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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Un clásico con mucha tinta

Preparaos para pasar un rato de lo más divertido, cargado de dulzura e ironía por parte de una pluma, la de Twain, bastante sarcástica.

Una serpiente, manzanas y un paraíso para dos. Parece que está todo contado… pues hay una versión irresistible que nadie debería perderse, la de Mark Twain. Su sabida obsesión por los temas bíblicos con su peculiar visión de éstos, hacen de este diario paralelo a dos voces una lectura divertida y de sonrisa (de la inocente) garantizada. Me acerco a esta obra sin idea preconcebida y más atraída por el trabajo delicioso que desde la portada Sara Morante concibe para Twain, que por el propio autor. Además de la garantía de calidad a la que Impedimenta nos tiene acostumbrados. Un poco de olor a tinta en un clásico aclamado de primeros del siglo XX nunca es una mala opción, y no sólo eso, a cualquier ávido lector no le pasará desapercibido cuando lo vea en su librería, queriendo comprobar con más claridad qué oculta ese árbol cargado de manzanas. Ante esta total libertad y con los sentidos expectantes, saboreo, huelo y palpo una historia más original de lo que podría imaginar.

Los diarios de Adán y Eva es todo aquello que cualquiera se preguntaría si fuese el primero en ser y descubrir un nuevo mundo, sin pretensiones más allá de las básicas y necesarias, no esperéis un relato religioso con deidades exultantes, no es más que el diario íntimo y personal del primer hombre y la primera mujer con todo por descubrir, inocentes y vacilantes, sensibles y únicos. Eso sí, preparaos para pasar un rato de lo más divertido, cargado de dulzura e ironía por parte de una pluma, la de Twain, bastante sarcástica. Su carisma humorístico no da tregua a la supuesta especie más inteligente, dejando claro un ridículo manifiesto de las potencialidades humanas. Palabras sencillas y rebosantes de sarcasmo, la gran especie, la superior, mostrada con sus debilidades en todo su esplendor. Muy divertida, y muy humilde, el autor gozaría de gran inteligencia siendo capaz de reírse de las propias debilidades y convirtiendo en parodia el significado de la existencia y las relaciones.

El libro está estructurado en dos partes que en su día fueron publicadas de manera independiente. El propio autor quiso verlas juntas, al escribir el diario de Eva poco después del fallecimiento de su esposa Olivia, homenaje que queda manifiesto en las últimas palabras a modo de epitafio. Quizás las más bonitas y complejas (aunque en apariencia no lo sean) de toda la obra. La primera parte está dedicado al diario de Adán, primer ser humano solitario, distante, imbuido de su particular paraíso donde cualquier contacto es un incordio, que ni le interesa ni entiende. Cuenta sus días con esa aparición de Eva creando un «nosotros» hasta entonces desconocido. Le rehúye y desconcierta la manera en que ella se desenvuelve ante la naturaleza y los otros seres, creando unos vínculos y emocionalidad que él no siente. De hecho Caín, para Adán, tiene todas la papeletas para ser una especie de pez nueva y más tarde, un canguro. Sin embargo el apego de la mujer hace que el desastre respecto al destino de la criatura no llegue a mal puerto. Por otro lado está el diario de Eva, considerada a sí misma como un experimento del creador, es la organizadora natural del paraíso, siempre velando por el bienestar y el buen ánimo de Adán, por adelantarse a los deseos o las necesidades de éste, mientras que siente como él la rechaza y le cuesta aceptar su compañía haciéndola sentir una intrusa, pero también en el paraíso el tiempo pasa y las percepciones cambian…

Perdonemos pues los roles tópicos que Mark Twain hace de la diferenciación entre sexos: sensibilidad femenina con la innata protección materna también hacia la pareja versus despegue emocional masculino y hosquedad insensible y egoísta. Venga, sí, es de hace más de un siglo, por esta vez que pase.

Y como colofón está Sara Morante, sus ilustraciones no sólo son el reclamo, también la guinda a una historia vista a través de imágenes que completa con la misma sencillez que las letras de Mark Twain, y también con un sello personal en cada trazo que hace que lo queramos todo de ella. Precisamente porque Sara Morante lo da todo.

Recordad, queridos lectores, Impedimenta, siempre Impedimenta.

Por Mercedes Suero