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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Tras la pista de H.G.Wells

Un brillante acercamiento de un escritor a la vida de otro escritor visionario, con el eje de sus impulsos sexuales y su implicación política

En un año tan propicio para asociar una fecha con los aires utópicos, o distópicos, como 1984, se publicaba una biografía de ese gran escritor que fue Herbert George Wells, nacido el 21 de setiembre de 1866 en Bromley, Kent, Reino Unido y fallecido el 13 de agosto de 1946 en Londres a los ochenta años, aquí se presentó esta biografía de la que hablo por Circe en 1993: «H.G.Wells. Aspectos de una vida», su autor Anthony West, el hijo de Rebbeca West y el escritor. [Libro por cierto nombrado en el libro que ocupa estas páginas, si bien qué libro no ha consultado David Lodge como deja ver en sus páginas finales en las que junto a los agradecimientos expone la enorme bibliografía utilizada…que puede reducirse a TODA la que sobre Wells se haya escrito, y toda la escrita por el mismo biografiado].

El biografiado ejerció mil oficios, iniciándose como escritor en 1895, convirtiéndose en uno de los pioneros de la ciencia-ficción con obras como La máquina del tiempo, La isla del doctor Moreau, El hombre invisible o La guerra de los mundos, en las que se entreveraban ciertas inspiraciones científicas con una perspectiva política en la que se alertaba sobre los abusos de la técnica, y muy en especial sus aplicaciones militares, que podría llevar a la humanidad, inspirada por sus afanes prometeícos, a verse sometida a diferentes Frankenstein…por ella creados.

Ahora Impedimenta presenta una obra en la que un escritor, David Lodge, sigue las huellas del escritor al que admira, que no es otro que del que vengo hablando. «Un hombre con atributos», bajo ese título, que airea varios guiños, y que es opuesto al título musiliano, el escritor londinense nos introduce en los atributos literarios y pasionales del novelista y lo hace con tal puntillismo y cercanía que bien podría pronunciar, como suyas, mutatis mutandis, las palabras que encabezan este comentario. A lo largo de las casi seiscientas páginas de que consta la obra, salta a la vista no solo la admiración que Lodge profesa hacia Wells sino que parece tomarle como el modelo de lo que a él le hubiera gustado ser y no logró, con lo que en cierta medida, dos en uno, estamos ante una presentación o acercamiento a dos escritores: al biografiado y al autor de la Trilogía del campus, como sombra especular e imaginaria del primero.

Si Lodge ha solido tomar su vida como materia prima de su escritura, en la presente ocasión, ya lo había probado de manera exitosa anteriormente con las angustias de Henry James en su ¡El autor, el autor!, penetra hasta las entretelas en la vida de un visionario, tratado como un ser de novela y cuya vida es convertida en eso, en una novela entretenida, documentada y rigurosa en lo que hace a la realidad del personaje. Se apoya el autor en los testimonios de distintas personas que trataron a Wells y que escribieron sobre tales relaciones; anuncia Lodge al inicio de su monumental novela —biografía, aclarando su método y su propósito— y que se me excuse lo largo de la cita: «Casi todo lo que sucede en esta narración está basado en información obtenida de fuentes fidedignas; basado en un sentido amplio, es decir, que es deducible de lo que afirman dichas fuentes y coherente con ello. Todos los personajes son retratos de personas reales, y las relaciones que estas mantuvieron fueron como se relata en estas páginas. Las citas de sus libros y otras publicaciones, sus discursos y (con muy escasas excepciones) sus cartas reproducen sus palabras. Pero, como novelista, me he tomado ciertas licencias a la hora de representar lo que pensaban, lo que sentían y lo que se decían, y he imaginado muchos detalles circunstanciales que la historia no ha registrado»; fin de la cita.

El retrato de quien fuese un brillante arqueólogo del tiempo futuro se mantiene fiel, muy en especial en lo referido a su trato con las mujeres. La tercera persona recurre en no pocas ocasiones a la del propio Wells, tomando frases suyas, y presentándonos al propio protagonista hablando y hasta discutiendo consigo mismo, y somos invitados a entrar en los recovecos más íntimos del propio escritor hablando a calzón quitado, sobre su concepción de la sexualidad, materiales tomados de la correspondencia de Wells y de sus rumias de sus últimos años. Ayuda al acercamiento, la media docena de entrevistas intercaladas que prestan la palabra al escritor en una amplia gama de temas y la referencia a una elogioso artículo de George Orwell., que ponía en dispar relación a Well y Hitler y el Estado mundial, subrayando cómo los jóvenes que deseaban escribir habían tenido durante una época un inequívoco modelo en Wells, que difundía un efecto iluminador y liberador sobre no poca gente.

