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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

De la belleza y las interrelaciones entre las artes a través de Meurisse – «Le pont des arts», de Catherine Meurisse – Sala de Peligro

Con la reciente El puente de las artes. Pequeñas historias de grandes amistades entre pintores y escritores la editorial Impedimenta incrementa su nómina de títulos de Catherine Meurisse publicados hasta la fecha: La Comedia Literaria. De Roldán a Boris VianLa levedad y Los grandes espacios. Traducida por Rubén Martín Giráldez, supone una extraordinaria ocasión para profundizar en la obra de Meurisse, primera historietista aceptada en la Academia de Bellas Artes de Francia, dentro de la Real Academia de Pintura y Escultura.

En Le pont des arts (Sarbacane, 2019: Impedimenta, 2022) Meurisse nos regala una colección de historias breves articuladas en torno a relaciones de amistad entre pintores y escritores, tal y como nos anunciaba en su subtítulo. Desde el guiño explícito del título al famoso Pont des Arts parisino, Meurisse diseña su particular trayecto de unión de dos artes con numerosas intersecciones entre sí: la literatura y la pintura, a través de nombres como Marcel Proust, Kiki de Montparnasse, Picasso, Apollinaire, André Breton, George Sand, Delacroix, Diderot, Cézanne, Vermeer o Zola que desfilan por sus páginas.

Si en su primera obra larga, La Comedia Literaria (2008; Impedimenta 2016), Meurisse se había adentrado sin pudor en la historia literaria francesa, en esta ocasión nos demuestra su profundo conocimiento, pero también fascinación por autores y pintores canónicos a los que despoja de toda suerte de aura para aproximarlos a sus lectores. Con el humor y la familiaridad como emblemas desmitificadores de la erudición elitista y la acumulación memorística de datos relativos a fechas, obras y movimientos, la autora traza un relato humanizado y al tiempo, excéntrico, de sus protagonistas, a partir de una selección de episodios presentados de forma sintética y fluida.

Así, por ejemplo, vemos la obsesión de Proust por la pintura y relación con Madeleine Lemaire, en cuyo salón “concluye sus jornadas a altas horas de la noche” y que inspirará el personaje de Madame Verdurin en la famosa En busca del tiempo perdido,  asistimos a la desaparición de la Gioconda en 1911 y descubrimos cómo las primeras sospechas recayeron sobre Picasso y Apollinaire o cómo Balzac y Picasso, embarcados en la búsqueda de la Gioconda, se encuentran en el mismo estudio.

Desde un trazo expresivo y por momentos caricaturesco, que recuerda su experiencia en Charlie Hebdo, Meurisse expulsa a escritores y pintores de la torre de marfil del elitismo, asociado en ocasiones a cánones o espacios museísticos, para enmarcarlos en una personal ficción gráfica que funciona como puente entre las dos orillas del río: la literatura y la pintura. Gracias a la reflexión metaartística y metaliteraria como metonimias de la creación, sus actores y destinatarios, la sucesión de anécdotas y retazos de diversa índole se articula en torno a una concepción del arte basado en dos pilares básicos, inspiración y belleza, con independencia de la naturaleza de la manifestación artística que las suscite

Desprovistos ya del pedestal de la construcción histórica, los diferentes nombres citados se convierten en personajes de ficción al son de la varita de la proximidad, la ironía, la parodia o la cotidianeidad como pilares de una belleza que puede ser disfrutada por el lector más allá de sus conocimientos de partida en torno a las disciplinas implicadas y construir con la autora esa otra historia no siempre contada.

En Le pont des arts Meurisse retoma en cierto sentido nociones ya señaladas en la extraordinaria La levedad. En este álbum, la autora explica cómo su retraso a la reunión del equipo de diseñadores de la revista Charlie Hebdo le salvó la vida, pero tuvo que afrontar las consecuencias del atentado contra la sede de la publicación de forma directa. De la pérdida de identidad, el duelo, la culpa, el miedo, la melancolía y tristeza en la que se encontraba inmersa, a la catarsis a través y gracias a la belleza comprendida como sinónimo de amistad y cultura. El arte y la creación como refugio y salvación ante la barbarie y el trauma.

En este sentido, como si de una reivindicación del hallazgo de La levedad (2016; Impedimenta 2017) se tratara, Le pont des arts postula como premisa fundacional la máxima: “Ustedes tienen necesidad del Arte. Todos necesitamos arte”. De esta forma, vincula de forma inexpugnable el destino de todo ser humano a la irreemplazable presencia del arte en su trayectoria vital en cualquiera de sus posibilidades y traza una fina línea desde la que teje en un continuo las cuatro obras publicadas por Impedimenta.

Así también en Los grandes espacios, desde el marco de la vida rural y la infancia como etapa privilegiada, nos sumerge en el descubrimiento de la vocación artística a través de la imaginación y la libertad como consignas de aproximación. El lápiz afilado de la autora se impregna aquí de una calculada fusión entre ingenuidad e inteligencia, salpicada de ternura y humor, a la hora de apelar al paraíso de su niñez sin deslizarse hacia el bucolismo y la idealización sin concesiones ni incurrir en la hipérbole despiadada de sus carencias. La armonía predomina sobre el ritmo acelerado del capitalismo y se convierte en protagonista del ritmo que seduce a su lector desde el equilibrio vitalista y la mirada fascinada ante la creación.

Al igual que en La Comedia Literaria, La levedad y Los grandes espaciosImpedimenta no descuida la calidad de su línea de edición y nos regala de esta forma, una edición muy cuidada de Le pont des arts. En el aspecto gráfico, destaca el dibujo ágil y caricaturesco que le permite convertir a través del humor nombres emblemáticos de la historia cultural en seres humanizados, con sus defectos y virtudes a la búsqueda de las anheladas musas. Destaca en este sentido como rasgo paradigmático en el dibujo de los personajes el contraste, y al tiempo, meticuloso equilibrio entre la recreación histórica rigurosa y la construcción ficcional, en virtud de los que Meurisse les atribuye comportamientos y registros lingüísticos actuales sin resquebrajar el pacto de verosimilitud establecido con su receptor.

Como si de una tesela más de un delicado mosaico puntillista se tratara, Le pont des arts se incorpora al fascinante proyecto creativo de la autora desde la asunción de constantes apuntadas en títulos anteriores sin perder por ello ni un ápice de su originalidad y frescura. La obra de Meurisse construye así su propio universo en el que todo tipo de lectores, tanto especialistas como neófitos, pueden sumergirse en un amplio abanico de conocimientos intertextuales, metaliterarios y artísticos que no se presentan como una mera acumulación informativa de anécdotas, sino que se despliegan con destreza al servicio de la narrativa gráfica para permitirle disfrutar de la belleza que impregna todas y cada una de sus viñetas. La interrelación entre artes y la necesidad de su presencia en todas las facetas vitales del ser humano se proclaman como consignas desde las que paladear la vida. Sin duda, un título para leer, releer,  disfrutar y aprovechar como entrada para perderse en el delicioso universo de Meurisse.

—Noelia Ibarra Rius, Sala de Peligro