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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Tituba, la insumisa – «Yo, Tituba, la bruja negra de Salem», de Maryse Condé – La Nueva España

Maryse Condé dedica su cuarta novela a una esclava negra juzgada por brujería en Salem

Si eres una esclava, tus posibilidades de mejora se reducen a un posible cam- bio de dueño. Así, expresado de forma llana y escueta, podríamos describir los motivos de Yo, Tituba, la bruja negra de Salem, la nueva novela de Maryse Condé, publicada por Impedimenta y traducida otra vez brillantemente por Martha Asunción Alonso.

Sí, Tituba fue una esclava negra juzgada por brujería en los conocidos procesos de Salem cuya vida e intimidad reconstruye Condé desde la ficción, demostrando una vez más cómo la literatura llega a lugares inaccesibles para la historia. En este caso no se trata de poner en juego la realidad sino una verosimilitud que se abre paso a través de las dimensiones éticas y reivindicativas de situaciones injustas y extremas. Y pocas circunstancias más extremas que la vida de una esclava cuyo nacimiento ya se da marcado por la desgracia. Yo, Tituba, la bruja negra de Salem se plantea como unas memorias escritas en primera persona y bifurcadas en la condición de protagonista y narradora.

Tituba recibirá el don sobrenatural de hablar con los fallecidos y el de la sanación por métodos furtivos; sus creencias: animistas, espontáneas y poco sis- temáticas contrastarán con el poder sis- tematizado y reglado de la fe cristiana. Estamos en el siglo XVII y en Tituba se libra la desgraciada batalla entre un cuerpo esclavizado y un espíritu libre.

Para los lectores de la autora de Corazón que ríe, corazón que llora, este libro supone una nueva modulación de las consecuencias (la mayoría negativas) que ha supuesto a lo largo del tiempo ser mujer y ser negra. Condé ha encontrado en la vocación, diría que innata, de la contadora de historias, el camino para desgranar el rosario de abusos que significa nacer bajo según qué condiciones.

No hay aquí, en absoluto, una cultura de la queja ni un afán de falsa re- escritura; estamos, por el contrario, en una puesta al día de puntos de vista; apelando a la posibilidad que ofrece una novela de entonar aquellas voces que no han sido oídas pero sin descuidar el magnetismo intrínseco de la buena narración. Condé vuelve a recurrir a un estilo coloquial y a un tono de oralidad para dar color a una voz que, desde su ámbito particular, se vuelve universal.

Es importante aquí subrayar la capacidad globalizadora de la escritura. Su poder para reflejar el pasado en el presente y en el futuro. Muchos de los asuntos que se dirimen en Yo, Tituba, la bruja negra de Salem están hoy en día en plena revisión y debate: por ejemplo el uso histórico de la brujería para estigmatizar a la mujer que se saliera de la rígida norma del entramado religioso / patriarcal o la forzada sumisión de las personas negras dispuestas a comportarse como espera la mayoría blanca que se comporte si quieren sobrevivir.

En ese sentido, el testimonio de Tituba, aunque sea forjado desde la ficción, es un testimonio tan de insumisión como el ejemplo real de Muhammad Ali cuando se negó a ir a la Guerra del Vietnam. Sin embargo no estamos, ni de lejos, ante la construcción de un personaje unívoco, la protagonista escogida por Condé es un personaje lleno de matices, que arrastra y soporta sus contradicciones a lo largo del libro. Una candidata, Tituba, a simbolizar ciertas actitudes. Por ejemplo: la resistencia a ser un chivo expiatorio de la sociedad.

Se trata, al fin y al cabo, de vivir para responder de forma satisfactoria a preguntas como la que se plantea en un momento de la novela: «¿Dónde nos apoyaremos cuando nos peinemos canas en este país sin verano?».

—Fernando Menéndez, La Nueva España