«Una cosa es inventar historias de miedo y otra muy distinta es convertirse en la protagonista de un cuento de terror». Es lo que relata Anna Starobinets (Moscú, 1978) en ‘Tienes que mirar’, la historia del embarazo truncado de su segundo hijo en el que las emociones y los sentimientos están a flor de cada página. Una tempestad íntima que la autora destila en primera persona con una escritura contenida, sin tremendismos, aunque sin hurtar la expresión del dolor intenso, ya de por sí suficientemente aterrador cuando se plantean preguntas casi insoslayables –¿Sufrirá? ¿Y si sobreviviera?…–. Una encrucijada ética que estará a punto de despedazarla.

La deliberación íntima que se le plantea cuando le informan de que el hijo que espera puede que apenas sobreviva unas horas al parto porque diagnostican una patología mortal en el feto representará un desafío brutal a su estabilidad psicológica. Como madre y como mujer. Tienes que mirar es también una impugnación en toda regla de la deshumanización que experimentará en carne propia en su periplo por la sanidad pública de su país. El episodio en una clínica de trastornos neurológicos estremece.

Primera la negación, luego la furia, la consulta intoxicada en foros de interne –albañales de egos y vanidades fatuas–, y finalmente el viaje a Berlín para ponerse en manos de médicos alemanes, que dirigirán a una Anna rota y escindida entre el deseo maternal y la realidad objetiva, que intenta proteger de la pérdida a su hija, expectante ante la llegada de un nuevo miembro a la familia.

Anna Starobinets describe con un estilo directo, sin circunloquios, que llega hondo, –y airado en la denuncia del sistema sanitaria–, su particular descenso a los infiernos y el modo en el que se sobrepone al dolor y a la pérdida y genera su propia epifanía.

—Íñigo Urrutia, El Diario Vasco.