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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Un falso «true crime» viaja a la Escocia feudal de 1869

Graeme Macrae presenta «Un plan sangriento», una novela de ficción planteada como si fuera la investigación de un brutal asesinato real.

En la Escocia profunda de 1869, en una aldea perdida de las Tierras Altas, un joven de 17 años, hijo de un más que humilde aparcero, mata a sangre fría a su vecino y otros dos miembros de su familia. Confiesa y, antes de ser ejecutado, escribe unas memorias desde la cárcel. Ese relato en primera persona, junto a las declaraciones de testimonios en el juicio, los informes forenses, las opiniones de abogado y psiquiatras, seguimiento del crimen en la prensa de la época… componen Un plan sangriento. El caso de Roderick Macrae (Impedimenta), escrito por el escocés Graeme Macrae Burnet (Kilmarnock, 1967). Sin ninguna información previa, el lector no hallará nada que le lleve a sospechar que no se trata de un ‘true crime’, libros de no ficción que forman parte de una tendencia en auge dentro del género negro que investiga casos criminales reales. Sin embargo, “sin ánimo de engañar a nadie”, recalca el astuto autor a su paso por Barcelona, construyó un falso ‘true crime’ que fue finalista del Booker Price 2016 (ha vendido más que la novela ganadora, 200.000 ejemplares, y ha sido traducido a 21 lenguas).

Macrae, escritor y productor televisivo que trabaja ya en su cuarta novela, quiso “crear el efecto de que lo que escribes es real” siguiendo el ejemplo de un libro de Michel Foucault: ‘Yo, Pierre Rivière: habiendo degollado a mi madre, a mi hermana y a mi hermano’. “Ese es la historia real de un hombre que asesinó a su familia. Me fascinó la violencia extrema de lo que cuenta frente a la elegancia de cómo lo cuenta. Y está escrito a través de testimonios de los que conocieron al asesino”. Como Macrae, que cita también títulos, en este caso de ficción, que “utilizan la estructura de documentos encontrados, diarios, cartas o noticias de prensa, algo habitual en la literatura del siglo XIX y XX”: Drácula, La piedra lunar, de Wilkie Collins -“la primera novela de detectives”- o La náusea, de Sartre.

Más allá del crimen, y basándose en documentos de la época, la novela retrata la forma de vida de esa zona rural de Escocia –que el autor conoce porque su madre vivía allí-, que a finales del siglo XIX poblaba “una sociedad estratificada, donde no había oportunidades de ascender de clase, donde los aparceros eran increíblemente pobres”. “Vivían en las llamadas casas negras –explica Macrae-, construidas en piedra y sin chimeneas, con lo que el humo lo ennegrecía todo, compartiendo espacio con los animales, dentro de un sistema feudal muy lejos de la industrialización de ciudades como Glasgow. Los aparceros estaban a merced del alguacil y del ‘lord’, que era el dueño de la tierra y dictaba las normas. No podían pescar, ni cortar la hierba, ni coger algas… porque todo era propiedad del ‘lord’.

Aceptar el sufrimiento

Y de ahí surge el conflicto que lleva a Rodi al asesinato en ‘Un plan sangriento’, el abuso de poder por parte de un alguacil sobre una familia de aparceros, y la sumisión de estos a la Divina providencia. “Estaban sujetos a las leyes de la Iglesia presbiteriana, que les decía que debían aceptar su sufrimiento, que no podían rebelarse. Si el ‘lord’ despojaba al campesino de la tierra la iglesia les decía que debían aceptarlo. La opresión que puede sufrir un ser humano, la representa el padre de Rodi, totalmente anclado a la sociedad que le ha tocado vivir”.

Locura y responsabilidad

Refleja también Macrae las opiniones del psiquiatra real J. Bruce Thomson y de los tratados de antropología criminal del siglo XIX. “Tenían ideas racistas y misógenas pero otras eran modernas, sobre la posibilidad de que un ser humano cometa un crimen pero no sea responsable de él”, cuenta el autor, que admite que “la gran pregunta del libro es si Rodi está loco o no”, pues su en su testimonio “hay destellos de locura, pero el lector sabe que no dice toda la verdad y que es calculador”.

Thomson, añade, “bebiendo de la teoría de Darwin, creía en una clase criminal surgida de una degeneración de la especie, que había ido hacia atrás en lugar de evolucionar”. Eso implicaba “una categoría de criminales condenados a cometer crímenes”. Pero, opina Macrae, “nadie nace con instinto asesino, es el entorno el que te moldea”.

ANNA ABELLA