no tengo agente, ni página personal, ni inte­rés en promocionarme. Sigo sien­do un adolescente de sesenta y un años, y estoy muy contento de ser­lo. Mi literatura está enfocada hacia mí, la uso para viajar dentro de mí y comprenderme. Lo que el lector obtiene es un mapa de mi cerebro y una invitación a mi cráneo como si fuera una especie de museo. Sí, mi mejor definición como escritor sería: un vendedor de entradas para el museo de su mente.

¿El cambio de look significa la madurez de Cartarescu? En Facebook lo resumía en «Otra cara, otra vida;· que no sé si supone la ruptura con esa imagen más rebel­de que encandilaba a las lectoras.

Cambiar mi apariencia física no es suficiente para cambiar mi lite­ratura. Esto me recuerda otra pre­gunta que me hacen con frecuen­cia: si la caída de la dictadura en 1989 cambió mi forma de escribir. Siempre digo que una revolución no es suficiente para cambiar m1 estilo. He sido el mismo desde 1977, desde que comencé a escri­bir. No puedo dejar de pensar en el poder de la literatura: vivimos en una dictadura en los 80, sufrimos hambre, frío y miedo en nuestras propias carnes, pero nuestro grupo literario, hoy legendario, continuó con nuestro sueño de cambiar la poesía para hacerla más brillan­te, humana y poderosa. Untamos poesía en el pan, nos calentamos con poesía, nos libramos del mie­do al escuchar la poesía del otro. Ésta es la forma en que sobrevivi­mos a esos tiempos terribles. No dudo de que incluso hoy en Corea del Norte debe de haber adoles­centes enamorados de la poesía que sobreviven con ella, que lu­chan contra la tiranía a través de ella. Porque la humanidad sobrevi­ve no por las armas. sino cediendo el testigo de la belleza a lo largo de las generaciones.

¿De verdad escribe a máquina sobre el hule de la cocina o es por dar glamur del Este a las extrava­gancias de los escritores?

¿En 1987 cuando escribía mi poema épico The Levant? í Puedes apostar que sí! Entonces vivía en un apartamento terrible s,n ningún ángulo recto: ¡todas las pa­redes estaban torcidas I Además, era un octavo, bajo el tejado. así que hacía mucho calor en los ve­ranos y me congelaba en invier­no.. No tenía oficina, escribía en la cocina, con una mano, y mecía con la otra el cochecito de bebé para que mi hiJa se durmiera. Era feliz porque pensaba que estaba escribiendo el mejor poema ruma­no que haya existido (lo que, por supuesto, no era cierto). Lo hice de principio a fin, más de 7.000 versículos, sin borrar ni cambiar, ni agregar nada. El poema es com­pletamente intraducible. porque surgió de la esencia más exquisita de la poesía rumana (que nadie co­noce) y, además, está escrito en el lenguaje poético rumano del siglo XIX (que nadie recuerda). Así que The Levant es pura locura. algo así como Finnegans Wake o los intentos de Seymour Glass para traducir un haiku japonés al griego antiguo. Para hacerlo un poco más traducible. lo 􀁟escribí en prosa y volví a traducirla al rumano. De modo que «El Levante» publicado con Impedimenta es sólo el her­mano pequeño de mi Levantul

Solenoide es una muestra de ese autismo suave de Cartarescu: la captación de la realidad desde una hipersensibilidad extrema, la persistente obcecación, la narra­ción en un silencio interno siempre al borde del grito.

Si hubiera tenido un poco de coraje estético, toda mi novela se habría llenado con una sola palabra, repetida decenas de miles de ve­ces: » ¡ Socorro!». Nada más, incluso en las portadas. Y aun así no habría sido suficiente. Sólo quedan unas 10 páginas de » ¡ socorro!» al final como una especie de exorcismo del sufrimiento humano. No trato de captar la realidad (el dilema que más tortura a toda la filosofía), sino la naturaleza de la realidad. ¿ Oué es la realidad? En mi novela, no es algo material, como ese suelo del que hablaba Wittgenstein, sino otra palabra para el dolor. No percibimos nada hasta que nos lastima. El do­lor es la realidad, nuestro mundo es dolor, nuestra conciencia traba­ja con la sustancia P que segregan nuestros cerebros.

El desdoblamiento del personaje nos habla de la literatura como vi­cio sin escapatoria que le destruirá, porque escribir es falsificar la vida. ¿Es ésa su convicción?

Hay dos tipos de literatura (¿po­dríamos denominarlos, como ma­gia y mentiras o blanco y negro?) Prefiero llamarlos exteriores e in­teriores. Solenoide es, entre otras cosas, una protesta contra la lite­ratura exterior y el escritor falso (el habitual en nuestros tiempos y, tal vez, en todos). La literatura exterior no es mala, a veces logra los ma­yores premios, y no sin méritos. Pero mi personaje, siendo adoles­cente quiere algo diferente. Quiere todo de un escritor: pureza, verdad y revelación absolutas. No puertas dibujadas en las paredes, sino puer­tas que realmente se abren. Para eso, debes matar al escritor co­rriente que hay en ti, rechazar cual­quier concesión, incluso publicar, ser anónimo, estar solo, arder por escribir hasta el final. Sólo algunos artistas se acercaron a ese ideal y les tengo un gran respeto: Virgilio, Kafka, Schreber, Darger, Sábato, Blecher …
En REM intentaba reproducir la estructura de los sueños, aquí abre las puertas de una realidad soñada, casi de ciencia-ficción con ese sole­noide enterrado, un antídoto contra la muerte como en La invención de Morei.

