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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Entrevista: «Un poeta malo no hace daño a nadie. No pone bombas ni insulta a la gente» – «Poesía esencial», de Mircea Cărtărescu – VOGUE

El escritor rumano, de visita en España con motivo del reciente lanzamiento de Poesía esencial (Impedimenta), ahonda en su generosa visión de la creación literaria en una charla concurrida pero intensa

Sin saber muy bien cómo, lo que iba a ser un íntimo uno contra uno se convierte, de un momento a otro, en un cuatro contra uno. A Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) le escoltan por las calles de Madrid su inseparable (y extraordinaria) traductora, Marian Ochoa de Eribe, su editor en Impedimenta, Enrique Redel, y una de las responsables de prensa del sello, Elena Sánchez. Los cuatro aparecen con ligero retraso –el tráfico de la Gran Vía y esas cosas– en la terraza de La Pecera del Círculo de Bellas Artes. El tiempo apremia. La agenda del poeta, novelista y crítico literario rumano se parece más a la de una estrella internacional del rock que a la de un narrador. Los encuentros con periodistas y lectores se suceden sin descanso en este tour promocional del libro Poesía esencial, un volumen de 509 páginas en edición bilingüe que recorre su producción lírica. Aún así, a pesar de las prisas, el autor de obras tan celebradas como Nostalgia (1989), la trilogía Cegador (1996-2007) y Solenoide (2017), se muestra relajado, afable y profundo en sus respuestas. No le da tiempo a beberse el zumo de naranja que ha pedido, pero sonríe con humildad y da las gracias por la charla en varias ocasiones antes de poner rumbo a la siguiente cita. Más de una estrella de rock podía tomar nota.

¿Cuántas entrevistas has concedido en el día de hoy?

De momento tres, pero me quedan unas cuantas.

¿Tiene sentido para ti hacer una entrevista tras otra, un día tras otro, durante el tiempo que dura la promoción?

Me gustan mucho las entrevistas cara a cara. Las que no aguanto son las escritas, significan medio día de trabajo perdido para mí. Mientras que encontrar gente nueva, es un placer.

El tuyo era uno de los nombres que sonaban con fuerza este año para el Nobel de Literatura. ¿Te sentiste frustrado al no resultar ganador?

Nunca sé qué decir al respecto. Es algo molesto para mí. Me preguntan continuamente sobre este asunto, pero yo soy una persona que no juega a la lotería, no compra billetes. Y, sin embargo, me ponen en la lista de los posibles ganadores.

Si sobre este asunto te preguntan siempre y no sabes qué decir, ¿sobre qué asunto no le preguntan nunca y sí te gustaría decir algo?

Sobre los temas de los que hablo en mi diario. Lo mantengo desde hace más de 40 años. Una especie de entrevistas conmigo mismo.

¿Está publicado?

En la edición rumana hay ya cuatro volúmenes publicados. También está disponible en sueco, y va a seguir una edición en catalán.

¿Y en español para cuándo?

Cuando encontremos un hueco. [Mirada cómplice al editor de Impedimenta, Enrique Redel, que se sienta con nosotros en la mesa]

¿Nos puedes avanzar algunas de las inquietudes más recurrentes en estos textos cotidianos?

Son muy diferentes entre sí. Es un diario típico de escritor. Reflexiono, por ejemplo, sobre los libros que leo, los libros que escribo, la gente que conozco. También sobre mi vida nocturna. Prácticamente he apuntado todos los sueños que he tenido en las últimas cuatro décadas. En cierto modo, es una manera de hacer una crónica completa de mi vida. Porque, si no recordamos los sueños, perdemos la mitad de la vida.

Por un momento, cuando has dicho vida nocturna, he pensado que salías mucho de discoteca.

He estado solamente una vez, cuando cumplí 30 años. Y no me interesó.

Precisamente, fue a los 30 años cuando dejaste de escribir poesía. Volviendo a esas preguntas que te hace todo el mundo, ¿por qué?¿Pasó algo en la discoteca?

En general, la poesía es como la mafia. No puedes dejarla tú, te deja ella a ti. Llegó un momento en que la poesía renunció a mí. En cierto sentido, le he dado la razón. Porque hay cosas que no puedes hacer después de los 30 años. Por ejemplo, seguir con el atletismo o escribir poesía.

