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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Reseña: «Los Grandes Espacios», de Catherine Meurisse – Zona Negativa

En La levedad (Impedimenta) Catherine Meurisse nos relató como supero los traumas que le provoco el salvaje atentado de Charlie Hebbo (ella formaba parte de la redacción, pero el 7 de enero de 2015 la alarma de su despertador no sonó y por eso no estaba cuando se produjo) gracias al deleite que le producía la contemplación la belleza en cualquiera de sus formas. Ese deleite con la belleza sirve para interconectar La levedad con Los grandes espacios, su nuevo trabajo publicado recientemente por Impedimenta, aunque en esta ocasión opta por contarnos como aprendió a disfrutar de la belleza durante el periodo de su niñez que paso en un pequeño pueblo de la campiña francesa. Aunque no es necesario haber leído La levedad para disfrutar de este trabajo, tras leer y disfrutar de cualquiera de las dos se atoja prácticamente imposible no acercarse a la otra, ya que son dos de los mejores trabajos que nos han llegado de Francia en los últimos años.

A mediados de los años ochenta la familia de Meurisse se trasladó a un pequeño pueblo de unos doscientos habitantes para vivir en una granja destartalada. Esos años de su infancia transcurrieron entre piedras, animales y todo tipo de plantas, mientras sus padres se afanaban por reconstruir la granja y enseñarle a ella y a su hermana su amor y respeto por la naturaleza. Un trozo de paraíso en donde pudo disfrutar de una infancia libre en la que también aprendió a amar y valorar como se merece el arte. Además de la pintura y el dibujo por las páginas de la obra vemos la importancia en su infancia de la literatura, en particular de escritores como Pierre LotiMarcel ProustFriedrich SchillerFrançois Rabelais y Émile Zola. Es en esos años cuando descubrió todas las piezas que han alimentado su impulso creativo durante su carrera.

Los grandes espacios es un cómic autobiográfico, pero no ombligista, lleno de ternura, inteligencia, humor y con una gran carga de ironía. Meurisse nos propone un viaje al lugar de su infancia con el que cualquiera que haya pasado algún periodo de su niñez en el campo se puede identificar. Todos hemos fantaseado, como hace Meurisse en las primeras páginas de la novela gráfica, con tener una puerta que con solo cruzarla nos llevara de vuelta al pueblo desde nuestro entorno urbano. Esa es una de las escenas más logradas de la obra, pero no la única ya que a lo largo de sus páginas encontramos muchas que nos retrotraen a nuestra infancia, además de a ese momento tan emocionante de descubrir por primera vez algo que te cautiva como le sucede a la pequeña Meurisse cuando se encuentra con La Buenaventura de Caravaggio en museo del Louvre. Un momento único que nos recuerda lo triste que es perder la mirada inocente de la niñez que convierte todo en nuevo y excitante. Como siempre ocurre con los trabajos de la autora francesa estamos ante una obra que cala en el lector, aunque no de la misma manera que sucedía con La Levedad que resultaba mucho más desgarradora, con la que es imposible no emocionarse por el vitalismo que desprende.

Meurisse retrata con gran cariño el empeño de sus padres por abandonar su vida urbanita, pero deja espacio para cierta mirada crítica e irónica, en la que muestra algunas de las contradicciones en las que incurrieron sus padres en esos años. Pero que están muy lejos de las que encontramos ahora en el movimiento neorrural actual, ya que sus padres buscaron las esencias rurales de nuestros mayores. Pero pese a todo, solo encontramos un agradecimiento infinito a sus padres por hacerle vivir esa infancia, sobre todo por no ponerle ninguna cortapisa al desarrollo de su imaginación a través de todo tipo de juegos.

Además de un recorrido por su infancia, la historia es todo un canto de amor a la belleza de los espacios naturales y una defensa de las esencias rurales, ya que en sus páginas también vemos la resistencia de una parte del medio rural a los cambios producidos por los monocultivos, los pesticidas, la tala indiscriminada o la masificación del turismo rural. Aunque sin entrar a fondo en el tema como ha hecho Étienne Davodeau en alguna de sus obras, sí que contiene un marcado mensaje reivindicativo y ecologista.1 de 4  

– Qué es la nostalgia?
– Cosas de viejos.

El dibujo de Meurisse es feísta, caricaturesco y espontáneo, similar al de algunos compañeros de Charlie Hebbo, sus personajes resultan muy expresivos, en particular, la representación que hace de ella misma. Aunque lo que más brilla en esta obra es la representación de la naturaleza realzada por el soberbio color de Isabelle Merlet, que consigue que de los campos y los jardines brote la vida, tanto que casi podemos oler la hierba y las flores.

Los grandes espacios es el tercer trabajo de Meurisse que publica Impedimenta tras La Levedad y La Comedia Literaria y, como sucede con ambas y con todo su catálogo, hace un trabajo de edición magnifico. Esperemos que en sus planes de se incluya Delacroix, su último trabajo en el que adapta una novela de Alejandro Dumas, además de recuperar alguno de sus primeros trabajos.

Los grandes espacios es de esas obras que se leen con una sonrisa de oreja a oreja, un canto de amor a la naturaleza, el arte y la vida sencilla, sin más reloj ni calendario que los que marca la naturaleza desde los ojos de una niña, aunque con la ironía y el humor que caracteriza todas las obras de Catherine Meurisse. Una autora enorme que se ha convertido en una figura imprescindible en el cómic mundial actual.

LO MEJOR

• Una obra que nos recuerda la magia que sentimos al descubrir algo por primera vez cuando somos niños.
• La representación de la naturaleza.
• La fina ironía, aunque repleta de amor, que hay en sus páginas.

LO PEOR

• Que nos recuerda que nunca más volveremos a ver el mundo con los ojos de un niño.

—Diego García Rouco, Zona Negativa.