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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Huida al bosque para encontrar la libertad – Pérgola – «La poda», de Laura Beatty

A sus quince años, Anne se siente totalmente fuera de lugar en su casa. Alta y ancha, mientras en su familia “todo era pequeño, como la casa, aunque fuesen un montón”, sus días están marcados por los “baña a la bebé”, los “lava las ollas, no te quedes ahí sentada” y los “aparta de ahí, me oyes, haz algo útil, haz las patatas por mí, saca la pizza del congelador, verás como tenga que repetírtelo”. Por eso, un buen día, decide irse al bosque. El mismo que siempre le ha gustado contemplar desde la ventana. Y, en contra de lo esperado, nadie la busca. “¿Todo bien? (…) No dejes que tu madre te vea así”, es lo único que le dice su padre cuando la ve, semanas después, de camino al trabajo.

Para su debut en el mundo dela ficción, Laura Beatty (Londres, 1963), quien ya había explorado el género de las biografías con una obra centrada en la actriz y sufragista británica Lillie Langtry, eligió trasladarse a los márgenes de la sociedad. Impedimenta recupera ahora en castellano esa obra, La poda, todo un canto a la naturaleza y una metáfora sobre la llamada de los bosques.

Con ella, Beatty ganó el Authors’ Club Best First Novel Award y fue preseleccionada para el premio RSL Onddatje, galardones que reconocieron en ella no solo una conmovedora oda a la naturaleza, sino también la mirada a los desarraigados y a quienes se sienten distintos. Así es la protagonista de la novela, una adolescente en una familia de seis hermanos, torpe y con poca facilidad de palabra, y siempre con la mirada fija en el bosque, lugar de “muchísimas cosas tan felices y tan altas” y donde “no había torpeza (…) que ella supiera”. Un día, decide pasar la noche en el bosque.

Nadie la busca. Regresa a por provisiones y herramientas y vuelve a marcharse. Siguen sin buscarla. Y, poco a poco, se va haciendo su hueco en el bosque, entre troncos y hojarasca. Construye su refugio, recoge agua en un pozo, aprende a cazar… Observa a los zorros y a los ciervos, aprende a sobrevivir en la naturaleza, y poco a poco, a entender el coro de los árboles. “Somos testigos”, se dicen unos a otros, “mientras los años pasan”. “No existen similitudes entre un hombre y un árbol. Hasta donde alcanzamos a ver”, remachan. Pero junto a las de la naturaleza, en el bosque también se escuchan otras voces. Las de los excursionistas, las de un hombre armado con una pistola, niños que chapotean, perros… Y, pronto, el sonido de unas motosierras que amenazan la paz y la libertad de Anne. “Hubo una vez un bosque”, describe Beatty. “Nada más en un principio, replegado, filtrando luz y meditando sobre las semillas que caían en espiral desde sus vástagos hacia la maraña del suelo. Pájaros, vida salvaje”. Más tarde, sostiene, “alguien lo encontró, lo definió” y lo demarcó. Y, con el devenir del tiempo, acabó conviviendo con el pueblo, “justo ahí”. De esta manera el bosque de Anne se convierte en un símbolo y una metáfora de todos los bosques y de la naturaleza perdida, esa que se divisa desde las ventanas y que vive bajo la amenaza de la aniquilación por el ser humano.

—B. R., Pérgola.