Sin embargo, defiendes un concepto de poesía muy amplio, que no solo pasa por la escritura del verso sino por la percepción de la realidad de una manera sensible. ¿Podrías ahondar más en ello?

La poesía, en un sentido restringido, es el arte de las palabras. El arte de construir versos. Pero hay mucha más poesía por la calle que en la mayoría de los libros de poesía. La poesía es un estado del espíritu. Puedes no escribir un verso jamás y de todas formas ser un poeta. Si puedes ver lo que es bello a tu alrededor con los ojos de un niño o un autista, eres un poeta.

En ese sentido, la nobel polaca Wisława Szymborska dice en ‘Correo literario’ que una vida rica en experiencias no es necesaria para una buena escritura, que la clave está en la percepción sensorial de las pequeñas cosas.

Hay infinitas formas de ser poeta, infinitas formas de escribir poesía. Hay poetas que llevan una vida bohemia, que beben mucho, consumen drogas y queman la vela por los dos lados. Y las raíces de su poesía están hundidas en este tipo de vida. Hay poetas que cantan al vino, al sexo, a la amistad. Hay otros poetas que se nutren de libros, poetas conceptuales como Borges. Y hay otros que viven de una ideología, que militan por los derechos del hombre o la justicia social. Y, para mí, todas estas formas de entender la poesía son perfectamente legítimas, siempre y cuando incluyan la belleza. Si tienen gracia, si tienen algo que nos haga levitar.

¿Pero esa manera tan amplia de definir la poesía, en la que parece que cabe todo, no le resta peso a los buenos poetas?

Al contrario, diría yo. Porque en la poesía también hace falta la diversidad. Hay muchos poetas que dicen que solo lo que ellos hacen es poesía. Y a mí me gustan todos los poetas, de todas las épocas y de todas partes del mundo. Leo con mucha frecuencia a los poetas antiguos, latinos y griegos. Me gusta mucho Catulo. Me gustan los poetas medievales, cristianos, modernos, posmodernos, surrealistas, vanguardistas. Soy un devorador omnívoro de la poesía.

¿Sostienes entonces que en la poesía no hay normas?

Las normas no las sabes, las intuyes. Si pudieras aprender las normas de la poesía, bastaría con asistir a un curso de escritura creativa para hacerte poeta. Pero para escribir poesía tienes que ser previamente poeta, incluso antes de haber escrito el primer verso. En Rumanía tenemos un famoso profesor de escritura creativa y, cuando le preguntaron cuántos poetas habían salido de sus clases, él contestó: “Exactamente los mismos que han entrado”. Yo no sé escribir poesía. A veces puedo escribir, pero yo no sé escribir. Y, si alguien me pregunta qué reglas sigo, no puedo decírselo. Lo hago por instinto. No puedes practicar sexo con reglas. No puedes dar un paso tras otro por la calle siguiendo unas reglas. Si quieres explicar cómo caminas, te quedas completamente paralizado. Un poeta escribe poesía de la misma manera que camina o que segrega insulina.

¿Sostienes entonces que en la poesía no hay normas?

Las normas no las sabes, las intuyes. Si pudieras aprender las normas de la poesía, bastaría con asistir a un curso de escritura creativa para hacerte poeta. Pero para escribir poesía tienes que ser previamente poeta, incluso antes de haber escrito el primer verso. En Rumanía tenemos un famoso profesor de escritura creativa y, cuando le preguntaron cuántos poetas habían salido de sus clases, él contestó: “Exactamente los mismos que han entrado”. Yo no sé escribir poesía. A veces puedo escribir, pero yo no sé escribir. Y, si alguien me pregunta qué reglas sigo, no puedo decírselo. Lo hago por instinto. No puedes practicar sexo con reglas. No puedes dar un paso tras otro por la calle siguiendo unas reglas. Si quieres explicar cómo caminas, te quedas completamente paralizado. Un poeta escribe poesía de la misma manera que camina o que segrega insulina.

¿Por qué escribes cuando empiezas a escribir y por qué escribes ahora? ¿Cómo ha evolucionado ese vínculo con la creación con el paso del tiempo?

