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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Mircea Cărtărescu: «La censura todavía existe» – «El ala derecha», de Mircea Cartarescu – El Periódico de España

El escritor rumano, reciente premio FIL en Lenguas Romances, habla en exclusiva con ‘abril’ durante su última y breve visita a España
El escritor Mircea Cărtărescu, fotografiado en Santander durante su última visita a España

El escritor Mircea Cărtărescu, fotografiado en Santander durante su última visita a España /JUAN MANUEL SERRANO ARCE

Mircea Cărtărescu (Bucarest, Rumanía, 1956) es la antítesis del escritor moderno, afamado, ególatra y engolado, que ansía la fama, el reconocimiento, los premios. Es, por tanto, la encarnación de la literatura en su sentido más puro, menos pervertido. Y, sin embargo, los galardones le han llegado de una manera natural, la que se deriva siempre del talento. El último de ellos, a la espera del Nobel, para el que suena en los últimos años, el FIL en Lenguas Romances, concedido por la Feria del Libro de Guadalajara, en México, a comienzos de esta misma semana.

Unos días antes de ese anuncio, a su breve paso por Santander para ser investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), conversó con abril con el sonido del mar de fondo, que es como mejor se escribe. Su mirada en persona, tímida y penetrante, es la misma que transmite en toda su obra, publicada en español por la editorial Impedimenta.

El niño que aprendió a amar los libros gracias a su madre cuida ahora de ella, muy enferma, sabiendo que cada momento compartido podría ser el último. Es la inmensa humanidad de quien cree en el valor de las palabras, en su importancia, ya sea a través de su poesía, la forma más elevada de su arte, o con su prosa, nada prosaica. He aquí su testimonio, generoso, comprometido con un mundo más justo, mejor, pues sólo de nosotros depende hacerlo habitable.

P. Odia la palabra escritor.

R. Hay muchas clases de escritores. A la mayoría de los actuales, además de escribir, con talento o sin él, les encanta tener fama, buenas críticas, la gloria, los premios, fingen ser estrellas del rock. En definitiva, adoran jugar a ese juego social que rodea al acto de escribir. Pero, a pesar de que es muy difícil evitar ese juego, yo creo que un escritor debería estar, de algún modo, aislado. Un escritor debería saber que hay algo más importante que la gloria y los premios: sentir que ha hecho todo lo posible para escribir buena literatura. Sólo hay dos tipos de literatura: buena y mala. No hago otra distinción.

P. ¿Qué recuerda de aquel joven que escribió su primer libro, Nostalgia, mientras daba clases de literatura en las afueras de Bucarest?

R. Siento mucha nostalgia de ese joven que amaba enseñar a los niños y encontró el poder interior para seguir escribiendo en tiempos muy duros. Fue una época muy dura, había una dictadura, censura, nada era favorable para escribir buena literatura. Pero, aun así, aquella versión joven de mí encontró el poder para cumplir su sueño de ser un artista.

P. En alguna ocasión ha confesado que escribir Nostalgia fue «un gran consuelo en aquellos años de escasez y humillación, cuando Rumanía se convirtió en una gran prisión». ¿Escribir sigue siendo un consuelo para usted?

R. La escritura es mi vida. No puedo imaginarme teniendo otra profesión u otra vocación. Siempre he sido escritor, y espero seguir siéndolo hasta el último momento. Uno de los argumentos que evidencian la identificación entre mi vida y mi escritura es que tengo un diario que comencé a los 17 años y que sigo escribiendo. Es como mi segunda piel. Puedo imaginarme dejando de escribir literatura, pero no mi diario.

P. ¿Dónde, cuándo y por qué nació esa pasión por la escritura?

R. Siempre he sido un gran lector. En todos los recuerdos que conservo de mis primeros años de vida aparezco con un libro, incluso antes de que supiera leer. Siempre he tenido esa imagen de mi madre, conmigo sobre el regazo y un gran libro frente a nosotros. Si pienso en todas las etapas de mi vida, me veo con un libro en las manos. Leer era mi mayor alegría, mi mayor placer, y hoy en día sigue siendo mi mayor obsesión. En un momento dado, intenté encontrar libros que no existían, así que pensé que debía escribirlos yo. Todos mis libros son libros que nadie pensó escribir antes y que estaban destinados a ser escritos por mí.

