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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Un brillante y singular western – «Malaventura», de Fernando Navarro – El Diario Vasco

Malaventura no es una excelente obra más. Sería reduccionista. Fernando Navarro debuta en la ficción con este western brillante y original que evoca a Rulfo, a Cormac McCarthy, a John Hawkes, a autores que crearon un universo propio con una voz singular. Y construye ese territorio mítico, en el sureste almeriense, entre chumberas, parajes casi deshabitados de Los Escullos, el runrún del oleaje en Las Negras y la aridez del desierto de Tabernas —el siglo pasado escenario de tanto spaghetti western—.

Tierras malditas en Malaventura, pobladas por gentes desesperanzadas, estáticas espectadoras de su infortunio y de una violencia secular, truculenta, que asoma a través de unos relatos suspendidos en un tiempo indefinido. El lector tendrá noticia de algunos de los episodios más bárbaros (Patricio el zagalico, el cadáver de una morena clara, el lirismo de Tango…) a través de la mirada y el lenguaje de un niño, lo que acentúa la vertiente dramática.

Un universo que Navarro levanta con una prosa y estética que rezuman Lorca y Leone, cante jondo y navajás. Y por ahí pululan un maleante que ha olvidado su nombre mientras no hace distingos entre pobres y ricos, «yo vivo de joderlos a todos»; la Jacoba que lee el futuro, también el de su hijo; el burrico que es testigo mudo de la matanza en una fonda que firma el hombre que «ni sombra dejaba a su paso»; los fantasmas del pasado que acechan a un guardia civil «y cuando los fantasmas nos miran en silencio no nos miran: nos comen por dentro»…

Navarro intercala voces que conforman como teselas el mosaico de andanzas, aventuras y desventuras que encarnan gitanos, salteadores de caminos, asesinos a sueldo, un superviviente de la horca… para configurar un microcosmos mítico, de atmósfera logradísima, de tragedias oscuras y penas antiguas. Una construcción narrativa que el lenguaje coloquial redondea en esta obra sobresaliente.

—Íñigo Urrutia, El Diario Vasco