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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Siempre nos quedará la relectura

Me he identificado completamente con lo que Pablo d’Ors confiesa en el arranque de su prólogo a esta novela: en su día quedé tan deslumbrado por la lectura de Tentación, que no era capaz de recomendar a mis amigos otra lectura.

Han pasado los años y aquel libro sigue manteniéndose incólume en el anaquel de mis recuerdos de libros fetiche, libros a los que uno vuelve una y otra vez a través de los recuerdos, como quien es capaz de recrear los detalles más nimios de una vivencia memorable. Es una estantería bastante estrecha, en la que Tentación comparte balda con otras piezas maestras como La educación sentimental, Servidumbre humana, Crimen y castigo, Cuento de hadas en Nueva York o Última salida para Brooklyn. Lecturas que en cada caso encierran un mundo propio, ambiciosas y rotundas en su capacidad de construir universos en los que uno quisiera habitar de por vida.

Con Székely también me ocurrió como con los autores de muchos de estos libros: inicié una búsqueda infatigable de nuevos títulos del mismo autor, pero el resultado de la búsqueda no fue tan productivo como me sucedió con Somerset Maugham, J.P. Donleavy o Hubert Selby Jr. Es más: no había nada, sólo una biografía que fui completando con el tiempo y que hablaba de un origen humilde y una infancia miserable en Budapest (memorablemente recreada en Tentación), y más tarde, de una exitosa carrera como guionista en Hollywood y distinguida incluso con un Oscar; finalmente, de un exilio a México, huyendo de las garras del McCarthysmo, y de un regreso final a Europa, concretamente a Berlín, donde moriría en el 58. Llamado a ser un ‘one hit wonder’, como Kennedy Toole, Mary Shelley o (parece que no: pronto lo sabremos) Harper Lee, conocía sin embargo de la existencia de una primera novela del autor, previa a Tentación, pero no ha sido hasta ahora cuando Impedimenta, con el olfato literario que acostumbra, ha regalado a los lectores españoles esa primera novela de Székely, que viene a corroborar lo que ya conocíamos: que estamos ante uno de los mejores autores centroeuropeos de todos los tiempos.

En Los infortunios de Svoboda uno se reencuentra con algunos de los elementos que ya estaban muy patentes en Tentación y que formaban parte de su esencia narrativa: un dibujo de personajes sumamente eficaz; una gran finura en el uso del humor, siempre con un punto desvergonzado; la capacidad de reírse de lo miserable, dando al texto una agilidad con la que es posible sobrevolar los aspectos más dolorosos y angustiosos. En Tentación, el tema principal era el hambre; en Los infortunios, diría que la estupidez, en sentido muy extenso. Inicialmente, esta estupidez está focalizada sobre el bobo Svoboda, protagonista de la novela y un personaje magistralmente dibujado, pero al finalizar el libro uno llega a la conclusión de que el pobre diablo no es menos idiota que los nazis que asedian su poblado o que el resto de vecinos de la comunidad.

Se ha comparado a este libro con Las aventuras del buen soldado Svejk, por su carga sarcástica y por cierto parecido con el personaje central de la obra maestra de Hasek. Siendo inevitable la comparación, a mí me ha recordado más a la novela Trenes rigurosamente vigilados de Bohumil Hrabal, porque ambas utilizan el humor para narrar una historia de resistencia frente al invasor alemán, y porque ambas parten de una estación de tren. Me atrevería a añadir que ambos autores, Hrabal y Székely, son autores marcadamente centroeuropeos en su concepto literario y en su obsesión por levantar acta de la Historia europea de entreguerras.

Los infortunios de Svodoba tiene también otro de los atributos que hacen de Tentación una novela esencial: su ligereza estilística, que favorece una lectura muy ágil, siempre divertida, agradable, en suma. La pena de Los infortunios es que resulta demasiado breve, o habría que decir, más bien, que uno quisiera seguir leyendo a Székely. Claro que siempre nos quedará la relectura. El autor y el libro lo merecen.

Por Daniel Ruiz García