Su empleo de la metaficción y la autoconsciencia hacen de esta novela un trabajo «moderno», en el sentido más amplio de la palabra. No es extraño, de hecho, que una gran parte de la crítica literaria rechace la idea de lo posmmodernos como movimiento contemporáneo, aludiendo a ejemplos como Tristram Shandy, para señalar una tradición cultural de la «metaficción» muy anterior a estos nuevos tiempos. Para críticos como Jean Baudrillard, Frederic Jameson o Jürgen Habermas la Posmodernidad no sería sino una fase última —de decadencia para unos, de repetición irónica para otros— de la Modernidad.
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¿Cómo se adapta una novela cuya esencia reside, precisamente, en la forma y estructura literaria frente al contenido? La adaptación al cómic de Martin Rowson nos ofrece algunas respuestas a este interrogante. Como ya decidiera Michael Winterbottom en su día con su versión cinematográfica (Tristram Shandy: La historia de un gallo y un toro, 2005), no hay otra manera de respetar el relato de Sterne que siendo fiel a su especificidad discursiva; y para llegar a tal fin no hay más solución que la de reflexionar sobre el lenguaje y explotar las herramientas del medio al que pretendamos transvasar el texto.
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Por Rubén Varillas.