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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Reseña: «La desaparición de Adèle Bedeau», de Graeme Macrae Burnet – El Cine de Solaris

Qué extraño que nos conociéramos de esa manera, ¿no te parece? Me refiero a que, si no llego a estar en este claro en el preciso momento en que pasabas por aquí, si hubieras tomado un camino distinto, si no estuvieras aquí de vacaciones, si yo hubiese nacido en otro lugar… Es de lo que se sorprende Manfred en La desaparición de Adèle Bedeau (Impedimenta), del escritor escocés Graeme Macrae Burnet. El curso de la vida, de la realidad, es imprevisible. No sabes cuándo, por estar en un determinado lugar en determinado momento, acontece un cruce que puede ser determinante para tu vida, cuándo puede aparecer o desaparecer alguien en tu vida, cuándo tu vida puede variar de modo radical por un mero gesto que no controlas. Del mismo modo, a otra persona puede no ocurrir nada en ese mismo lugar, en ningún otro momento. En todas las veces que Gorski visitó el claro, jamás se cruzó con otro ser humano. En algunas vidas, durante largos periodos de tiempo, parece que nada ocurre. Es el caso de la anodina vida de Manfred, que vive en un anodino pueblo de provincias, como otros tantos en los que no parece ocurrir nada. Hasta que desaparece Adele. Ambas perspectivas, la de Manfred y el inspector Gorski, se combinan en la narración. A través de ambos se despliega una sutil y compleja reflexión sobre la percepción, sobre cómo especulamos sobre los hechos y los demás o sobre cómo los otros nos pueden percibir, y sobre cómo puede que habitemos la realidad como si nos sintiéramos protagonistas de una pantalla (película), como si los demás fueran espectadores pendientes de la misma, y cómo logramos descifrar las apariencias que, en parte, están tramadas con lo que se quiere proyectar de uno como con lo que se omite. Manfred se veía involucrado en la investigación y a Manfred no le gustaba verse involucrado en nada. Y, después de todo, ¿dónde acaba la verdad? ¿Acaso tendría que haber confesado su ridículo enamoramiento hacia Adele, un enamoramiento sustentado única y exclusivamente en el hecho de que la chica hubiese ocultado a su amigo la familiaridad entre ambos

Una mujer, una camarera admirada, Adele, desaparece, y su vacío parece que dejara en evidencia las anomalías en el conjunto. Manfred, cliente habitual de ese restaurante, es quizá la más destacada. Una desaparición, que es una incógnita, porque no se sabe si es voluntaria o es la consecuencia de un secuestro o un asesinato, pone en evidencia a quien desentona en el conjunto, porque, en general, los demás consideran un cuerpo extraño a Manfred. Gorski intenta descifrar esa desconcertante pantalla que es Manfred, porque intuye que miente, pero ¿por qué? Ambos son mentes especuladoras, y ambos, en una medida u otro, sienten un desajuste con su entorno. Gorski especula sobre una desaparición, sobre una incógnita, que encuentra su correspondencia en el mismo espacio donde vive, un piso despojado que deja pocos indicios de cómo puede ser alguien que una mujer que parece varias, según quién exprese su parecer, y sobre los posibles vínculos con esa desaparición de aquellos, como Manfred, que componen aquel entorno. Incluso, se pregunta si puede estar relacionada esa desaparición con el asesinato de una adolescente veinte años atrás cuando él era un joven oficial que daba sus primeros pasos como investigador policial, un fracaso que siente como mancha que arrastra como un grillete. Un pasado, por otra parte, que ignora que le une con Manfred, ya que no le recuerda como uno de los vecinos a los que pidieron testimonio. Los azares son extraños: ¿un suceso de veinte años después puede esclarecer aquel acontecimiento irresuelto?

Gorski no siente que sea como la mayor parte de los policías de provincias, más preocupados de disfrutar de los líquidos embriagadores en los distintos bares, ya que él aspira a dejar atrás esos pueblos anodinos que se parecen unos a otros, porque sus aspiraciones son otras, no solo en cuanto ascenso en el escalafón, sino en ambiciones con respecto a la eficacia de los resultados de su labor. ¿Dispone de las necesarias cualidades? Aunque ¿sirven de algo las intuiciones o las inspiraciones cuando faltan los datos, como por ejemplo un cuerpo que indique qué implica realmente esa desaparición? También siente que desentona con respecto a su esposa, dueña de una tienda de moda. Si algo ha acentuado el paso de los años ha sido las diferencias entre ambos. Sus evocaciones rastrean el inicio de un hilo que por algún motivo no advirtió que ya se estrangulaba desde un principio. ¿Por qué se toman ciertas decisiones que determinan una narrativa de vida y no otra? Manfred por su parte siempre se ha sentido fuera de todo, sea su familia, los abuelos que lo criaron, con los que sentía que no era tanto un motivo de orgullo como un recuerdo del desliz de su hija, como en su trabajo en el banco, donde debido a que no se socializaba con sus empleados ni hablaba sobre sí mismo, estaba al tanto de que su vida era objeto de conjeturas. Manfred pronto llegó a convencerse de que donde más a gusto se sentía era en la oscuridad, pero, sobre todo en el restaurante al que acude cada día, donde trabaja Adele, se siente también centro de especulaciones. Gorski se pregunta ¿cómo es Manfred realmente? Y Manfred se pregunta sobre cómo le consideran los demás. Especula con cada mirada y cada gesto, o con cada elusión de mirada o gesto, como si sintiera que todos están pendientes de lo que hace o deja de hacer. Se siente desplazado, como quien solo sueña desde la distancia con las mujeres, porque se siente incapaz de establecer una relación, pero a la vez siente que fuera el centro de todas las miradas, como si todos estuvieran pendientes de él. Después de todo, ¿no vivía ya su día a día como si estuviera sometido a una vigilancia constante, como si esperase de un momento a otro que lo desafiaran a ofrecer una explicación de sus acciones o a responder a quién sabe qué oscuras acusaciones? ¿No vivimos como si fuéramos los protagonistas de una ficción? Esas especulaciones son su ilusión de acontecimiento. Graeme amplia esa concepción de la vida como ficción con un capítulo que replantea la novela como si lo narrado fuera el argumento de un libro que fue convertido en película por Claude Chabrol, con Isabelle Adjani como protagonista, a finales de los ochenta, uniendo el destino final del Manfred con el del propio novelista. ¿Quiénes somos más allá de las ficciones que vivimos, o las que proyectan los demás sobre nosotros? Si se levantaba y salía por la puerta, nadie se daría cuenta, y menos aún comentaría su acción. No significaba nada en absoluto para nadie de los que estaban en el bar (…) Lo que Manfred escogiera hacer no tenía transcendencia para nadie salvo para él mismo.

—Alexander Zárate, El Cine de Solaris.