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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Recordando a Angela Carter

En el momento álgido de su fama como ensayista y autora literaria de culto, Angela Carter (1940-1992) solía contar a sus amigos o a entrevistadores que su abuelo fue un militar que, al servicio del Imperio británico, recorrió medio planeta combatiendo b…

En el momento álgido de su fama como ensayista y autora literaria de culto, Angela Carter (1940-1992) solía contar a sus amigos o a entrevistadores que su abuelo fue un militar que, al servicio del Imperio británico, recorrió medio planeta combatiendo bajo las banderas de la Reina Victoria; más tarde, tuvo una crisis de conciencia y se convirtió en revolucionario, tarea en la que empleó el mismo tesón. Llegó a presidir un conciliábulo en la que participó nada menos que el mismo Lenin, durante los largos años de exilio de éste. Mucho más tarde, tras la prematura muerte de Carter, los estudiosos de su obra quisieron averiguar la fecha exacta y el lugar en el que se produjo esa sorprendente reunión, sin éxito. Y lo mismo sucedió con otros muchos detalles de su vida que Carter había contado, recontado y adornado. Esa consumada maestra de la ficción, al parecer, también disfrutaba jugando con su biografía.

Así su infancia sobreprotegida, en una familia culta de clase media londinense, que la convirtió en un ratón de biblioteca con muy pocos amigos, en una adolescente que dedicaba su tiempo libre a inventar y escribir historias; más tarde, su carácter se hizo más hosco y rebelde, pero no dejó de ser una estudiante brillante. Le ofrecieron ir a Oxford, pero se casó de repente con su primer esposo, un químico casi tan tímido como ella al que conoció en una tienda de discos. Un matrimonio fracasado del que huyó después de recibir, por su primer libro, un importante premio literario, el Somerset Maugham. Curiosamente, el premio estipulaba que el ganador debería emplearlo para viajar al extranjero, al país de elección del ganador, lo que le permitió cumplir un viejo sueño: ir a Japón, donde terminaría pasando dos años.

Allí su vida cambió. Leyó a Borges y a los surrealistas y se transformó una feminista acérrima, aunque nada ortodoxa (solía afirmar que su escritoras favoritas eran Fédor Dostoievski y D.H. Lawrence), en gran parte debido a su rechazo hacia el machismo imperante en Japón. A pesar de ello, la estética nipona le fascinó y dejó una larga huella en su obra, como es visible en sus libros más famosos: La cámara sangrienta y Venus negra, ahora reunidos, junto al resto de sus relatos, en este magnífico libro Quemar las naves, publicado por Sexto Piso. Algunos de los mejores, como Un recuerdo de Japón o Carne y el espejo, evocan ese período decisivo.

A Carter le fascinaban los cuentos de hadas y el folclore tradicional (de hecho tradujo al inglés a Perrault) y en La cámara sangrienta reescribe La bella y la bestia o Caperucita roja desde la perspectiva radicalmente moderna, llena de referencias psicoanalíticas o cinematográficas, humor negro, sexo, poesía y una deslumbrante capacidad imaginativa. Posteriormente, el director Neil Jordan colaboró con Carter para adaptar un par de relatos protagonizados por licántropos en la que llegaría a ser una de sus mejores películas, En compañía de lobos. Mientras que los cuentos de Venus Negra se sirven de personajes reales extraídos de la historia, desde una amante de Baudelaire a su admirado Poe. Los de Fantasmas americanos y maravillas del viejo mundo, como su mismo título indica, mezclan ambos temas, siempre con resultados magistrales.

Una de sus últimos libros fue, precisamente, el que nos trae Impedimenta, Cuentos de Hadas, un encargo que recibió de la editorial feminista Virago, basada en la idea de reunir una colección de relatos tradicionales protagonizados por mujeres. Una maravillosa antología extraída de distintas culturas, algunas muy distantes de la occidental, y que representan una muestra amplísima tanto de la erudición de Carter como de la más pura fantasía humana.