Algunos novelones del siglo XIX tenían nombre de mujer. Las protagonistas eran por lo general criaturas fascinantes, estaban llenas de contradicciones y se sentían presas de una sociedad que les imponía limites y les relegaba al papel de esposas y madre. La particular memoria de Rosa Masur también nos anuncia desde el título la importancia de un nombre femenino, el de la judía Rosa, una anciana rusa, casi centenaria, que debe emigrar a Alemania en compañía de su hijo y su nuera para librarse de la miseria de su país.

Vertlib construye un personaje memorable, que atrapa por su sentido del humor mordaz y que es capaz de aprender a sobrevivir en un mundo hostil.

Rosa nació en una aldea y llegó a estudiar en la universidad y a ganarse la vida como traductora en las primeras décadas del siglo XX. Se acostumbró desde muy temprano a las despedidas repentinas, a los fracasos y a los cambios de rumbo. Puede parecer poca cosa, pero su mayor hazaña es esa, la mera supervivencia, la capacidad de enfrentarse desde su insobornable individualidad a cualquier situación, viraje político o derrota personal. Y es que sacar la cabeza y continuar a flote, convertirse en un libro de historia andante que abarca casi un convulso siglo de acontecimientos, es , sin duda, una odisea que merece ser narrada. Rosa, por puro amor a su hijo, para conseguir el dinero a Francia que tanto desea hacer, cuenta, como una vieja Scherezade, como una heroína improbable, todo lo que recuerda del maravilloso país, brutal a veces, refinado otras, en el que ha transcurrido su vida. Y lo hace sin rencor ni sentimentalismos, enredándonos como una hábil tejedora en el ovillo mágico de sus palabras.

—Patricia Esteban Erlés, El Heraldo de Aragón, 19 de septiembre de 2022