Al principio yo era un lector. Ese es el primer escalón hacia la escritura. Leía muchísimo ya desde niño. La lectura ha sido mi vida. En mi primer recuerdo de infancia me veo en el regazo de mi madre, que me está leyendo un libro enorme. Todavía hoy soy una de esas personas que lee varias horas al día. Al leer te entran ganas de escribir. Es una especie de emulación o competición. Los lectores intentan imitar a los autores a los que admiran, de una forma un poco servil. Y luego, poco a poco, van encontrando su propio estilo y su propia personalidad. Y yo he hecho lo mismo. Primero imité y luego empecé a sentir que ya era yo mismo en la escritura. Eso pasó más o menos a los 22 años. Creo que la mejor época para debutar es en torno a los 24 años. Cuando eres ya bastante maduro, pero sigues siendo muy joven.

Tengo entendido que la necesidad de garantizarte un espacio de libertad en el contexto político de una dictadura también tiene mucho que ver con tus comienzos, ¿no es así?

John Lennon tiene una canción que se titula Revolution, y tiene un verso que dice “es mejor que primero liberes tu mente”. Yo creo que la verdadera libertad es la libertad mental, la libertad interior. Incluso en una época de dictadura como era aquella, intenté mantener la libertad interior a través de la escritura y de la lectura. Y, ciertamente, los versos que escribí en la década de los ochenta, antes de la revolución rumana, no se diferencian en absoluto de los que escribí en la década siguiente, cuando ya había caído Ceaușescu. Porque ya había escrito antes sin hacer ningún tipo de concesión.

¿De verdad defiendes que se puede ser libre en el interior cuando en el exterior te amenazan toda una serie de limitaciones políticas y socioculturales?

Es un problema interesante y que plantea varios dilemas morales. A veces, puedes elegir entre ser completamente libre en el interior y asumir esos riesgos en una sociedad totalitaria. Unos riesgos que pueden ser muy graves, en lugares como Oriente Medio o la antigua Unión Soviética. Y esto sigue sucediendo así. Si manifiestas tus ideas en absoluta libertad, puedes sufrir esas consecuencias, como sería el caso de Navalny en la Rusia actual. Otra forma es resistir a través de la cultura. Es un medio que pueden adoptar muchos artistas. No todo el mundo puede ser un héroe. En Rumanía, la mayoría prefirió crear unos espacios de libertad individual, que al mismo tiempo sirvieran para dar esperanza a los otros seres humanos. Por otra parte, muchos versos de compañeros míos de generación estaban dirigidos contra la pareja dictatorial que gobernaba en aquel momento el país. Cada uno hacía lo que podía para conservar la libertad.

¿Qué significa para ti acercar la poesía a la calle?

Significa hacerla accesible a unos círculos de gente muchísimo más amplios de aquellos a los que se dirige habitualmente. Para mí, la poesía no es algo elitista. Es una necesidad de toda la gente, al igual que el aire. No piensas en ella cada día, pero la necesitas. Nuestra aspiración generacional era que cada persona pudiera beneficiarse en su día a día de la presencia de la poesía. Y de alguna forma se ha cumplido, porque ahora la mayor parte de la poesía se ha difundido por todo el tejido social. La mayor parte se distribuye en las redes sociales. De tal manera que ahora cualquiera puede convertirse en un poeta o en un lector de poesía.

También hay una cantidad importante de versos muy deficientes. ¿O acaso no puede hablarse de una calidad técnica objetiva?

Existe una forma de presentar la comida que es un bufé libre. No tienes que comer todo, solo lo que te gusta. Otras personas se decantaran por opciones diferentes. Una poesía puede estar pasada, alterada, no gustarle a nadie, mientras que otra puede ser universalmente aceptada. Pero claro que se puede hablar de unos criterios técnicos. Pero, a mí me gustan los poetas, todos. Los buenos y los malos. ¿Por qué iba a escribir poesía una persona sin talento? No gana nada con ello. Pero a él le gusta, lo cree sinceramente, cree que es un poeta de verdad, y hay otras 10 personas que piensan lo mismo. Un poeta malo no hace daño a nadie. No pone bombas ni insulta a la gente. Escribe unos poemitas que son inofensivos. Quien ama la poesía debe amar muchas formas de poesía, pero también debe tener espíritu crítico.

¿Qué es importante para ti en este momento de tu vida?

Contar con dos décadas tranquilas, que son las únicas que me quedan.

—Eva Blanco Medina, Vogue