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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Un día en la vida de una mujer sonriente (Margaret Drabble)

Sutil, inteligente y no al alcance de cualquiera.

Margaret Drabble se cruza de nuevo en mi camino por obra y gracia del Club de Lectura organizado por la librería-café La Madriguera y porque se puede contar constantemente con la bella gente del equipo editorial de Impedimenta. A la cita acudió, sonriente, apasionada y siempre con un libro bajo el brazo que encaja en algún hueco de mis estanterías, Pilar Adón, que sigue debiéndome un tiempo sin reloj… cuando lo tenga para ella misma. Como es habitual, nos contagió su pasión y sus conocimientos y nos contó interesantes historias sobre la trastienda de las editoriales y, más concretamente, historias y detalles no siempre conocidos por el lector sobre el libro que era objeto de debate. Un lujo siempre contar con Pilar o cualquiera de las interesantes, amables y entusiastas personas de Impedimenta.

Así que otra vez con Drabble entre manos, en esta ocasión con un libro que reúne todos sus relatos. Ordenados cronológicamente, hay que decir que esa cronología no se corresponde al momento en que los escribe, sino a cuando son publicados. En cualquier caso, se puede apreciar la evolución de Drabble como escritora, pero también como persona que no es ajena a lo que le rodea, a lo que le sucede, a quien es, a sus intereses y a lo que quiere contar. De hecho, las mujeres de los primeros relatos son jóvenes e inquietas, y las protagonistas de los últimos relatos son mujeres que en cierta manera maduran y encuentran la paz a través de la reconciliación consigo mismas.

Porque la sinopsis y el título me lo indican, comienzo a leer pensando que es un libro de mujeres, así que me sorprende que en el primer relato (y en alguno más) la voz protagonista que escucho sea… la de un hombre. Pero, y he aquí la magia de Drabble, cuando termino el libro sé que he leído, de principio a fin, un libro sobre mujeres. Mujeres que sueñan, mujeres que temen, mujeres que aman, mujeres que no aman, mujeres que sonríen, mujeres que observan, mujeres que buscan, mujeres que deciden, mujeres solas, mujeres que callan, mujeres que no se callan, mujeres cansadas, mujeres que luchan, mujeres que trabajan más que nunca a partir de la emancipación (laboral) de la mujer (o sea, antes trabajabas en casa. Ahora trabajas en casa y fuera de ella, a eso se reduce, en la mayoría de los casos, la liberación e independencia de la mujer hoy en día: a trabajar el doble).

Cuando leí La niña de oro puro, la sensación que predominaba era la de un libro sólido, inteligente. Brillante. Con Un día en la vida de una mujer sonriente he podido apreciar y discernir más nítidamente qué era lo que me gustaba de esta autora.

Técnicamente Drabble es impecable: en cada relato va al grano desde el primer párrafo, crea una atmósfera, unos personajes y, en pocos trazos, una historia que contar, una razón para que tú quieras seguir leyendo. Y todo ello, con un lenguaje nada pretencioso ni artificioso y un fondo de ironía muy atractivo. Las formas, en este caso, se basan en una estructura sencilla, minimalista casi, un lenguaje directo y nada sofisticado ni lírico pero que se conecta de tal manera que muestra de una forma ingeniosa y profunda esos recovecos del interior del ser humano que son invisibles para los demás y que, sin embargo, mueven nuestra conducta y nuestras decisiones.

Hay muchos lectores que no se sienten atraídos por los libros de relatos. Las razones son variadas y muchas de ellas tienen que ver con la sensación de que en un relato las historias se quedan incompletas o que no les satisfacen los finales o que prefieren una historia con un principio, un desarrollo y un final cerrado. Y yo siempre he pensado que eso solo sucede si se cuenta la vida de una persona desde que nace hasta que muere porque (siempre lo he dicho) las personas somos muchas historias y todas se pueden contar (o no), cada una de ellas puede ser un libro. Y sin embargo, las historias no tienen final, siempre continúan. Por eso, me gustan los libros que cuentan varias historias en una, o también los relatos, que nos muestran una mirada en la vida de una persona en un momento puntual, en unas circunstancias concretas, en una situación que, no por efímera, impide contar toda la vida de una persona o incluso de una sociedad… o de la humanidad entera. Historias que se cuentan a partir de lo cotidiano, del día a día, porque un instante puede ser una historia que contar.

Las historias que nos cuenta Drabble tienen esas características. Por ejemplo, y sin ir más lejos, en el relato que da título al libro, Un día en la vida de una mujer sonriente, asistimos al día de una mujer (sonriente)… y en ese día, se muestra toda la existencia de esa mujer. Cómo señaló Pilar Adón ¿os recuerda a algo?… Efectivamente, a La señora Dalloway, de Virgina Woolf. Y Drabble lo hace no en un libro, sino en un relato de poco más de 30 páginas.

Y así con todas las historias. Pocas páginas, una historia que contar. Y, he aquí otra vez la inteligencia y habilidad de la autora, son historias completas. Cerradas. Cada historia tiene su propia personalidad. Lo que no impide que dejen margen al lector para poner su parte para interpretar lo que acaba de leer. Sutil, inteligente y no al alcance de cualquiera.

Porque el lenguaje directo, llano y transparente de Drabble no le impide, ni mucho menos, mostrar lo implícito, lo invisible. Pone palabras ahí donde no siempre las tenemos. Mostrar desde lo cotidiano aquello en lo que podemos reconocernos: inquietudes, temores, certezas, dudas… los mimbres con los que nos construimos cada día sin casi no ser conscientes de ello.

Termino, pero no quiero hacerlo sin compartir una interesante curiosidad que, de no ser precisamente porque contábamos con el privilegio de tener a Pilar Adón, se nos habría pasado por alto. El relato La viuda alegre habla de «una mujer que suspira aliviada cuando muere su esposo”. Podríamos pensar, por aquello de lo autobiográfico que, de forma más o menos evidente, puede haber en todos los relatos que ese relato en concreto puede tener que ver con el divorcio del primer marido de Drabble ¿no? Pero si de repente Pilar Adón te hace observar el detalle de que la fecha del relato coincide con el fallecimiento de la madre de Drabble, entonces la lectura cobra otra dimensión ¿verdad?

Y eso me fascina de los libros: que quien los escribe está detrás, dentro de ellos, atravesándolos.

Todos los relatos me han parecido interesantes, atractivos, admirables. Pero hay uno que, de forma extraña, me ha impacto más: Los regalos de la guerra. Y ahora me queda a mí, la lectora, esclarecer(me) las razones de ese impacto. La magia de los libros.

ANA BLASFUEMIA