Calderón dijo que «La vida es sueño». «Todo lo que vemos o apa­renta / no es más que un sueño dentro de un sueño», añadió Poe. No hemos tenido que esperar a Matrix para escuchar que este mundo que percibimos no es real. Legiones de filósofos y artistas lo han dicho a lo largo de la historia. Los románticos alemanes y luego los surrealistas señalaron que vivimos en el sueño de otro. En cuanto a mí, no distingo entre realidad y fantasía. Mis libros son cintas de Moebius: la realidad fluye continuamente por un lado y la ficción por el otro sin discontinui­dad, sin ningún punto de cambio. Nunca me olvido de que la realidad es un producto extremadamente sofisticado de nuestras mentes. Además, la vida real y la soñada no son las únicas posibilidades. A veces he tenido la sensación de no soñar sin tampoco estar des­pierto, una sensación mágica que está en el centro de mi escritura. En Solenoide me divertí analizando docenas de sueños reales que tuve durante unos 30 años (me olvidé de decir que he anotado todos mis sueños desde que tenía 17).

Hay imágenes suyas en los escenarios de una película de Tarkovski ¿es por esa filia suya a la ruina, a lo que está en el filo del romanticismo como heredero de Eminescu en una línea que llega hasta Cortázar o Sábato?

¿Has notado cuánto ha influido Tarkovski en el cine estadouniden­se más reciente? Es casi ridículo.

El último Blade Runner es tres cuartas partes Tarkovski. Las rui­nas más que un tema romántico son manieristas y barrocas, porque involucran la terrible náusea del paso del tiempo. Definen mejor al horno europaeus del que hablaban Curtius y Hocke, un ser dilemáti­co y nostálgico. Gracián también sabía algo al respecto. Me encan­tan las ruinas, al verlas siento una gran melancolía. Bucarest es una ciudad en ruinas en Solenoide, pero no porque sea antigua, sino porque ha sido construida así. Un genio de la arquitectura la creó a partir de la chatarra, igual que Osear Niemeyer creó Brasilia uti­lizando principios opuestos. Mi arquitecto sabía que la ciudad que define mejor el destino humano no debería ser perfecta, de acero y vidrio, sino una en ruinas.

Pospuso la presentación en Barcelona, quizá por sus palabras: «Hoy en día el nacionalismo está causando destrozos; aunque dijo también que la «intervención de las fuerzas españolas es un error que va a empeorar la situación».

Siempre he estado en contra de la violencia. No quiero comentar la tragedia catalana (porque es una tragedia). lo que puedo decir es que creo en una Europa con menos o sin fronteras. La gente de nuestro continente debería enorgullecerse de ser europeos más que españo­les, rumanos, catalanes … Ser eu­ropeos debería ser nuestra primera identidad y fidelidad.

¿No le basta la comodidad de la literatura, sigue necesitando ser la conciencia social de Rumanía mani­festándose contra la pena de muer­te o a favor del matrimonio homo­sexual? Y todo eso, a pesar de que en 2073 hablaba􀀚 de una especie de una especie de «año sabático».

Bueno, traté de detener en cierto momento mi compromiso cívico, pero no pude. He seguido escribien­do sobre temas sociales y políticos, expresando mi opinión, luchando ontra todo tipo de discriminacio­nes y a favor de la comunidad gita­na, el matrimonio homosexual. los derechos de las mujeres. En un país como Rumania. esto tiene serias re­percusiones. Los intelectuales son continuamente perseguidos. en­fangados. amenazados de muchas maneras. Pero vale la pena luchar por conseguir más esperanza y de­cencia a pesar de esas represalias.

Ha asegurado que «cada autor escribe los libros que no ha encon­trado en ninguna parte para poder leerlos». Dice que cada día relee las últimas páginas de lo escrito y si le satisfacen se siente muy feliz, «aunque desafortunadamente la mayor parte de las veces esto no sucede’.’ ¿Esnobismo o sinceridad sin tapujos?

La primera frase no es nada es­pecial. es un lugar común. Cualquier escritor es principalmente un lector, así que es normal que se sienta frustrado cuando busca un libro y no lo encuentra porque todavía no se ha escrito. Entonces sabes que eres tú quien debe escribirlo. por­que si no lo haces. nadie más lo hará. En cuanto a la segunda. el he­cho es que. salvo leer mi última pá­gina antes de escribir la siguiente. evito leer algo mío. Creo que no es sano. porque me gusta lo que leo, y luego sufro mucho por no haber podido escribir algo tan bueno. o lo odio, y creo que estoy acabado. De cualquier manera, al leerme lo que consigo es una profunda depresión.

¿Cómo compagina su país consi­derarle persona ‘non grata’ con su eterna candidatura al Nobel?

Las únicas personas en mi país que de verdad y sinceramente creen que podría obtener el Nobel son mis enemigos políticos y lite­rarios. En los últimos años. hicie­ron todo lo posible para evitarlo. Informaron a todo el mundo sobre los terribles vicios de mi humilde persona y sobre la inutilidad de mi trabajo. Hubo campañas de des­prestigio en la prensa. calumnias y chismes. programas de televisión donde fui despedazado. He respon­dido siempre a todo esto con una gran carcajada: ¡qué extraño¡ Real­mente piensan que algún día pueda suceder. Eso significa que realmen­te creen en mí. ¡Tal vez secretamen­te les gustan mis libros!