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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

De vida retirada – El Correo- «Los viejos creyentes», de Vasili Peskov

Cuando se cumple un año desdela aparición de la nueva enfermedad que ha cambiado nuestras vidas, convertido en arriesgados los viajes y los encuentros, limitado nuestra geografía física y humana, ensombrecido el futuro y nos ha ido metiendo en casa, llega a mis manos un libro delicioso cumpliendo esa leyenda que dice que los buenos libros elegidos al azar son profecías escritas en particular para nosotros.

Los viejos creyentes, de Vasili Mijáilovich Peskov, surgió como reportaje para un periódico. Ya como libro se le añadieron sucesivos epílogos. En 1978, unos geólogos que sobrevuelan la taiga siberiana divisan un huerto. Una familia de viejos creyentes ortodoxos lleva una vida aislada desde el año 45, cuando un destacamento que buscaba desertores llegó a la aldea en la que se habían instalado junto con otros descendientes de quienes se echaron a los bosques en el siglo XVII, cuando el patriarca Nikon volvió a traducir del griego los libros litúrgicos, encontrando algunos errores como santiguarse con dos
dedos en lugar de con tres o inclinarse desde el suelo y no de pie por la cintura…

«Somos campesinos que rezamos a Dios en este rincón secreto», respondieron los Lykov a los soldados. Por si acaso, tras la visita, decidieron esconderse más, en la taiga profunda, 250 km río Abakán arriba. Construyeron una isba elemental con un horno, una chimenea y una mesa. Dormían en el suelo, se alimentaban de patatas, cebollas y nabos del huerto, piñones de cedro, setas y arándanos que recogían, más la carne desecada de algún ciervo que caía en sus trampas. El trabajo, las privaciones, su vida secreta, los ayunos y oraciones constituían su capital amasado para el cielo. No echaban de menos el mundo, en el que la mayoría de las cosas «no les estaban permitidas».

La enfermedad que acecha ahí afuera nos recuerda que estamos más solos y somos más frágiles de lo que creíamos. llevamos vidas secretas en bosques intrincados, refugiados en recintos escuetos y esenciales. Leemos libros y periódicos, vemos series y partidos, paseamos cerca de casa. Llevamos vidas retiradas con horario de oficina. Dejamos atrás los días como vistos desde un tren, y el mundo es una ventana de plasma. Vivimos en isbas en medio de la taiga. De vita beata.

Miguel González San Martín, El Correo.