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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Catorce relatos de puro surrealismo mágico cañí – «Malaventura», de Fernando Navarro – La Vanguardia / EFE

Niños viejos, amores salvajes y pecadores que no buscan redención se pasean a ritmo de martinetes y soleás por Malaventura, la primera novela del guionista Fernando Navarro en la que se vislumbra un nuevo género que abraza el terror, la fantasía y el costumbrismo, el surrealismo mágico cañí.

Aunque Malaventura (Impedimenta) es su debut literario, el oficio de escribir a Navarro le viene de lejos, porque este «granaíno» (1980) lleva ya muchos años en el corazón del cine y la televisión, donde ha sido nominado a dos premios Goya al mejor guión por Verónica, de Paco Plaza y Orígenes Secretos, de David Galán, y donde ha batido récords de visualizaciones en Netflix con la película Bajo Cero, de Lluís Quilez.

Quizá por eso afirma en una entrevista con EFE que en Malaventura hay algo de ellos, aunque también de David Lynch, de Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Morente, Lagartija Nick, del llamado «giallo» italiano o de la Tía Añica La Piriñaca, esa cantaora a quien le sabía la boca a sangre cuando entonaba.

Pero referencias aparte, que las hay, en esta obra lo que hay son catorce historias, capítulos o estampas que se desarrollan en la Andalucía oriental, la que ha mamado desde niño y la que sigue amando de mayor. Catorce relatos en los que la palabra «salvaje», con todo lo bueno y lo malo que conlleva, está presente.

Por eso el autor prefiere no hablar de un libro con catorce cuentos, sino de un «todo» que tienen como nexo común un «espacio y un estado de ánimo».

«Todas las emociones de los relatos son salvajes y en el libro se viven quizá de la manera tópica del personaje sureño, el que vive de una forma apasionada sabiendo que lo que hace tiene consecuencias, son personajes desalmados», explica Navarro sobre estos personajes que caminan por un espacio temporal inconcreto que se sitúa entre «la muerte de los bandoleros hasta la llegada de los quinquis».

Así que a lo largo de estas páginas el lector se enfrentará a un surrealismo mágico cañí en el que hay cuervos que rompen la cuerda a un hombre que pretende ahorcarse, en el que hay pueblos donde casi todos su zagalicos murieron en un incendio, donde hay besos con el color del vino, actores frustrados del western más andaluz o forajidos con marcas de navajás en la cara que matan por dinero y amor.

Unos personajes que han sido creados «al compás» que marcan las canciones de Lagartija Nick o Morente, las obras de H.P. Lovecraft y los disparos que resuenan en Condenados a vivir o El bueno, el feo y el malo. Zagales, mujeres y hombres que hablan como habla Navarro, con su mismo acento granaíno.

«Lo he escrito como hablo, como hablan mis amigos y con las palabras que uso. No ha sido un ejercicio literario», dice.

A través de pasajes en los que evoca a los gitanos de verde luna de Lorca, Malaventura es una muestra de cómo se puede hacer literatura con pecadores que no buscan redención: «Ya que escribíamos sobre amor, vamos a hacerlo a lo loco. Sentí que era una manera de comunicar, de construir personajes que están condenados a no entenderse, al fin y al cabo un beso es como una cuchillada», expresa el guionista de la película Toro.

Con la intención de que la etiqueta de escritor siga en su currículum, Navarro confiesa que ya tienen una segunda novela «en mente», pero no habla de tiempos porque no es un creador que crea en los «golpes de intuición», sino en el «trabajo con horario de oficina».

—Pilar Martín Valverde, La Vanguardia / EFE