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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Philip Larkin y su sátira académica – «Enredo en Willow Gables», de Philip Larkin – Qué Leer

En pasado mes de agosto se celebró el centenario del nacimiento de este poeta del que la editorial Impedimenta está publicando su obra narrativa, si bien destacó por su poesía.

Se llamó Jóvenes Airados a aquellos autores ingleses que, mediante obras que manifestaban una meridiana amargura por parte de las clases bajas inglesas, criticaron el sistema sociopolítico que imperaba en su tiempo, en que sólo encontraban, fundamentalmente, hipocresía y egoísmo. Precisamente, esa denominación airada vino a partir de un personaje, un agente de publicidad, del dramaturgo John Osborne, en Look Back in Anger, y la etiqueta tuvo éxito, fue útil para que los historiadores de la literatura pusieran en el mismo saco a Harold Pinter y a otros autores como Kingsley Amis, Philip Larkin y Allan Sillitoe, de tal forma que cualquier novedad que surja de estos autores suele llevar adosada la socorrida etiqueta.

El ambiente airado que describió Sillitoe se ve en su primera novela, Sábado por la noche y domingo por la mañana (1958), y en los relatos agrupados en La soledad del corredor de fondo. Natural de Nottingham, Sillitoe, además de crear guiones y obras de teatro, sintió la necesidad de escribir su autobiografía bastante pronto, cuando aún le quedaban tres lustros de vida y le esperaba la escritura de cuatro libros más: La vida sin armadura, que publicó Impedimenta, que se centraba en lo que significó su debut literario, que lo aupó al éxito, y en la historia de aquel delincuente al que, habiendo ingresado en un reformatorio de Essex, destinaban a las carreras de fondo al ver que tenía grandes aptitudes físicas. Un personaje rebelde, como es habitual en un Sillitoe emparentado con una generación que dice aquí no reconocen «No me sentía parte del movimiento de los angry young men, si es que existía, y no sé de ningún escritor que lo sintiera, pues la etiqueta era propia de periodistas y otros que querían clasificar a quienes escribían de una manera que ellos no entendían ni se preocupaban por entender».

En este ambiente, en el plano poético, destacó uno de esos autores que podríamos colocar entre los reducidísimos casos de aquellos que han vendido tiradas de libros por miles en su momento: Philip Larkin (Coventry, 9 de agosto de 1922-Hull, 2 de diciembre de 1985). Precisamente, aludía a libras y royalties el traductor Damián Alou en el prólogo preparado para una reunión bilingüe de lo mejor de Larkin, de sus libros Engaños, Las bodas de Pentecostés —el que le hizo famoso en 1964— y Ventanas altas, más Otros poemas de localización dispersa.

Un poeta influyente

Dos elementos se relacionan inevitablemente con este autor que destacó también como articulista sobre jazz desde las páginas del Daily Telegraph: en primer lugar, el impacto que le provocó el hallazgo de los versos de Thomas Hardy, pues no en vano este es considerado como el precursor de la poesía inglesa moderna; y en segundo lugar, la consecuencia de cómo interiorizó el legado del autor de Hade el oscuro e influyó con ello en las generaciones siguientes. Así, el estilo claro, referencial a la vida diaria y al paisaje británico, de Hardy, su humanismo doméstico, se contraponían al simbolismo de autores tan relevantes como Eliot o Pound.

Larkin lideró esa nueva generación, conocida como « The Movement», y con ello este poeta criado en Coventry y estudiante en Oxford, retraído y empleado en una biblioteca de Belfast y luego de Hull, se convirtió en «el más relevante y respetado, el que dejó un sello duradero en la poesía inglesa hasta hoy», según el traductor Ángel Rupérez.

En la edición a la que aludimos se evitó el debut de Larkin, El barco del norte (1945), aún muy relacionado con sus lecturas de Yeats, como el propio autor reconoció, desdeñoso hacia aquellas piezas juveniles, y se empezaba con la obra post-Hardy, por así decirlo. Pequeños asuntos del día a día, u observaciones del clima o el entorno, conducían a Larkin a meditar sobre la vida y el tiempo, ya fuera evocando un álbum de fotos de una joven o el viento en el día de bodas de una mujer. Destacarían las composiciones « Llegada»— una bonita y breve escena feliz a partir de lo que inspira la inminencia de la primavera—, «En la iglesia» —divagación sobre ese edificio que acoge «el matrimonio, el nacimiento y la muerte, y los pensamientos que provocan»— y, por supuesto, «Las bodas de Pentecostés»: recuerdo de un día especial en el que «vi todo de nuevo de una manera distinta». Esa, claro está, es la función del poeta: verlo todo diferente, y transmitirlo con belleza y hondura. Pero también del narrador.

Dos novelas firmó Larkin, publicadas hace poco por Impedimenta. Una estuvo ambientada en plena Segunda Guerra Mundial, Una chica en invierno, que estaba protagonizada por una refugiada que trabaja como bibliotecaria en una gris ciudad inglesa, y que tenía esperanzas de reencontrarse con su primer amor. Todo ocurría en una desconocida ciudad inglesa en que se dejaba traslucir las penurias del país durante la contienda. Y también en ese periodo funesto se circunscribía su otra narración, Jill, en que John Kemp, un joven estudiante de clase humilde, se trasladaba a Oxford para cursar sus estudios y donde bautizaba con el nombre de Jill a una muchacha anónima, creando una especie de identidad alternativa convirtiéndola en destinataria de sus cartas. De tal modo que lo metaliterario se fundirá con la realidad cuando John conozca a una estudiante llamada Gillian de la que se enamorará de forma harto extraña.

Se trataba esta de una obra que dialogaba directamente con otra novela de campus universitario, La suerte de]im (1953), de su amigo Kingsley Amis, en cuya redacción, al parecer, Larkin tuvo mucho que ver. Y lo que hemos tenido recientemente es la reunión de dos novelas cortas, Enredo en Willow Cables. Las novelas de Brunette Coleman, que Larkin publicó bajo un seudónimo y que irían en la línea igualmente de satirizar el sistema educativo, ejemplificado aquí por medio de un internado femenino llamado Willow Cables, logrando así sendos divertimentos notablemente entretenidos.

—Toni Montesinos, Qué Leer, 18 de septiembre de 2022