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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Reseña: «El Museo de la Rendición Incondicional», de Dubravka Ugrešić – La Casa de los Horrores

A pesar de su vocación de novela policéfala, un único gran concepto vehicula casi todas las ideas de El Museo de la Rendición Incondicional. La memoria. O el recuerdo, o el olvido, según se mire. Las fotografías, como objeto, como símbolo, recorren toda su estructura dramática. Esos momentos congelados en papel que ejercen de testimonio de eras pretéritas, todas ellas muy distintas, de estilos de vida que ya no volverán en un mundo que es objeto de radicales cambios estructurales; instantáneas que se destinan a disfrazar el dolor de nostalgia o que funcionan como chispa que prende la mecha de ese acto de justicia que es reordenar y redimensionar el pasado.

Reordenar y redimensionar viene siendo una constante en la literatura de la autora croata, nacida en una Europa desintegrada y educada en sus ruinas, en una sucesión de conflictos interminables que han ido insistiendo a lo largo de décadas, esa segunda mitad del siglo XX, en la fractura. De todo ello este libro, editado por primera vez en 1996, es reflejo. De esa búsqueda de una patria que nunca se supo si existió alguna vez, especialmente tras la Guerra de los Balcanes. Por eso El Museo de la Rendición Incondicional tiene algo de novela de viajes. O de exploración de la propia identidad, la de la misma Ugrešić, en un estado constante de peregrinación que la lleva de Zagrev a Berlín, de Estados Unidos a Lisboa.

A modo de autobiografía casi misteriosa (suponemos que todo lo que se cuenta aquí es real… hasta que parece que quizá no tanto) en un relato que salta en el tiempo de manera orgánica y que se detiene sin sacrificar la fluidez en digresiones de temáticas variadas, collage que mezcla narración con reflexión, ficción con autobiografía, diario con datos contextuales y pensamientos entorno al arte europeo y sus artistas la escritora nos habla de la huida, de la esperanza, de los lazos maternofiliales, el amor y la amistad. De la cultura universal y la propia, la que hace de nosotros lo que somos y que puede entrar en tensiones (con otras culturas, con su propio peso en la tradición) en el momento en que nos vemos obligados a expatriarnos. Y lo hace no sólo a través de su propia peripecia sino, especialmente, y como también suele acostumbrar, canalizando las experiencias de otras personas, decenas de nombres que se van arremolinando a su alrededor. Algunos se cruzan en su camino: amigos, compañeras de piso, amantes, todos y todas tienen historias que brotan dentro de la misma gran historia de la narradora. Otros personajes, simplemente, funcionan como reflejo de algunos aspectos de la vida de la autora: artistas, poetisas y escritores reciben aquí sus modestos homenajes en forma de pequeñas, pero significativas, incursiones en el texto, ofreciendo a la autora oportunidades de diversificar su relato, de hacerlo poliédrico y (aún más) rico.

Como siempre, quizá más que nunca, la prosa de Ugrešić se muestra erudita pero cercana, un complejo laberinto de referencias cuya salida siempre es fácil de encontrar. Analítica pero emocional, solemne pero irónica y juguetona, jugando con motivos, situaciones, descripciones e imágenes que aparecen en un capítulo y se infiltran en otro posterior a modo de rima. También resulta profunda pero liviana, empapado cada pasaje de la novela de esa fina ironía suya, cómoda ella en un constante cambio de registros que no violenta la unidad estilística global. Por supuesto, eternamente elegante e infinitamente punzante a la hora de describir el sentir social, emotivo, político e histórico de la Europa del este de las últimas décadas. Ese lugar habitado por seres que, como la misma autora, han peregrinado buscando una patria que no recuerdan si alguna vez tuvieron.

—Xavi Roldán, La Casa de los Horrores