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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Vida tras Charlie Hebdo

Catherine Meurisse, una de las supervivientes del atentado a la revista satírica, reflexiona a través del arte en La levedad.

La ilustradora francesa Catherine Meurisse fue una de los pocas supervivientes de la plantilla de viñetistas que trabajaban en la revista satírica Charlie Hebdo que el 7 de enero de 2015 sufrió un atentado en París en el que murieron doce personas y fueron heridas de gravedad cuatro. Meurisse, que había sido la única mujer del equipo durante mucho tiempo, publicaba semanalmente una tira de tipo sentimental donde se burlaba sobre todo de las relaciones entre los ancianos y las jovencitas. Sin embargo, algo parecido fue, precisamente, lo que la salvó de morir acribillada, ya que aquel miércoles llegaba tarde al trabajo porque se había pasado toda la noche sin pegar ojo a causa de un disgusto amoroso.

Cuando la dibujante se aproximaba a su destino en la calle Nicolas Appert 10 de la capital francesa, tuvo tiempo para escuchar las ráfagas de disparos que acababan con las vidas de sus compañeros. En ese mismo instante, justo en la acera de enfrente, se encontraba su compañero Luz, otro redactor que también se había retrasado porque había pasado la noche celebrando su cumpleaños con su mujer, y al que pertenece la portada del primer número tras el atentado en el que aparece la imagen del profeta diciendo ‘todo está perdonado’. La experiencia traumática de ambos autores se han convertido en sendas obras autobiográficas en las que cuentan cómo han superado este drama. Luz se refugió en el amor en la obra Catharsis. Mientras que su compañera publicó este La levedad en el que utiliza el arte para reflexionar sobre todo lo ocurrido. La autora se pasea por todo tipo de museos o ruinas artísticas de Italia y Francia. Pasea por el Louvre, la Villa Medici, el Palacio Massimo, Villa Borghese y el foro romano donde los cuerpos mutilados de las estatuas los asocia a los cuerpos destruidos de sus amigos. Y la mayor parte del tiempo ella está acompañado imaginariamente por Stendhal, el afamado escritor al que se relaciona con una enfermedad psicosomática que causa convulsiones y alucinaciones cuando un individuo es expuesto a obras de arte. Pero también muestra cómo era el trabajo, un poco caótico, en la redacción, las consultas con el psicólogo, el regreso a la zona del atentado. Y todo ello manteniendo el espíritu Charlie Hebdo que supone reírse de lo absurdo de la vida, burlarse de cualquier cosas para no tener miedo de nada, y sobre todo de la propia muerte. Algo que ella también mantiene con un estilo anárquico en el que, en un momento, puede deleitarnos con suaves y plácidos trazos en acuarela, para luego confundirnos con viñetas abigarradas en blanco y negro en las que ocurre de todo. La viñetista, que tras el atentado vivió escoltada, acosada por la prensa y recluida en un auténtico búnker, muestra al final su confianza sobre el género humano. Y es que aquí, ciertamente, se hace evidente, mejor que nunca, esa frase filosófica que nos recuerda que el arte es lo único que verdaderamente nos puede salvar de la locura humana.