P. ¿Y relee sus libros, los revisa?

R. Nunca. Es una paradoja, porque escribo libros que no encuentro en ninguna librería, pero no puedo leerlos, sólo escribirlos. El escritor es la última persona que puede leer sus obras. De hecho, cuando publico un libro, cojo un ejemplar, lo coloco en mi librería y me olvido de él.

«Todos mis libros son libros que nadie pensó escribir antes y que estaban destinados a ser escritos por mí»

P. ¿Para siempre?

R. Sí, me olvido de él y nunca me acuerdo de que lo escribí. El único de mis libros que realmente existe para mí es el último, el que estoy escribiendo; los demás son el pasado.

P. ¿Los escritores de culturas menos conocidas, más orilladas y olvidadas, tienen que hacer el mismo esfuerzo que los autores occidentales para lograr el éxito, el reconocimiento?

R. Si quieren tener éxito, deben luchar muy duro. Es obvio que un escritor o una escritora occidental, ya sea de España o Inglaterra o Francia o Estados Unidos, tiene la fantástica herramienta de un idioma internacional. La mayoría de veces no tienen que ser traducidos, tienen la oportunidad de ser leídos por millones y millones de personas. Es mucho más fácil para ellos que sus voces sean escuchadas. Pero viniendo de un lenguaje pequeño, de una cultura pequeña, dependes de los traductores y de la suerte a la hora de encontrar una editorial extranjera, así que cuentas con ese hándicap si necesitas éxito y ser conocido en todo el mundo. Pero si no te importa eso, si escribes para ti mismo, por una convicción artística, esas cosas no importan demasiado. Yo conozco a muchos escritores rumanos que nadie conoce y que a nadie le importan fuera, pero para nosotros son genios, son grandes escritores. Y estoy seguro de que en cada pequeña cultura puedes encontrar a grandes artistas, a grandes escritores, y me importa muy poco si son muy conocidos en todos lados, yo los conozco y eso es suficiente para mí.

P. De hecho, usted es uno de los escritores más populares de Rumanía, un país del que mucha gente sabe muy poco. ¿Siente que esa popularidad lleva aparejada una especie de responsabilidad?

R. Nunca pienso en eso. Para mí es suficiente pensar en qué voy a escribir mañana. La popularidad puede significar ser muy conocido por tu familia, por tus compatriotas o por todo el mundo. Creo que un buen escritor merece ser leído por un buen lector. Nada más importa. Franz Kafka no fue popular durante su vida, se convirtió en alguien muy popular después de su muerte, pero en vida fue muy feliz siendo leído sólo por su familia, eso era suficiente para él. Los escritores no deberían preocuparse por la gloria o por tener público, porque si su obra es realmente buena, tendrán lectores, más pronto o más tarde.

«Los escritores no deberían preocuparse por la gloria o por tener público. Si su obra es realmente buena, tendrán lectores»

P. Escribe poesía, novela, cuento… ¿cuál es la forma superior del arte?

R. Déjeme ser muy subjetivo y decir que la forma superior del arte es la poesía. Es una convicción muy profunda que tengo, porque la poesía no es sólo la cima más alta para un artista, sino para cualquier conocimiento. La poesía es la gracia universal y se puede encontrar en las matemáticas, en las ciencias, en la filosofía, en la teología, en todas partes. Si encuentras excelencia y gracia en un campo, eso es poesía.

P. Su mundo narrativo es casi metafísico, onírico. ¿Es su refugio?

R. Bueno, mis libros son un poco complejos. Lo primero que los críticos ven en ellos son esas capas metafísicas y oníricas, pero también hay cierto humor, ironía. No sólo escribo libros complejos sobre el destino de la humanidad, también escribo libros para niños, libros de viajes, académicos, muchos otros tipos de libros. Pero siempre que escribo me planteo cuestiones filosóficas como qué es la realidad, por qué tenemos conciencia, la relación entre la materia y la conciencia.