El título original de la novela-biografía en inglés es A Man of Parts, y ciertamente el contenido responde a la realidad troceada que nos es entregada, de manera que la verdad sobre Wells es elaborada como una construcción de diferentes trozos que van componiendo en diferentes piezas, al modo de las fichas de un puzzle, que dan cuenta en su combinación de un yo fluido, que corresponde a la visión, que sobre la escritura y sobre sí mismo confesase el propio Wells, haciendo recordar a aquel dicho de Arthur Rimbaud de que Yo es un otro, para dar cuenta del devenir de sí mismo, de la movilidad y de los cambios que se producen en la vida del sujeto, haciendo de este un ser poliédrico, múltiple y hasta caleidoscópico. En este orden de cosas, David Lodge intenta, y pienso que lo consigue o al menos lo convierte en creíble, meterse en la propia piel del presentado, quien en sus momentos postreros de su existencia, desencantado por el estado del mundo, por el fracaso de sus esperanzas utópicas, por su afiliación en la sociedad Fabiana, de clara impronta socialista ( de la que en sus pinitos autobiográficos evitaba extenderse para no aburrir a sus lectores) y las voces que le rondaban de sus mujeres amadas: sus dos esposas, sus incontables amantes, muy en especial Amber Reeves que le llamaba maestro, o la insaciable arribista Rebecca West… nombres de mujeres por doquier Isabel, Jane, Moura, Alice, Dusa, Rosamund… y siempre la tenaz búsqueda de la culminación del deseo huidizo por parte de este Casanova de verbo fluido y ameno. Si Oscar Wilde decía que lo mejor que se puede hacer con una tentación en ella, Wells cumplió en no pocas ocasiones tal consejo.

David Lodge, con sobradas dosis de humor, recrea al personaje que quería cambiar el mundo, fogoso defensor del amor libre lo que le condujo a iniciar repetidas experiencias sexuales, con éxitos y sonados fracasos, que además del consiguiente placer el supusieron no pocas preocupaciones y entorpecieron su carrera como hombre público; juzga el autor que «el sexo para G.H.Wells, era idealmente una forma de recreación, como el tenis y el badminton, una cosa que se hacía cuando se había finalizado alguna tarea con éxito, para desfogarse y ejercitar un momento el cuerpo más que su espíritu…». Lodge nos conduce a un balanceo que se da entre los ideales amorosos y el deseo, y extiende su narración al telón de fondo de la sociedad, de puritanismo victoriano, en la que vivió G.H. Wells: con las esperanzas en el socialismo, el surgimiento de las reivindicaciones feministas, y la visión de los bombardeos aéreos, y al empleo de la bomba atómica… hechos que fueron conocidos por una vida que padeció las dos guerras mundiales del pasado siglo.

La lectura de la obra puede espantar ante la abundante paginación y el menudo tamaño de la letra, más a medida que se va entrando en ella, lo cual no tarda en llegar, las páginas con sus historias se deslizan con fluidez haciendo que lleguemos al final y casi desearíamos más. Desde el inicio, situado en 1944 con el escritor enfermo, rodeado de sus seres queridos, hijos y amantes, y la banda sonora de los continuo bombardeos que se oían desde su casa de Rengent’s Park… [recuerdo por asociación de ideas la experiencia del pintor Francis Bacon quien desde su balcón, en forma de tríptico mirador, veía la polvareda y escuchaba el bestial estruendo que provocaban los bombardeos de Londres]; en el libro del que doy cuenta, la marcha se acelera al presentarse una auto-entrevista en la que se comienza a conocer la vida de este escritor visionario, que se irá abriendo en amplio y colorido abanico en el que el amor y la política cobran el eje sobre las que pivotó la vida de Wells, mirada que se va ampliando a sus creaciones literarias, de las que el propio autor ofrece sus inspiraciones y temáticas en las que ocupan un papel central la ciencia y sus lazos con la política, que le llevaron a conocer y relacionarse con algunas destacadas figuras de la época: Rooselvelt, Gorki o Lenin.

Concluye David Lodge su travesía tras las huellas de Well, señalando que «con el tiempo, la brillantez de su imaginación y su intelecto fue menguando, la gente poco a poco fue dejando de contemplarlo maravillada y ahora ha desaparecido de la vista. Pero también en la historia de la literatura hay órbitas excéntricas. Tal vez algún día vuelva a brillar en el firmamento»; ¡Ojalá! Siendo de justicia añadir que la obra exhaustiva de Lodge bien puede servir para ello, creando interés hacia el escritor y sus anticipadoras obras, ya que en ella además de a la persona se nos acerca a sus obras más señeras, haciendo que la biografía —escrita al modo de una verdadera autobiografía— sirva para dar a conocer la obra de H.G. que es como le conocían sus amigos.

Iñaki Urdanibia