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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Terquedad

Encuadernado en cartoné, este libro merece, por méritos propios, conservarse en el anaquel de los Libros que Uno Nunca Debe Prestar.

Allí donde están los ‘pop-ups’ que les regalaron a tus hijos y de los que has acabado apropiándote por resultarte demasiado hermosos y frágiles para sus tiernas manos, los libros de fotografías de gran formato que uno siempre suele enseñar a las visitas o las viejas ediciones de los libros predilectos. El viaje de Shackleton es una preciosidad, un verdadero lujo de edición que tiene todos los ingredientes que debe tener el buen libro físico: calidad del papel, fragancia, encuadernación cuidada… Y detalles. Porque es un libro plagado de detalles. Las ilustraciones evocan la textura de los dibujos con ceras de colores, y son dibujos de trazo infantil. En realidad es un cuento, para niños y también para adultos, y desde el comienzo el libro te invita a participar de ese juego rellenando la casilla con tu propio nombre. Muchas páginas te obligan a la observación morosa, como esa en la que se detallan todos los elementos del equipamiento del Endurance, el barco en el que la expedición de Shackleton realizó su mítico viaje, o como esa otra en la que se presenta a todos los miembros de la tripulación.

La historia es por todos conocida: Shackleton se embarcó en la que más tarde fue conocida como la última gran aventura del periodo heroico de los grandes exploradores del siglo XIX, consistente en atravesar de lado a lado la Antártida por tierra. La expedición se truncó debido al encallamiento del Endurance en el hielo, durante muchos meses en los que los tripulantes debieron combatir contra el frío, la desesperación y la locura. La capacidad de liderazgo del explorador, que los expertos en motivación han manoseado después hasta el límite de lo aborrecible, permitió que el grupo siguiera unido y que la mayor parte de los integrantes de la expedición lograran salvar su vida. Si bien es cierto que, años después, casi todos los miembros de aquella expedición acabaron atormentados por el alcohol y la locura. Pero esa ya es otra historia. La historia del libro se centra en las vicisitudes de los expedicionarios, pero dando al dibujo un papel prioritario, a veces de forma absoluta, ocupando todo el espacio posible en el papel. A pesar de este predominio del dibujo, es un libro con mucho juego de blancos (el blanco está al servicio, casi siempre, de la recreación de los paisajes gélidos de la Antártida), y con cierta vocación minimalista, que queda de manifiesto en la forma de resolver la composición de las cajas de texto.

Un libro, pues, que es un verdadero gozo estético, como el primero de esta reseña conjunta, y que no hace más que reforzar la terquedad de los que seguimos empeñados en celebrar la vigencia del libro en papel. Mientras existan editoriales como Sexto Piso o Impedimenta, el libro físico, estoy seguro, seguirá teniendo futuro.

Por Daniel Ruiz García