P. ¿Y ha logrado respuestas?

R. No hay respuestas para esas preguntas. Son preguntas desesperadas. Nadie tiene una respuesta real, nadie sabe por qué una onda de luz se transforma en la sensación de amarillo o de rojo en nuestro cerebro. Nadie sabe cómo nuestro cerebro construye la realidad, porque la realidad es una construcción de nuestro cerebro. Pero siempre hay que hacerse preguntas sobre eso, porque plantear una pregunta es, en realidad, obtener una respuesta.

«Siempre hay que hacerse preguntas, porque plantear una pregunta es, en realidad, obtener una respuesta»

P. Pese a su escepticismo político, decidió permanecer en Rumanía como un compromiso con su país natal. ¿Qué piensa de la relación entre la cultura y los políticos?

R. Bueno, es una muy buena pregunta, y no sólo referida a la situación en mi país, sino en general. Los políticos que ahora vemos en todo el mundo son más o menos indiferentes cuando hablamos de cultura. La mayoría son gente sin cultura, que no ha leído, gente no instruida. Como no saben lo que es la literatura, la música, la filosofía, no les interesan esos campos, así que no prestan atención al problema tan importante que supone la cultura. La cultura es identidad, significa identidad, es un modo de sobrevivir, asegura la supervivencia de la gente y de los valores. Pero si no hay voluntad política de promover la cultura, de financiarla, esa comunidad no tendrá una razón para vivir y seguir adelante, no tendrá valores, no tendrá un modo de vida dinámico real.

P. En ese sentido, ¿cree que los escritores deben implicarse políticamente, ser activos?

R. No quiero hablar de los escritores, sino de los seres humanos. Los seres humanos tienen que tener una dimensión cívica. Los miembros de una comunidad nacional deben tener una opinión sobre la fe de su comunidad, sobre la política, sobre lo que es bueno y lo que no lo es en su comunidad. Todas y cada una de las personas deben influir, en un buen sentido, en la gente con la que viven en un país o en una ciudad o en su familia. Los escritores no son una excepción, ellos usan las palabras y las ideas, así que están en una buena posición para expresar sus opiniones. En mi opinión, tienes que tener opiniones, tienes que tener una visión crítica de lo que sucede a tu alrededor. Llevo quince años o más, tal vez veinte, escribiendo periodismo político, social, cultural, y no es algo fácil de hacer en mi país, porque tienes que criticar a gente poderosa que es corrupta, que desprecia a la gente, que está en contra de los derechos humanos. Al ser tan poderosos, al ser políticos y empresarios muy conocidos, a veces se vengan de los intelectuales que se atreven a criticarlos. Todos los intelectuales en mi país han sufrido mucho, han sido castigados y han sido calumniados por sus opiniones.

«La poesía es la gracia universal y se puede encontrar en las matemáticas, en las ciencias, en la filosofía, en la teología, en todas partes»

P. Ya no existe la censura que sufrió con su primera obra, pero nos enfrentamos a otros problemas…

R. En mi opinión, la censura todavía existe. No es la censura de un régimen totalitario, sino de regímenes liberales como el de Viktor Orbán en Hungría u otros regímenes similares. La censura política todavía existe y la gente que se atreve a enfrentarse a los poderosos y a ese modo liberal de pensamiento sufre las consecuencias. También hay censura religiosa, donde la Iglesia es muy poderosa ejerce esa censura contra los artistas, contra la gente que no comparte sus valores. En mi país, los gays son totalmente rechazados por la Iglesia ortodoxa, son censurados, despreciados y marginados. Hay censura económica. Muchos poetas, escritores, no pueden publicar sus obras por la falta de financiación de las editoriales, y eso es un tipo de censura, porque no tienen los medios para expresar sus ideas. Y, por supuesto, hay una censura ideológica que viene de los conservadores, de los progresistas, porque muchos son extremistas, tienen ideas extremistas, tanto en la derecha como en la izquierda, y hay una firme censura sobre el acto de escribir, que debería ser libre, absolutamente libre. A ningún escritor se le debe decir lo que debe escribir y lo que no debe escribir. Y, por supuesto, todos y cada uno de los escritores tienen su propia responsabilidad.

