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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Penelope Mortimer: Cuando una mujer estalla

Impedimenta publica 'Papá se ha ido de caza', una de las novelas más feministas de la escritora y guionista británica.

En la literatura británica del siglo XX, hay dos penélopes que relucen más que el sol: Penelope Fitzgerald y Penelope Mortimer, tan distintas. La discreta y bondadosa Penelope Fitzgerald tuvo aquí hace poco su retrato cuando Isabel Coixet adaptó al cine su novela La librería (1978). La explosiva y tumultuosa Penelope Mortimer compareció aquí de pasada cuando hicimos el retrato de su exagerado y divertidísimo marido, John Mortimer, de quien Impedimenta -editorial muy volcada en las penélopes y en los Mortimer- acaba de editar ahora los desopilantes y muy recomendables relatos reunidos en Los juicios de Rumpole. Una trivial y laberíntica curiosidad: la actriz Emily Mortimer, protagonista de La librería coixetiana, es hija de John Mortimer y de una Penelope, pero no de ninguna de las dos penélopes citadas, sino de Penelope Gollop, la última esposa del muy dislocado escritor y ex abogado.

El matrimonio de los Mortimer fue la bomba. John y Penelope (Fletcher, de soltera) se casaron en 1949. En tal momento, ella, en trance de divorcio, estaba embarazada de su segunda hija. Juntos, tuvieron dos hijos más. No obstante, ella tuvo otros dos extramatrimoniales y él también tuvo otro hijo fuera del matrimonio, fruto de su adulterina relación con la actriz Wendy Craig. Cuando Penelope se enteró de ese lío pidió el divorcio a John, quien, sin embargo, tardó 40 años en enterarse de que había tenido un hijo con Wendy.¿Demasiado cotilleo? Depende. John y Penelope, risa va, copa viene, se pusieron los cuernos mutuamente con gran desparpajo durante 22 años. Si leemos sus novelas, muy centradas en la pareja y en las familias de clase media, veremos que en las de John nunca falta una esposa abominable y en las de Penelope tampoco falta un marido horrísono. Y en las de ambos siempre hay un humor incendiario. Escribían según vivían y bebían. Escribieron juntos un libro de viajes y el guion de una inquietante película de terror psicológico, El rapto de Bunny Lake (1965), obra maestra de Otto Preminger. Después de tarifar, siguieron siendo, a la debida distancia, buenos amigos.La mejor novela de Penelope Mortimer, de espíritu feminista y fuerte carácter autobiográfico -su matrimonio, a la vista-, quizás sea El devorador de calabazas (1962), donde ella se esconde (poco) en el ya casi mítico personaje de Jo Armitage junto a un marido puesto a caldo con poderosas razones. Harold Pinter, nada menos, escribió la adaptación cinematográfica, que interpretó memorablemente Anne Bancroft y dirigió con su talento habitual Jack Clayton. La película tuvo en España el oportuno y significativo título de Siempre estoy sola (1964).También está (casi) siempre sola la infortunada Ruth de Papá se ha ido de caza (1958), casada con un marido ausente y pelmazo y madre de dos hijos pequeños en etapa colegial y de una inmadura e inaguantable hija adolescente, cuyas accidentadas peripecias amorosas serán la espoleta que haga estallar su crisis de mujer atractiva de mediana edad, pavorosamente dedicada al cuidado de un confortable hogar semivacío en una aislada zona residencial.

La prosa de Mortimer es imbatible. Se va cargando de metralla poco a poco como Ruth se va cargando los nervios hasta petar. Mortimer, línea a línea, disecciona personajes, situaciones y mundos interiores hasta dejarlos en esqueleto o, a elegir, en carne viva. Los diálogos son encontronazos biliosos, rebosantes de malestar y corrosiva ironía -cuando no de cinismo-, lo adecuado para expresar la tempestad creciente que se abate sobre la protagonista y su familia.Nacida en 1918 en un pueblo galés, Penelope Mortimer, además de novelista -nueve novelas-, fue una excelente periodista (The New Yorker, The Daily Mail, The Sunday Times), biógrafa de la Reina Isabel, memorialista, guionista y crítica de cine (The Observer). Su infancia y adolescencia marcaron su personalidad. Su padre fue un desconcertante y tarado cura anglicano que fue de parroquia en parroquia hasta perder la fe y dedicarse a aplaudir desde el púlpito la persecución de la Iglesia por los comunistas soviéticos. Raro. Pero lo intolerable fue que abusó de ella. He contado aquí de forma desenfadada y burbujeante su matrimonio con John Mortimer, pero lo cierto es que Penelope tuvo depresiones, hizo terapia psicoanalítica, se sometió a electroshocks y, después de ocho embarazos de al menos cuatro parejas, pasó por la experiencia del aborto y de la esterilización. Penelope Mortimer murió de cáncer en Londres a los 81 años. John Mortimer, distinguido por la reina con el título de Sir, continuó dando guerra, incluso en silla de ruedas, hasta 2009.

MANUEL HIDALGO