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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Es difícil de explicar a un extranjero que eres de Moldavia pero que tu lengua es el rumano o el ruso – «El jardín de vidrio», de Tatiana Țîbuleac – La Vanguardia

En su último libro, ‘El jardín de vidrio’ (Impedimenta, Les Hores), Tatiana Țîbuleac trata las adversidades de un pueblo al que la URSS le arrebató la cultura

Tatiana Țîbuleac llegó como un ciclón al mundo literario. Su primera novela, El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes (Impedimenta, 2019), fue una de las sorpresas de ese año y desde entonces no ha parado de escribir aunque, tal y como reconoce a La Vanguardia, si algún día se queda sin historias que contar, “no dudaré en apartarme y dejar paso a nuevas voces”. No obstante, está convencida de que eso no sucederá, o al menos no ahora. De hecho, acaba de publicar un nuevo libro, El jardín de vidrio (Impedimenta, Les Hores), con el que asegura sentirse en muchos aspectos identificada con su personaje principal. El éxito está siendo tal que en diez días de su aterrizaje en las librerías ya llegó a su segunda edición.

La novela cuenta la historia de Lastochka, una niña de siete años adoptada por una mujer rusa para recoger botellas de vidrio por las calles de Chisináu. La historia ocurre en los años más oscuros del comunismo en Moldavia, una época que le tocó vivir a la autora y de la que rescata recuerdos en sus páginas. De hecho, la habilidad de Țîbuleac con la pluma permite que la novela pueda leerse desde dos vertientes: la de la historia en sí, en la que se hacen evidentes los distintos disfraces que asume la violencia, y “si sabes leer entre líneas verás que se trata en cierto modo de una alegoría de la propia Moldavia y de todo lo que se vivió durante la URSS”, confiesa. 

Las raíces son esenciales y absurdas de ocultar. Sean cuales sean, uno tiene que estar orgulloso de ellas

Tatiana Țîbuleac

Así, Tibuleac aborda temas como la disolución de un país, la pérdida de identidad o el sentimiento de no pertenecer a ninguna parte. Y es que, tal y como recuerda la autora, a su pueblo se le privó de su cultura y de su propia lengua durante medio siglo. Eso es precisamente lo que vive la protagonista, a la que le obligan a aprender ruso bajo la amenaza de golpes por cada fallo. “Como rusa me situaba más arriba que como había nacido. Sin embargo, dije: ‘no’. Elegía los moldavos, los despojos. Me azotó hasta hartarse», narra en el libro.

En cuanto a la autora, moldava aunque afincada en París, señala, “fui criada entre idiomas. Uno de ellos, el ruso, no lo elegí. Pero tampoco pensaba en ello demasiado por entonces. Era muy pequeña. Para mis padres, en cambio, fue un golpe mucho más duro. Cuando crecí y ya no era obligatorio dudaba qué hacer. No sabía si tenía o no sentido hacer desaparecer mis últimos doce años, como si nada hubiera pasado. Tampoco si debía o no odiar esa parte de mi vida. De hecho, esta es una duda constante que seguimos haciéndonos todos allí y que no es exclusivamente mía […] Es difícil de explicar a un extranjero que eres de Moldavia pero que tu lengua es el rumano o el ruso”.

Fui criada entre idiomas. Uno de ellos, el ruso, no lo elegí

Tatiana Țîbuleac

Como reflexión, apunta, “las raíces son esenciales y absurdas de ocultar. Sean cuales sean, uno tiene que estar orgulloso de ellas. A nosotros trataron de arrebatárnoslas, pero, con el paso del tiempo y pese a la confusión, todo vuelve a resurgir. Tal vez por este motivo esta sea mi escrito más íntimo”, apunta la periodista, que estuvo años ante las cámaras de televisión pero que dejó todo para dedicarse de lleno a la escritura.

Țîbuleac cree en la importancia de “conocer el pasado para poder comprender mejor el presente”. “Algunas personas quieren olvidarlo todo y otras, en cambio, viven en el pasado. En cuanto a mí, diría que estoy en un punto intermedio. Creo que se debe de hablar de todo lo que pasó, siempre con el objetivo de poder mirar para adelante y avanzar”.

El jardín de vidrio alcanzó su segunda edición diez días después de que llegara a librerías

Junto a esta realidad de desarraigo, la escritora también afronta otros temas como la maternidad y sus estereotipos, el aborto o la violencia hacia las mujeres. De nuevo, como ya ocurría en su anterior libro, la autora se atreve con temas, muchas veces incómodos o violentos, pero que atreve a dotar con una belleza singular.