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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La microsociología hecha literatura – «Una casa llena de gente», de Mariana Sández – La Vanguardia / EFE

La microsociología, esa parte que se ocupa de las relaciones sociales a partir de la interacción existente entre al menos dos individuos, se ha hecho novela de la mano de la escritora argentina Mariana Sández y su Una casa llena de gente, un relato íntimo sobre ese universo que conforma cualquier comunidad de vecinos.

Aunque Sández (Buenos Aires, 1973) descubrió al padre de esta corriente de la sociología, Erving Goffman, años después de publicar esta novela —que en 2019 salió en Argentina y ahora llega a España con Impedimenta— en estos momentos, dice a EFE, se da cuenta de que es justo eso lo que ha abordado en esta novela en la que el lector se convertirá en el protagonista de una suerte de ventana indiscreta.

Y lo hará porque Sández ha construido una obra, casi teatral, en la que las protagonistas son Leila, una traductora, y su hija Charo, dramaturga. Una madre muerta que a través de unas cartas póstumas le cuenta a su hija cómo debe actuar en la vida.

Un diálogo entre el más allá y el más acá en el que la autora nos narra con gran maestría en el arte del flashback cómo era la vida de esta familia tras mudarse a un nuevo apartamento, y cómo tanto la abuela y el abuelo, el padre de Charo y sus dos hermanastros, así como sus vecinos, han influido en el devenir.

«A mí me han influido mucho los lugares donde he vivido. Se trata de una novela que he tardado mucho en escribir y en el camino me mudé de casa y nació mi hija. Y de la síntesis de estos dos edificios donde viví construí ese castillito de arena donde viven los personajes», cuenta Sández sobre el germen de esta novela centrada en una comunidad donde viven también los Vilendi, un matrimonio con una hija, así como una pareja sin hijos y un hombre soltero.

Pero hubo otra vivencia definitiva para darle forma a Una casa llena de gente: el hecho de que cuando su hija nació la autora comenzó a escribirle unos diarios donde dejaba escrito el desarrollo de su crecimiento.

Lo mismo que hace Leila con su hija, solo que no es hasta su muerte que el padre le da a Charo estas misivas donde no solo aprovecha para quejarse, sino donde le da una guía.

A través de ricos diálogos en los que Impedimenta ha respetado el dialecto argentino, Sández lleva al lector a vivir ese semillero de historias que es cada edificio, pero sobre todo a indagar en las inseguridades, frustraciones, preocupaciones y curiosidades o diversiones que despiertan en el ser humano cuando observamos al vecino.

«Cuando escribo me pongo condiciones o retos y con esta novela lo más complicado ha sido hacer hablar a cada uno, ha sido como dirigir una orquesta», afirma esta autora, convencida de que, como dice también Goffman, «cualquier persona puede inferir algo», tal y como pasa con estos vecinos.

Además, Sández hace uso también del «humor y la idea de juego», algo que busca en los libros que lee. «Para mí es muy importante reírme, me gustan las novelas que te desafían», puntualiza esta autora que coincide con lo que su protagonista, Charo, dice: «La literatura es un cubo mágico, que es todos los juegos en un juego.»

—Pilar Martín Valverde, La Vanguardia / EFE