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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Secretos y verdades que inspiraron ‘La librería’, de Penelope Fitzgerald

El yerno de la escritora británica cuenta, en una nueva edición de la novela, cómo se escribió esa obra. Isabel Coixet la llevó al cine y ganó en la Feria del Libro de Fráncfort el premio a la mejor adaptación literaria.

Prólogo WMagazín. Con motivo de la adaptación cinematográfica que ha hecho Isabel Coixet de la novela La librería, de Penelope Fitzgerald, editada en España por Impedimenta hace unos años y reeditada ahora con un posfacio del albacea literario y yerno de la escritora británica, WMagazín publica algunos pasajes de dicho posfacio que dan claves del proceso de escritura de esta exitosa y entrañable novela.

La película de Coixet obtuvo en la pasada Feria del Libro de Fráncfort el premio a la mejor adaptación literaria. La película inauguró la Semana Internacional de Cine de Valladolid y se estrenó en salas el viernes 10 de noviembre, Día de las librerías en España. Según Juergen Boos, director de la Feria de Fráncfort, “Coixet recrea la especial atmósfera del libro y la fuerte personalidad de la protagonista con gran sensibilidad”. Libro y película narran la vida de una mujer apasionada de la lectura y los libros que monta una librería en un pueblo pequeño cerca de Londres y se cruza con la oposición de algunos habitantes. La protagonista es Emily Mortimer (Shutter Island y Match Point).

A continuación el texto de Terence Dooley:

La comedia humana

Por Terence Dooley

Fantasmas

Penelope Fitzgerald tenía sesenta y un años cuando empezó a escribir la que se convertiría en la primera de sus ocho magníficas novelas: La librería. En sus páginas, la autora rememoraba una etapa de su vida acaecida veinte años atrás, cuando las circunstancias la obligaron a establecerse, junto con sus tres hijos pequeños, en un recóndito pueblo costero del condado de Suffolk. Este período, que duró apenas tres años, fue el único que Penelope, una inveterada londinense, pasaría fuera de la capital en la edad adulta. Atraída por la belleza natural de la región y con la intención de que sus hijos, tal y como había experimentado ella misma en su infancia, disfrutaran del día a día de la vida campestre, la familia se mudó a Southwold. Pero había otro motivo mucho menos romántico para aquel traslado: la pobreza. Mientras su marido, Desmond, un abogado sin mucho éxito, se veía obligado a pasar los días laborables en Londres por motivos de trabajo, ella encontró un empleo a tiempo parcial en una librería local, Sole Bay Books, regentada por una tal señora Neame. En el pueblo, les cedieron una gran casa para que vivieran en ella. Se trataba de un viejo almacén de ostras llamado Blackshore, situado en el dique (también conocido como “el Hard”) del río Blyth. Puede que de aquí provenga, en parte, el nombre ficticio, Hardborough, que Penelope le daría a Southwold en su novela; pues la otra parte se debería, por supuesto, al propio significado del término: “pueblo duro, cruel”. Sin embargo, al cabo de tan solo un año, se vieron obligados a abandonar su primera vivienda y a trasladarse a una casa de alquiler mucho más pequeña, situada en una fila de adosados en High Street, un poco más abajo de donde se encontraba la librería en la que ella trabajaba. Cuando, años más tarde, el hijo de Penelope regresó a Southwold con su novia, descubrió que habían derribado aquella gran casa repleta de humedades convirtiéndola, en cierto sentido, en una “casa de aire”. La librería en la que se basa la novela de Penelope se inauguró en los años cuarenta, y no se cerró definitivamente hasta 1990.

