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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Dubravka Ugrešić: «Putin será recordado como el último «villano ruso»» – «El Museo de la Rendición Incondicional», de Dubravka Ugrešić – El Independiente

Dubravka Ugrešić intelectual de origen croata, nació en 1949 en Kutina, entonces Yugoslavia. Vivió la desintegración de la Yugoslavia de Tito que ella imaginaba unida y democratizada. De hecho se sumó a la Asociación para una Iniciativa Democrática de Yugoslavia, una formación política que careció de recorrido. El discurso predominante fue el de las élites políticas del partido comunista que lideraron la trasformación sociopolítica del país de las repúblicas que formaban Yugoslavia hacia un mosaico de ambiciones nacionalistas que desembocó en las guerras de los Balcanes de los años 90. Su oposición a la guerra y al nacionalismo croata y serbio le obligo a salir de su país en 1993, condenada por los medios de comunicación volcados en las narrativas belicistas y nacionalistas.

Exiliada de un país que ya no existe ha sido distinguida con numerosos galardones literarios por Europa y EEUU. Reedita en España El Museo de la Rendición Incondicional (Impedimenta), donde retrata a unos personajes atrapados en la cultura de una nación desaparecida. Una constante en la historia de una Europa que cuando redefine sus fronteras corre la sangre.

Pregunta: ¿Cómo está viviendo la vuelta de la guerra a Europa, tras las guerras en los Balcanes?

Respuesta: No hay palabras con las que puedas expresar lo que está pasando en este momento «histórico». No soy experta en guerras, ni me dedico a la política. Estoy experimentando la guerra como una ciudadana más que ha sufrido una situación similar hace treinta años.

Nací y crecí tras la Segunda Guerra Mundial en una sociedad antibelicista (¡No a la guerra!), pero también con una ideología marcada por el antifascismo y el antiestalinismo de Tito. Me educaron con unos valores antirracistas, ya que éramos de Yugoslavia, uno de los principales países del Movimiento de Países No Alineados. La idea principal de este movimiento era el concepto del bloque anti-poder y el Tercer Mundo como algo políticamente emancipador. 1961 fue un año políticamente simbólico porque fue cuando se estableció este Movimiento de Países No Alineados en Belgrado y al mismo tiempo se erigió el Muro de Berlín. Se puede decir que hubo muchos «anti» y muchos «no» en mi vida. Entiendo que hay diferentes objetivos y diferentes guerras, como las guerras de defensa, las imperialistas o las religiosas. Sin embargo, cada guerra es una vergüenza. Y a mayor violencia, mayor vergüenza.

P: El exilio de su libro El Museo de la Rendición Incondicional ¿sería hoy diferente?

R: Es una pregunta para la cual no tengo respuesta. No lo sé. Lo único que puedo decir es que algunos de mis libros han sido reeditados 20 o 25 años después de su publicación y han tenido mejor recepción ahora que en su momento. El próximo libro que publicará la maravillosa Impedimenta es Ficcionario americano, que se publicó por primera vez en 1993. La primera edición estadounidense, de 1995, no fue bien recibida, pero la segunda, de 2018, sí. Lo leyeron como si se hubiese escrito ayer y no hace más de un cuarto de siglo.

«Vi con mis propios ojos la quema de libros, cómo vaciaban las bibliotecas, el acoso mediático, la creación de «enemigos públicos», entre los cuales me encontraba yo».

P: ¿La memoria es un campo de batalla?

R: La memoria es un constante campo de batalla, de construcción, de deconstrucción y de reconstrucción. Hay estrategias del cerebro colectivo como la fabricación, la colocación y el síndrome de la falsa memoria. Parece que la memoria está en constante movimiento. La historia es otra cosa: una necesidad de establecer un relato que será la verdad colectiva. Y ahora hay una nueva noción del tiempo de la posverdad.

Durante la caída de Yugoslavia y la guerra de los Balcanes, he observado lo que sucedía con los líderes políticos, la gente común, mis amigos, mis compañeros. Se suponía que mis compañeros intelectuales —profesores universitarios, periodistas, historiadores— eran más objetivos y uno podía fiarse de ellos. Pero no. Mi libro de ensayos, La cultura de la mentira, está basado en mi propia experiencia. Curiosamente, este libro se publicó por primera vez en 1995 y después en Croacia. Por su edición holandesa me otorgaron el premio Versetsprijs (Premio al Artista en Resistencia), un premio internacional de alta categoría. En Croacia obtuvo una recepción totalmente diferente, negativa. Fue una experiencia desagradable pero importante y, sobre todo, reveladora. Experimenté un cambio total del panorama humano, político, social y nacional. Vi con mis propios ojos la quema de libros, cómo vaciaban las bibliotecas, el acoso mediático, la creación de «enemigos públicos», entre los cuales me encontraba yo. Más de 3000 monumentos erigidos para conmemorar la lucha antifascista durante la Segunda Guerra Mundial fueron destruidos. Los libros de historia cambiaron sus textos. El sistema educativo entero cambió. La estrategia del revisionismo sirvió para transformar el lado «correcto» y el lado «equivocado» de la historia. Los macedonios construyeron nuevos monumentos, nuevos edificios, nueva Historia. Skopje es una ciudad en la que hay más monumentos que ciudadanos. En Belgrado uno siente lo mismo.

