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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Entrevista | Dubravka Ugrešić: «La guerra de Ucrania es una vergüenza y una derrota de la humanidad» – «El Museo de la Rendición Incondicional» – La Razón

Hablamos con una de las intelectuales más lúcidas con la actualidad de su obra El Museo de la Rendición Incondicional

Con «La edad de la piel» confirmó lo que ya prometían sus obras anteriores, «Zorro», uno de sus mejores libros, y «Baba Yagá puso un huevo». Dubravka Ugresic, que sabe radiografiar con acierto las pulsiones de nuestra sociedad, con sus fallas, tachas y olvidos, es una lúcida intelectual que sabe medir el alcance de problemas tan esenciales como el exilio, la importancia de la palabra y los cambios que ha traído la tecnología. La escritora, que abandonó Yugoslavia, que critica el nacionalismo, reivindica al narrador inconformista y que, en estos tiempos de evasiones, acude a la ficción para analizar la condición humana, ve ahora llegar de nuevo a las librerías españolas El Museo de la Rendición Incondicional, una hoy más que nunca necesaria reflexión sobre la memoria en tiempos de guerra.

La guerra en Ucrania es solo otra gran derrota de la humanidad, es una vergüenza, la vergüenza de todos, y todos deberían sentirse avergonzados, los políticos europeos, estadounidenses, rusos y ucranianos, los diplomáticos, las instituciones de la ONU y similares; en general, las personas que tienen un poder político para detener la guerra. Todos ellos fallaron y todos ellos deberían ser culpados. Pero existe otro problema: el mundo está instigado a pensar sobre qué está ocurriendo en Ucrania y, además, muchas personas quieren que otras sepan lo que ellos piensan. Como resultado, todos tienen la misma respuesta, los mismos pensamientos sobre este conflicto. ¿Cómo? Porque vivimos en lo que llamo «la cultura del consenso».

Y, de nuevo, los refugiados.

Están en nuestro horizonte desde hace tiempo. Cada año su número aumenta. En este momento la cifra es de unos noventa millones de personas que están «en movimiento». No los vemos, son invisibles. No nos gusta escuchar las historias de cómo los «perros policía» de Croacia, Polonia, Hungría y otros lugares los tratan de una manera tan brutal. Por eso de repente estamos tan preocupados por los refugiados ucranianos, porque ellos atraviesan problemas que son reales. Y son blancos, como nosotros. No son refugiados de Siria, Afganistán o de África, Dios no lo quiera. Aquí, Europa muestra un rostro profundamente racista. Todo ese «cargamento humano» tiene un tratamiento diferente y confirma que la clase, la raza y el género siguen importando. Y me temo que después de esta guerra importará aún más.

¿Putin y la guerra deberían ser de alguna manera reliquias del pasado?

No sabemos. Tal vez sea una representación de las contiendas futuras. En este mismo momento no sabemos nada.

La cultura rusa juega un papel muy importante en su libro. ¿Qué piensa cuando ve a este país en semejante conflicto?

Recientemente hubo una exposición en una de las capitales culturales europeas. Se anunció como vanguardia rusa. Visité la muestra porque todos mis escritores rusos favoritos pertenecen a esa época corta pero extremadamente poderosa. En dicha exposición solo se expusieron dos cuadros, uno de Malevich y otro de Kandinsky. Los otros objetos eran numerosos, de porcelana, enormes jarrones con el retrato de Stalin y escenas de la vida cotidiana de su tiempo desde 1932 hasta su muerte. Esa fue la época de la cultura del realismo socialista. El chico con los bigotes impresionantes que aparece en esos jarrones de cocina «mató» a Malevich, a Kandinsky y a la cultura de vanguardia. Por cierto, ¿se da cuenta de que la noción de «kitsch» se ha eliminado del vocabulario de hoy? Muchos jóvenes no entienden lo que significa esa palabra.

¿El título de su libro…?

El Museo de la Capitulación Incondicional existió en el antiguo Berlín Este, en Karlshorst. Pasé un año, 1994, en Berlín, cuando estaba cerrando sus puertas y cuando unos 30.000 soldados rusos salían de la ciudad. Algunas de las casas de ese barrio fueron abandonadas y los apartamentos de los soldados rusos recibieron nuevos inquilinos temporales: refugiados yugoslavos. Yo fui uno de los últimos visitantes de ese Museo. A los refugiados yugoslavos, en su mayoría hombres, les gustaba jugar a las cartas en la cafetería abandonada del edificio. Toda esa escenografía, el lugar histórico, la gente, construyeron una metáfora perfecta, un palimpsesto. Hoy tiene un nuevo nombre: Museo Germano-Ruso.

¿La memoria sigue siendo un objetivo de guerra?

El objetivo de cualquier guerra es siempre el dinero, el poder y el territorio. Los refugiados tratan igualmente de seguir olvidando mientras tratan de continuar recordando.

Pero las palabras cambian.

Sí, cambian de sentido. El exilio es una especie de nuevo territorio, nueva lengua, nueva vida. Se supone que es una especie de revisión de un conocimiento que adoptamos en casa. En el caso del escritor es un asunto personal. Algunos intentan adaptarse a sus nuevos entornos culturales y escogen otro idioma. Otros se quedan con sus historias íntimas.

Habla de álbumes de fotografías. ¿Qué es para usted Instagram?

Parece que la fotografía representa el pasado e Instagram representa el eterno presente.

—Javier Ors, La Razón