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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Reseña: «Jill», de Philip Larkin – Mondosonoro

En un mundo azotado por las contiendas bélicas y las penurias siempre brilla una luz que no se apaga, un azote de rebeldía y unas ganas de vivir que permanecen inmutables. Y esos impulsos de vitalidad, esos cantos a lo carpe diem, se encuentran en las almas y los corazones de los jóvenes. Porque sólo ellos se creen inmortales, y porque del horror nace lo bello, de la indomabilidad surge la inspiración, y del arte se captura la existencia misma. La cultura, perpetua, acaba siendo la conversión –o reconversión– de momentos y experiencias propias.

Philip Larkin fue considerado en 2003 por la Poetry Book Society como el poeta más aclamado de los últimos cincuenta años, y en 2008 The Times lo nombró el mejor poeta de la posguerra de Gran Bretaña. Lo cierto es que el británico se centró casi principalmente en la poesía, ya que de las cinco novelas que escribió, destruyó tres nada más terminarlas. Una de las que salvó fue Jill, inspirada en la sociedad de la que él formaba parte. Fue publicada en 1946 cuando Larkin tenía veintidós años y estudiaba en Oxford, siendo ahora editada en español por la editorial Impedimenta. Escribía Larkin en el prólogo de este libro que, en una época convulsa como la que él había vivido, en pleno transcurso de la Segunda Guerra Mundial, «lo más difícil de asimilar era la casi total ausencia de preocupación por el futuro». Ese pensamiento es el que traslada a la novela, donde se cuenta la historia y la transformación de John Kemp, un chico tímido y solitario de 1940 que acaba convirtiéndose en aquello que más odia. Su viaje emocional lo lleva desde una personalidad nula e insulsa hasta el frívolo carácter de un joven que se cree rey del mundo. Los problemas reales se difuminan tras los muros de la universidad, y lo que de verdad importa es todo lo que tiene que ver con él y con la vida errática, pasional y divertida que lo rodea. Ese es el mismo espíritu que poseyó a la Generación Beat, coetáneos al autor británico, cuya forma de vida se basaba en la escritura, las drogas y la liberación sexual, en una sociedad anterior a la contracultura hippie. Un movimiento que inspiraría grandes libros como En la carretera de Jack Kerouac o El almuerzo desnudo de William Burroughs. Unas temáticas de las cuales, aún sin formar parte de la generación, escribió Philip Larkin en “Jill”.

En su ópera prima el escritor realiza un retrato mayúsculo de la obcecación humana, del carácter fútil de los jóvenes y de cómo la guerra afecta, aunque por un breve instante, la ocupada vida de unos estudiantes. Haciendo simple y fácil lo difícil –el crear un hábitat paralelo al suyo y unos personajes tan reales–, Larkin escribe sobre un chico que apenas está empezando a madurar. Lo que vendría a ser un coming of age, pero con un giro más oscuro, ya que la toxicidad del propio protagonista y de la sociedad lo impregnan todo. Así, el John Kemp del principio, vacío por dentro, sin opinión ni deseos, un autómata, va dando paso a un Kemp atrapado en las espirales de la obsesión, de cualquier tipo. Intentar ser como los demás, refugiarse en historias ficticias o perseguir una chica, Jill, hasta llevarlo a la locura. Una que lo convierte en aquello que ansiaba y aborrecía a partes iguales, porque al final lo único que merece la pena para él está entre esas cuatro paredes. Ni su familia, ni su pasado, ni incluso la guerra, podrían perturbarlo en lo más mínimo. Philip Larkin, de una manera directa y sencilla que busca alejarse de la complicación literaria, crea un mundo que no deja de ser un reflejo del real y de la vacuidad con la que los jóvenes ricos, a veces, ven la vida. Y el horror sólo es una excusa para actuar como lo hacen, porque como reflexiona John Kemp, «sé que las cosas irán cada vez peor, pero no me importa, porque también mejorarán cada vez más».

—Judit Monferrer, Mondosonoro.