(…)

Inocencia

Se suele hablar de La librería como de una obra autobiográfica, y es cierto que en gran medida bebe de ciertos acontecimientos del pasado de su autora, además de que la propia trama se localiza en un paisaje bien conocido por ella. Pero, sin lugar a dudas, la novela es también una construcción literaria, una ficción. De hecho, sus orígenes son fácilmente rastreables. Penelope había ayudado a Tina con el análisis de la obra El cura de Tours, de Balzac, para sus exámenes preuniversitarios, y resulta más que evidente que tenía muy presente el argumento de esta novela corta cuando se dispuso a escribir la que sería su primera obra de ficción. Dicha novela, que forma parte de las Escenas de la vida de provincias, se centra en las intrigas y conspiraciones que tienen lugar en las poblaciones pequeñas, así como en la mezquindad, asentada en la guerra de clases y en el poder de las influencias, de sus habitantes. Y en El cura de Tours, en la que la malvada mademoiselle Gamard hace que el inocente cura se quede sin casa y sin su querida biblioteca, encontramos las grandes líneas de la historia de Penelope. Basta con cambiar Gamard por Gamart, y mademoiselle por señora, para que resulte evidente cuál fue la fuente de inspiración de la autora de La librería.

Tampoco la elección del nombre que Penelope le da a la heroína de su novela, Florence Green, es banal. La palabra green, “verde”, se utiliza de manera figurada para designar algo “inocente” o “inexperto e ingenuo”. Aunque la autora también dota a Florence de otras muchas cualidades que nada tienen que ver con la inocencia. La protagonista del libro es valiente e ingeniosa, y haciendo gala de esa fuerza toma la decisión de hacer realidad, contra viento y marea, su sueño de abrir una librería en un pequeño pueblo que no se caracteriza precisamente por la amplitud de miras ni por las aspiraciones culturales de sus vecinos. Tal y como en un momento determinado le dice el señor Brundish, ese “coraje” es su único aliado, pero ¿de qué le sirve si, como ella misma siente en los momentos de zozobra, “el mundo se divide en exterminadores y exterminados”? Mientras que la nouvelle de Balzac despliega un cierto pesimismo programático —los débiles terminarán en el paredón—, lo que encontramos en gran parte de la novela de Penelope es un relato tan humorístico como alentador de las aventuras y desventuras de una mujer solitaria que ha decidido empezar a vender libros, de la ayuda que recibe por parte de los sectores más extravagantes de la población, entre los cuales se cuentan sus excéntricos clientes, y de su impredecible gusto a la hora de elegir los títulos que ocuparán los estantes de su pequeña librería.

(…)

Buenos libros

La propietaria de la librería descubre pronto, consternada, que los libros que realmente le demandan sus clientes son manuales sobre el mantenimiento del automóvil, volúmenes sobre la guerra y la observación de las aves, así como biografías de la realeza, que además provocan grandes disputas entre ellos. Como dueña de un negocio que le da de comer, Florence se ve obligada a vender los libros que la gente quiere, aunque su idea esencial no sea la de conseguir beneficios. Hasta que se enfrenta a la posibilidad de ofrecer a sus clientes el escandaloso bestseller de Nabokov, Lolita, y decide dirigirse al Sr. Brundish para que le dé su opinión al respecto. El consejo de él resulta tan memorable como saludable: “Es un buen libro y, por lo tanto, debería intentar vendérselo a los habitantes de Hardborough. No lo entenderán, pero será mejor así. Entender las cosas hace que la mente se vuelva perezosa”.

Los dos “buenos libros” que Florence decide llevarse consigo cuando abandona definitivamente su tienda constituyen una especie de profecía del futuro literario que aguardaba a Penelope. Grace Abounding remite directamente a Grace, el nombre que recibiría la casa flotante anclada en el Támesis en la que viviría la familia protagonista de su siguiente novela, A la deriva, ganadora del Booker Prize. Y en Unto this Last encontramos una genciana aplastada entre las páginas: La flor azul de su última novela.

La librería. Penelope Fitzgerald. Traducción del inglés a cargo de Ana Bustelo. Posfacio de Terence Dooley. Editorial Impedimenta.
Puedes escuchar aquí una muestra del audiolibro de La librería.

Adaptación cinematográfica

Sobre la adaptación cinematográfica de La librería, el crítico de cine del diario español El País, Carlos Boyero dice: “Coixet describe todo esto con una delicadeza y un tono cercanos a la orfebrería. Imágenes, diálogos, silencios, pequeños y reveladores gestos conviven en armonía, arropados por una atmósfera magnética y veraz. Su intimismo es contagioso. Y la historia que me han contado sigue conmigo durante el resto del día”.