Publicado en Eñe
Hay en Stanley y muchos de los personajes de la novela, posiblemente también en su autor, Kingsley Amis, y por agregación en mucho literatos británicos del siglo XX, una adicción al alcohol proverbial e imprescindible en la narración, por supuesto acreedora a su categoría de filosofía existencial. Siempre hay motivo para tener una copa en la mano, por un lado el elemento socializador y el flirteo, por otro las aflicciones, el estrés, incluso un detalle satírico y burlesco; cuando un personaje se sirve un gin-tonic en un vaso maravilloso labrado, suele haber diálogos increíblemente divertidos en una novela de Kingsley Amis. Igual que en la vida real de nuestros días, si bien detrás de lo ocurrente y cómico podemos encontrar acontecimientos más delirantes y siniestros, y Stanley desde su confusión con el entorno que le rodea (su actual mujer, Susan, Nowell, su ex mujer, el marido de Nowell, y su propio hijo en su carrera hacia la esquizofrenia, si bien nada, absolutamente nada es lo que parece en esta novela) tiene serios problemas sociales, familiares y sentimentales que se suelen mitigar bebiendo, y tiene ese motivo lúdico y alcoholizado algo análogo al hecho de ese drama mortal que viene a ser levantarse cada mañana, siendo ahí donde se entrevera el leit motiv de la locura, las relaciones con las mujeres, la neurosis y el divorcio.