Japón tiene un gran atractivo para los autores de cómic occidentales. La mezcla de un mercado editorial de primera y de una gran tradición de pintura y dibujo hace que muchos busquen pasar algún tiempo en el país nipón para hacer contactos, inspirarse y sacar material para alguna obra. Ejemplos recientes son ‘Kokor’, del italiano Igort, o este ‘La joven y el mar’, de la francesa Catherine Meurisse, fruto de una residencia de varios meses en una villa para artistas de Kioto.

La principal virtud de Meurisse quizá sea que no se toma las cosas (ni a sí misma) excesivamente en serio. No pretende haber descubierto los grandes misterios del alma y de la estética japonesas, sino que se presenta simplemente como una extranjera curiosa y algo perdida que alucina al entrar en contacto con los paisajes locales, pero que poco a poco va encontrando una conexión con ellos y con los personajes que se va cruzando: un ‘tanuki’ (mapache, personaje muy habitual en el folclore de Japón) resabiado, un pintor/poeta con ínfulas filosóficas o una dama elegante y un tanto misteriosa que tiene una gran conexión con el mar en una zona frecuentemente golpeada por ‘tsunamis’. Y eso se refleja en cómo los dibuja, con un trazo y un colorido que recuerdan —especialmente en las ilustraciones a toda página— a los grabados del movimiento ‘ukiyo-e’, pero insertando en ellos su propio estilo, más caricaturesco, especialmente en lo que se refiere a los personajes. Una mezcla que hace de este cómic una obra muy simpática.

—Manuel Muñiz, ABC Cultural, 26 de noviembre de 2022