P. Proust describió a los hombres como «monstruos ocupando un lugar en el Tiempo infinitamente más importante que el restringido que les está reservado en el espacio». Ahora lo estamos viendo en Ucrania…

R. Sí…

P. La guerra, de nuevo, después de tantos años, en las puertas de Europa. ¿Hemos aprendido algo?

R. No, nunca aprendemos nada de la Historia. Estamos abocados a repetir la Historia una y otra vez, tal vez porque en el ser humano hay un lado oscuro que siempre debilita lo que el lado bueno hace. No sólo somos gente luminosa, influida por el modo luminoso de pensar. También somos la gente a la que Hobbes describe en su Leviatán, toda la gente descrita por Kant. Está en nuestra naturaleza humana el poder ser buenos o malos, el ser gente de paz o ser señores de la guerra. Y lo que ahora sucede en Ucrania, pero no sólo en Ucrania, muestra que ese lado oscuro de nuestra naturaleza todavía existe y comete atrocidades. Porque en eso consiste la guerra, es crimen, es violación, es todo lo que nos hace estremecernos de horror. Rumanía tiene una frontera muy larga con Ucrania y estamos muy preocupados por lo que pasa en nuestros alrededores, y somos muy conscientes de que si Ucrania cae, nosotros seremos los siguientes. Los rumanos hemos demostrado una gran compasión por los ucranianos, hemos alabado su sacrificio al ser una especie de casco protector para Europa, para todo el mundo, en realidad. Hemos hecho todo lo que hemos podido para ayudar a los miles de inmigrantes ucranianos que han llegado a mi país, incluso mi familia ha acogido a dos familias de ucranianos y tenemos una relación muy cálida y cercana con ellos.

«Nunca aprendemos de la Historia. Estamos abocados a repetirla una y otra vez, porque en el ser humano hay un lado oscuro»

P. Y en las terribles circunstancias que estamos viviendo, ¿qué papel les corresponde a los artistas?

R. Los artistas son muy importantes, porque encarnan la libertad. El único sentido de crear arte es estar involucrado en lo que llamamos libertad, libertad de pensamiento, la libertad del alma, la libertad del corazón. Un artista es esencial para, estando en mitad de las crisis humanas, tratar de dar a la gente esa pizca de belleza que, en opinión de Dostoievski, salvará al mundo. Algunos artistas rusos, como Liudmila Ulítskaya, expresan con mucho coraje su horror hacia las políticas de Putin, su oposición a la guerra en Ucrania, y eso es muy importante, porque son muy conocidos, son voces respetadas en todo el mundo.

P. ¿Qué caracteriza al intelectual, qué le hace distinto?

R. Un intelectual no entiende necesariamente más que otra persona. Un intelectual es un ser humano. Puede estar equivocado o en lo cierto, incluso hay intelectuales que apoyan a dictadores. Los intelectuales, los artistas, deben dar esperanza a la gente, ser confiables y promover los buenos valores, los valores sólidos de la humanidad, que ayudan a la humanidad a sobrevivir a lo largo de la Historia. Estar en el lado del bien, estar en contra del asesinato, de la atrocidad, del crimen, es el deber de todos los seres humanos, y de manera más obvia de los intelectuales.

P. La última pregunta está sacada, de algún modo, de su novela Solenoide: ¿qué haría si tuviera que elegir entre salvar a un bebé, que podría convertirse en el próximo Hitler, o la obra de toda su vida?

R. No tengo ninguna duda de que salvaría al bebé, porque el bebé no está abocado a convertirse en un monstruo. Si crías a un bebé en la bondad y la humanidad, nunca se convertirá en un monstruo. Un bebé es el futuro. Matar a un bebé es matar una parte de nuestro futuro. Mi obra no importa en absoluto.

—Inés Martín Rodrigo, El Periódico de España, 8 de septiembre de 2022