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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Reseña de «El desertor»

La historia del libro que ahora publica Impedimenta es apasionante: escrito en 1949, fue rechazado en su momento porque se entendía que su contenido era peligroso en aquellos años y ofrecía una mala interpretación de lo ocurrido. La cuestión era que su historia de un soldado alemán que acaba en el bando de los rusos levantaba no pocas ampollas, y el tono entre naïf y directo con el que contaba las circunstancias de la guerra parecía desagradable. Desde su rechazo en 1952, estuvo custodiada en una caja fuerte hasta el momento en que su autor falleciera. Siegfried Lenz nos dejó en 2014, de modo que la novela pudo ser publicada ese mismo año.

Lo mejor que se puede decir para comenzar la reseña de El desertor, esta curiosa obra del autor de Lección de alemán, es que no es otra novela de la Segunda Guerra Mundial. Contiene un valor interior y un mensaje profundo que la sitúa bastante por encima de la media, en un tema en el que aparentemente ya está todo dicho. Esto ocurre porque la obra es original en su tratamiento del material, y además lo es tanto en la forma como en el contenido. En la forma, Lenz despliega un talento especial para contar los hechos con extrema sencillez, sin caer en el cliché o el lugar común. En su contenido, es una preciosa demostración de que guerra y locura son dos conceptos que se encuentran íntimamente unidos.

Su prosa es, efectivamente, sencilla (lo que lo convierte en una lectura fácil, amena), pero tremendamente singular al mismo tiempo. El desertor es una novela profunda, inteligentemente antibelicista, que esconde un mensaje profundo en su apariencia trivial. Lenz consigue un mensaje tremendamente efectivo y perdurable en su pintura de una guerra absurda, estúpida en su tremenda crueldad. Resulta inconcebible que se haya tenido que esperar tanto para leerla, porque no desmerece otras revisiones del conflicto y tiene el valor añadido de haberse compuesto en caliente.

Una vez que se conoce el peculiar retrato que Lenz realiza de la guerra, mostrándose profundamente crítico con el desarrollo real por parte del ejército nazi y ruso, no extraña que los editores alemanes pusieran no pocas trabas al autor para publicarlo en la fecha de escritura.

Argumentalmente, seguimos el destino de Walter Proska, un joven soldado que sufre el descarrilamiento del tren en el que viaja. Desde ese momento, su vida de soldado cambiará completamente, integrándose en un puesto de observación en el que cada suceso es más profundamente surrealista que el anterior, gobernado por un superior déspota y posiblemente demente. Completa la familia de este puesto de vigilancia desquiciante un grupo de compañeros en el que la cordura tampoco parece encontrarse en grandes dosis.

Con todo lo dicho, se puede imaginar que la guerra que se encuentra en El desertor es más la farsa de un conflicto que un reflejo de las condiciones reales del campo de batalla. La guerra que se reproduce estaría más cerca del Luis Berlanga de La vaquilla que de los habituales libros de estrategia militar, enormes batallas y conflictos de gran tamaño.

Lenz es un autor a descubrir, que en la cultura alemana se encuentra perfectamente instalado en el escalafón de Günter Grass o Heinrich Böll, compartiendo muchas características literarias con este último.

Se disfruta mucho esta historia personal, sencilla, disparatada, absurda como lo es cualquier guerra, en la que al final siempre son más interesantes las pequeñas historias que las grandes. El gran objetivo de Lenz se consigue plenamente: hacernos ver que también en la desgracia lo único importante es la gente corriente.

RAFAEL RUIZ PLEGUEZUELOS