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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

T. C. Boyle: «Creemos que no somos animales y que las reglas no aplican a nosotros» – La Voz de Galicia – «Terranautas», de T. C. Boyle

Su novela «Los terranautas» está basada en la historia real de una misión para crear un prototipo de colonia espacial

En 1994, más de quince años antes de la pandemia del coronavirus, el confinamiento ya era una realidad. Aunque, en ese caso, se trataba de un grupo selecto de ocho personas privilegiadas que formarían parte de un experimento científico reconocido mundialmente, las reglas eran semejantes: nada entra, nada sale, para evitar la contaminación con el exterior. Basada en la verdadera historia del proyecto Biosphere, que se llevó a cabo en el desierto de Arizona, Los terranautas narra las experiencias de estos científicos que se encerraron bajo una cúpula de cristal para poner en marcha un prototipo de colonia extraterrestre. La novela de T. C. Boyle se publicó en el 2016, y llega ahora a la audiencia hispanohablante con una traducción de Ce Santiago, de la mano de la editorial Impedimenta. Sometidos al escrutinio constante de las cámaras y los medios de comunicación, preocupados por la escasez de alimentos y agotados por las extenuantes jornadas de trabajo dentro de la cúpula, los terranautas se enfrentan a una tensión creciente que mantiene al lector en vilo hasta la última página. Confinado en su hogar en California, el autor habla con urgencia de la destrucción del medio ambiente que es el telón de fondo de la novela.

—¿Por qué eligió escribir sobre este experimento, tantos años después de que se desarrollara?

—Llevo escribiendo sobre el medio ambiente desde los comienzos de mi carrera. Me obsesiona la idea de que somos una especie animal confinada en el planeta, y de nuestra relación con las demás especies. Cómo nos creemos que no somos animales y nos comportamos como si las reglas no se aplicaran a nosotros. En el caso de Los terranautas, me interesaba imaginar cómo sería crear un mundo. Siempre me fascinó el experimento Biosphere 2, tengo guardados recortes de todos los artículos de prensa sobre el tema. Pero no me puse a escribir al respecto hasta hace poco, no sé por qué.

—¿Le parece más relevante que antes, teniendo en cuenta no solo el aspecto ambiental, sino el confinamiento?

—Es relevante. Hemos ido destruyendo los ecosistemas y ahora intentamos crear nuevos. Pero, como se ve en el libro, esto es muy difícil. Lo que me ha fascinado del experimento es que crearon un mundo con elementos de distintos ecosistemas que nunca habrían convivido en el mundo real, en lugar de recrear un solo ecosistema. Jugaron a ser dioses.

—¿Cuán fiel fue su relato a la historia verdadera de la misión?

—Todos los detalles son reales, pero me inventé los personajes. Todo el aspecto científico del funcionamiento de la Ecosfera es fiel a la realidad. Pero intenté crear algo parecido a una obra teatral de esas en las que los personajes están atrapados todos juntos.

—Es como un programa de televisión de reality

—Sí, exactamente. Antes de tener esos programas, estuvo el experimento Biosphere. Se podía ver a los terranautas en la televisión, y también iban turistas a observarlos a través del vidrio. Hubo una competencia nacional para elegir a los ocho participantes y todo eso no fue verdadera ciencia. En los experimentos científicos, hay una teoría que se quiere poner a prueba. Esto fue «metamos a un grupo de gente y animales en una cámara, sellemos la puerta y veamos qué ocurre». En mi versión, lo que ocurre es un poco catastrófico.

—¿Cree que llegue el momento en que haya que vivir en ecosferas artificiales?

—Sí, pero es imposible. No olvidemos que hay un elemento de elitismo. Cuánto dinero cuesta poner esto en marcha, y qué pasa con toda la gente que queda afuera. Si fuese algo de vida o muerte, los de afuera moriríamos. Hay elementos políticos y sociológicos, como quién lo controla, quién decide. Se convierte en un asunto político.

—Si se llegase a ese punto, ¿iría a vivir a una ecosfera?

—Tengo un plan muy simple para cuando llegue la catástrofe: me voy a morir [risas].

—¿Y si lo eligieran para ir?

—Qué maravilloso sería eso, pero preferiría no estar confinado. Hay una especie de Gran Hermano observando todo lo que haces allí dentro y eso no me gustaría. Preferiría arriesgarme en el mundo exterior con mi mascarilla.

—Algunos de los momentos más interesantes de interacción entre los personajes ocurren en torno a elementos traídos de contrabando del mundo exterior, como un paquete de M&M’s

—¡Un gran momento para la seducción! Qué mejor forma de seducir a alguien que regalándole chocolates, especialmente después de un año de pasar hambre y comer solamente vegetales. 

—Pero, pensando en el confinamiento, ¿qué elementos del mundo exterior se llevaría a una ecosfera?

—Me llevaría libros para el aburrimiento. Borges ha dicho que se llevaría la enciclopedia Britannica a una isla desierta, lo cual me parece que es hacer trampa [risas].

—¿Qué libros leyó como inspiración para Los terranautas?

—Cuando escribo novelas, trato de no leer novelas. Lo más difícil en una novela es mantener un tono y estilo consistentes, entonces no quieres tener el tono de otra persona o su estilo en tu mente. Así que leí cuentos, poesía y no ficción. He estado leyendo mucho sobre la misteriosa desaparición de los insectos voladores en nuestro planeta. Son una parte fundamental de la cadena alimentaria y su dramática desaparición en el mundo está causando un colapso ecológico. También leo mucho sobre el cambio climático. Necesitamos urgentemente un Green New Deal, lo cual no va a ocurrir en las circunstancias actuales. 

—¿En qué está trabajando ahora?

—Acabo de entregar dos libros. Uno es Talk to me, una novela acerca de la adquisición del lenguaje. Está ambientada en los años 70 y trata del experimento de criar a un chimpancé como a un humano, en una familia humana, para ver si puede o no aprender nuestro lenguaje. Talk to me (háblame, en inglés) es un imperativo. Hazlo, háblame. Pero lo que me interesaba era la consciencia animal, en el sentido de que el lenguaje hace posible el pensamiento. Si pudieras hacer hablar a un animal, entonces, ¿qué pasaría?. Pero, por supuesto, como mis lectores imaginarán, hay también suficiente horror, desdicha y sexo como para llenar veinte libros. Y creo que es un libro que romperá corazones. Por otro lado, he entregado también mi próximo libro de cuentos, que se llama I walk between the raindrops, por una de mis historias que se publicó en The New Yorker. Ahora estoy investigando para mi próxima novela y aburriéndome terriblemente por no poder ir a ningún lado.

—¿Adónde le gustaría ir?

—En cuanto sea seguro hacerlo, conduciré por la costa hasta San Francisco con mi esposa para ver a amigos. Luego, iré a Nueva York a ver a mi hijo y a mi agente. Y me gustaría volver a España. El castellano es el único segundo idioma que he tenido oportunidad de aprender. Estoy muy agradecido con Impedimenta por publicarme en español, y me encanta tener una audiencia hispanohablante.

—Laura Miyara / H. J. P., La Voz de Galicia.