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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Señora Murdoch

¿Te gustan Alice Munro, Lorrie Moore, Joan Didion, Zadie Smith, Toni Morrison y Joyce Carol Oates? Si es así, entonces la irlandesa Iris Murdoch te va a encantar: ella es su maestra. Si no, te sugiero que te des una oportunidad. Léela y le agradecerás por tamaña oportunidad.

Narradora de lectores incómodos y exigentes. Narradora para narradores. Narradora cuya poética se encamina en los más escondidos senderos de la dimensión humana. Lo que pocos se atrevían a contar, ella lo hacía como nadie. Murdoch te seduce, te divierte, te susurra en el oído y te hace partícipe de un espectáculo degradante del que no quieres ser parte. La lees y sientes un oscuro alivio porque sabes que no eres ni remotamente uno de sus personajes.

En Henry y Cato, acaso su mejor novela, asistimos a una narración lineal, llámala pura, de aliento decimonónico, pero sin la carga de las descripciones exhaustivas. A nuestra autora no le gusta detallar lugares, ni objetos, sino sensaciones que determinan el comportamiento de sus personajes, tal y como vemos en las primeras páginas con la desazón del sacerdote Cato Forbes en el puente ferroviario de Hungerford de Londres. ¿Qué es lo pasa? ¿Por qué camina de un extremo a otro del puente? ¿Acaso piensa suicidarse? Su extraño accionar nos lleva a barajar más de una especulación. En la misma línea narrativa, se nos presenta a Henry Marshalson, quien regresa a su país para hacerse cargo de una herencia que no esperaba. Mientras intenta dormir en el avión, Henry se cuestiona por cada una de las decisiones que ha tomado en los últimos años. La peor de ellas: pensó que en Estados Unidos iba a encontrar un sentido para su vida. En él detectamos una violencia interna que canaliza, en especial, en su madre. Piensa en no frecuentar a nadie ni bien arribe, pero también sabe que no sirve de nada aislarse. Por ello, considera que su viejo amigo Cato es la única persona que vale la pena buscar.

Esta escritora, considerada en un su momento «la mujer más inteligente de Inglaterra», despliega genialidad al momento de poner en el asador los complejos y taras de Cato y Henry. Ambos hacen gala de una alta cultura, de una sólida formación y de una mente privilegiada. Murdoch los desnuda en el punto más sensible y aparentemente impenetrable: su moral. Nos convertimos pues en espectadores de primera fila de su cirugía literaria, porque eso es lo que hace, sanarlos, pero los cura en el enfrentamiento con lo que menos están dispuestos a aceptar. Sin más, son arrojados a la hoguera.

Esta obra maestra encapsula lo mejor de la autora. En ella sufrimos, disfrutamos y aprendemos con su mirada, voz y costura narrativa. Se dice que las grandes plumas ofrecen idóneas puertas de acceso. Pues bien, estamos ante la puerta idónea de una obra narrativa que a la fecha se yergue como una de las más contundentes desde la segunda mitad del siglo anterior, sin exagerar.

Por lo dicho, esta reciente reedición de Henry y Cato por el gran sello Impedimenta, es un genuino motivo de celebración. Murdoch vuelve con el único objetivo de seducir a los lectores de las nuevas generaciones. Desde hacía buen tiempo me preguntaba por qué no la conocíamos más, por qué no la leíamos como la teníamos que leer, por qué no nos inspirábamos en su magisterio narrativo. Pues bien, se acabaron los lamentos. Gabriel Ruiz Ortega