P: La guerra ha vuelto a Europa con el nacionalismo como culpable. ¿Sigue siendo el nacionalismo el principal enemigo de Europa?

R: La tolerancia europea de las tendencias neofascistas contemporáneas en algunos países de la Unión Europea es la mayor arma autodestructiva de la Europa contemporánea. Hay un mantra que dice que los propios europeos debemos «defender a Europa y sus valores», que no significa nada porque no tenemos unos valores europeos definidos. Además, Hitler también defendía estos valores europeos, ¿no? ¿Es el racismo ese valor europeo que se debe defender? Si no, ¿por qué las autoridades europeas no dan la bienvenida a los rumanos-ucranianos como refugiados de guerra en Polonia o en otras fronteras?

El nacionalismo, el neofascismo, el racismo y otras «relaciones peligrosas» son el arma más barata en manos de los señores de la guerra, políticos y líderes. ¿Es la cultura (en general) ese valor europeo que se debe defender? ¿Defender de quién? ¿De los bárbaros? ¿Quiénes son los bárbaros? ¿Los que se creen dioses? ¿Son bárbaros las personas con un color de piel diferente? ¿Los pobres? ¿Los rusos? Quizá por eso el embajador de Ucrania en Alemania, Andriy Melnyk, irónicamente comentó la reciente visita de Angela Merkel a Florencia como «maravillosa», porque Florencia tiene mucha cultura y arte, al contrario que los pueblos ucranianos, donde solo podemos ver víctimas de la guerra, cadáveres de mujeres y niños. O qué decir de la National Gallery de Londres que decidió defender los valores europeos cambiando el nombre del cuadro de Edgar Degas, mal llamado Bailarines rusos, por el correcto, Bailarines ucranianos. ¿O qué hay de la decisión del Ministerio de Ciencia y Educación de Croacia de bloquear todos los intercambios y contactos con académicos e instituciones académicas rusas? ¿Es esta la valiente defensa de los valores europeos? Esto son tan solo tres ejemplos elegidos al azar entre miles de «extraños», como se los suele definir.

«Esta guerra tiene gran potencial para cambiar nuestro futuro. Si la humanidad pierde la oportunidad de detener esta guerra lo antes posible, aquellos que sobrevivan pueden encontrarse en un mundo difícilmente habitable».

P: ¿Cómo pasará la figura de Putin a la historia? ¿Como Slodoban Milošević?

La imagen de Putin se construye antes del comienzo de la guerra. Será recordado como el último «villano ruso», «comunista-vampiro», «dictador», «loco», «hijo de Hitler», «hijo de Stalin», «carnicero», «bárbaro» y «estafa rusa». El «destino histórico» de Slobodan Milošević es el mismo. Y la imagen amistosa de Putin, cuando Putin invitó a estrellas de Hollywood a asistir al evento benéfico en Moscú en 2010, se borrará para siempre. En esa ocasión Putin cantaba Blueberry Hill y Sharon Stone, Kevin Costner, Kurt Russel y muchas otras celebridades lo aplaudían con deleite.

P: Europa era para una parte importante de los intelectuales de la antigua Yugoslavia una ambición, ¿sigue siendo hoy así?

R: No los llamaría «intelectuales» ni usaría «yugoslavos». Europa, signifique lo que signifique, se convirtió en una «ambición» después de que Yugoslavia se desmoronara. Para Eslovenia Croacia significaba estar protegidos política y financieramente, y así distinguirse de la bárbara esfera «serbia», «balcánica» o «de Europa del Este» a la que Croacia (en opinión de la mayoría de los votantes croatas), como predominantemente católica y como Estado anticomunista, nunca perteneció. Creo que BosniaSerbiaMontenegro Macedonia sienten lo mismo, y les gustaría estar protegidos por la Unión Europea y la OTAN. Nada ha cambiado en treinta años excepto que esas «ambiciones» se volvieron más pragmáticas que ideológicas.

P: ¿Se puede apoyar a Putin y ser parte de Europa como Orbán?

R: Primero Europa tendría que definirse a sí misma. ¿Dónde están las fronteras europeas? ¿Por qué Ucrania es «nuestra», como dijo recientemente Ursula von der Leyen, y por qué Macedonia no lo es? Todos somos arrastrados a la guerra al ser forzados a tomar partido, en lugar de involucrarnos en iniciativas para detener la guerra. No tenemos instituciones lo suficientemente fuertes para detener la guerra. En cambio, lo que tenemos son armas cada vez más fuertes para destruirnos los unos a los otros. Sabemos que la vida en la Tierra está seriamente amenazada pero no hacemos gran cosa para detener nuestras actividades suicidas. No me interesan pronósticos, interpretaciones, opiniones y apoyos a tal o cual líder. Solo sé que esta guerra debe ser detenida. Inmediatamente. Esta guerra tiene gran potencial para cambiar nuestro futuro. Si la humanidad pierde la oportunidad de detener esta guerra lo antes posible, aquellos que sobrevivan pueden encontrarse en un mundo difícilmente habitable. Pueden darse cuenta de que la vida durante la guerra era mucho más soportable que la realidad recién alcanzada.

—Rafael Ordóñez, El Independiente