cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Solenoide

Empecé a leer Solenoide una mañana a eso de las 6:00 horas. Es una hora perfecta para este libro, entre la vigilia y el amanecer, entre el sueño y la consciencia. Espero los libros de Cartarescu con inquietud, puesto que todos ellos nos han producido placer, pero siempre dejando una ansiedad y una incomodidad adictivas. Solenoide avisa desde el comienzo: para el aventurero lector no habrá descanso. Disfrutará de remansos del mejor costumbrismo disfrazado de memorias de infancia, de juventud, de desesperada madurez, pero enseguida sufrirá el desvío del destino ineludible de toda buena literatura: la sorpresa, la emoción, la extrañeza que incita a conocer.

Cartarescu comienza el libro y nos deja saber que no quiere hacer literatura, aunque vaya si la está haciendo, porque considera que ya lo intentó y fue expulsado de ese mundo. Nos advierte que la realidad es su único fin, aunque este le lleve a lo que otros pudieran pensar que es sueño, invención, ficción. Y de ese modo se emparenta con lo mejor de la literatura desde Kafka, a Calderón, a Cervantes, y advierte que la muerte de su yo escritor fue defintiva y no puede recuperarla y a veces se imagina ese desdoble recogiendo premios, elogios, canapés y recepciones y lo siente ya lejano un otro imposible.

Este planteamiento inicial y el relato de su muerte como literato su caída en los infiernos “con la obra que le debiera haber dado fama universal”, su poemario La Caída, le da vía libre para narrar con total libertad, sin la atadura de normas y esperanzas, de reglas, de géneros y comparaciones, escribir libre, llegar a la verdad, aunque duela.

Y así empieza este estudio de entomológico del ser humano, o al menos de un ser humano que es él, construido en base al dolor y la frustración y mantenido en pie solo por el amor a la literatura y la curiosidad por saber si somos algo más que ácaros en un universo mil veces multiplicado o de verdad debemos creer que existe esto que el sueño nos ha hecho creeer que es la humanidad.

No os aclaro nada, ni quiero. Para los que necesiten anclas, diremos que pasearemos por un Bucarest lleno de barrios miserables, edificios en ruinas, calles sucias, tranvías lentos… y recorreremos los momentos más importantes de la vida del autor: su nacimiento en el que muere (o fue su hermano), la impostura de ser una niña, el macabro y miserable colegio comunista, el mitad hospital de El resplandor, mitad retiro nunca idílico donde encuentra la amistad y el arte de contar, sus estudios, las primeras lecturas con las que combatió una soledad inenarrable, su entrada en la universidad, la aniquilación de su estima como escritor, su trabajo de profesor en un instituto, su amor, el sexo en levitación sobre un mágico solenoide, su divorcio, su paternidad.

Pero también nos sumergiremos en sus sueños recurrentes, en una vida que intenta ser vivida en paralelo a aquella que destruyeron una noche mediante una crítica lacerante y desganada de su obra total, en una ciudad en la que hay manifestaciones donde, como hormigas a la entrada de un hormiguero que está siendo destruido por desganada maldad infantil, sus habitantes gritan socorro, que pare esta muerte lenta, que pare la enfermedad, que pare la sinrazón de saber que moriremos, que seremos aniquilados, que alguien altere nuestro destino.

Mi ejemplar subrayado, me da rabia. Ahora ya no lo puedo volver a leer como si fuera la primera vez. Esas líneas, flechas y palabras que señalaban genialidades, párrafos únicos, ideas conmovedoras, momentos épicos me impiden volver a leer entre líneas y encontrar otra lectura posible, de las miles que el libro nos depara. Qué maravilla, qué tristeza. Quizás me salvara convertirme en un ácaro que invisible malviviera entre las letras pudiendo verlas sin el significado que ahora tienen para mí y así descubrir otras lecturas, otras ideas, que ya no son posibles porque he decidido marcar un plano sobre el texto, un plano que me deja tranquilo pero que hace imposible multiplicarme como lector, que aniquila los mundos literarios paralelos que podría disfrutar sin cruzarme.

Así que, sí, nos ha gustado, y mucho y no nos importa que seamos pocos o muchos los que disfrutemos de él. No es necesario convencer a nadie, podemos estar solos leyéndolo. Cartarescu nos ha inoculado la sensación de que no hay otra posibilidad, más que el camino único, totalmente individual.