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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Pandora», de Henry James

Los clásicos son como los buenos padres, nunca defraudan, siempre nos esperan. Leer joyas literarias como esta nouvelle que Impedimenta rescata con tanto amor y para nuestra gran suerte, hace que nos traslademos a otro mundo.

No sólo por la capacidad de abstracción que la lectura proyecta en los viajes interiores del lector, sino por la incursión magnética a un lugar, a una época donde las letras no estaban marcadas por la rapidez, la acción o las tramas originales. Donde lo verdaderamente imporrtante, lo que distinguía a una obra maestra, era la forma en la que estaba escrita. Descubro a Henry James en Pandora con la gran ayuda de Lale González-Cotta, por su soberbia traducción y un prólogo que facilita y consigue que conozcamos al autor con más profundidad y admiración si cabe. Todo encaja al saber que es la propia traductora la encargada de elegir la obra y el autor con el que trabajar. El amor que ebulle de las letras de Pandora es claramente compartido entre James y Lale González-Cotta. Y nosotros somos muy afortunados por ser partícipes de ese amor que emana de cada frase. Ya desde la primera página sólo podemos enamorarnos de Pandora y agradecer a todos los que han hecho posible que esté entre nuestras manos.

Pandora Day junto con su familia regresa a tierras americanas, su lugar de origen, tras dos años viajando por Europa. Es una joven carismática y cautivadora que a pesar de no pertenecer a la alta clase social de su país, tiene un embrujo personal nada acorde con su estatus. En dicha travesía, el conde alemán Otto Vogelstein posa sus ojos en ella. La escasa relación parece llegar a su fin en el desembarco a su llegada a Nueva York, donde el conde espera hacer una buena carrera diplomática entre las más altas esferas sociales y políticas. Cuál es su sorpresa cuando poco más de un año después vuelve a encontrarse con Pandora acompañando al mismo presidente. Las precauciones tomadas por el conde Otto ante las advertencias de ciertas damas en cuanto a las diferencias de clases marcadas e inamovibles, dan paso a la curiosidad y avidez de conocimiento por la joven que se maneja con total desenvoltura y protagonismo entre los personajes más encumbrados de la sociedad neoyorkina. Pandora da el golpe de efecto final con una lección de inteligencia donde deja patente que ésta no está marcada por las clases.

Henry James nos invita a leer con calma, sin prisas. Saboreando cada letra de esta magnífica nouvelle, editada magistralmente por Impedimenta, donde lo primordial es el estilo, sus recursos, su ironía ante una sociedad arraigada e inamovible que empieza a removerse. Una lectura deliciosamente ambigua tal y como la describe la propia traductora.

Henry James perteneció a una familia acomodada y tuvo relaciones sociales sofisticadas y literarias a mediados del siglo XIX. Por su gran conocimiento europeo es recurrente la alusión en Pandora (y parece que en sus otras obras también) a las fricciones entre Europa y América y las rupturas de fronteras sociales en Estados Unidos. Describe e ironiza sobre sus diferentes modos de socialización y educación. Pero lo que resalta por encima de todo son los estereotipos sociales, el papel de la nueva mujer “hecha a sí misma”, donde el lector tiene un papel protagonista para acabar de formarla en su imaginación. Aquello de la ambigüedad de su narrativa. James da sólo el primer paso maestro para que los ávidos lectores recreen la atmósfera, la situación y la historia. Sean parte activa (como el propio autor lo es casi como un personaje solapado más) y hagan sus propias deducciones de una sociedad y una mujer ambigua. Una historia sutil y nada sencilla aunque lo parezca.

Esa capacidad para no defraudar es lo que entiendo como un clásico. Esa capacidad para que nos enamoremos de su historia es Henry James con Pandora.

Por Mercedes Suero