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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«No hago distinciones entre la escritura de ficción y la del yo» – Diario de Sevilla – 19 de febrero de 2023

Quienes disfrutaron las andanzas de John Dunbar en el Lejano Oeste narradas en Basilisco (2020) esperaban el regreso del atípico pistolero que su creador, Jon Bilbao (Ribadesella, 1972), brinda ahora con Araña (Impedimenta), en la que también comparecen los protagonistas de su anterior novela, Los extraños (2021), una aproximación a la frontera entre el amor y la rutina cercana a la ciencia-ficción. De esta forma, lo que el escritor y traductor afincado en Bilbao ofrece ahora a sus lectores es cualquier cosa menos un western al uso: el autor pulveriza géneros, arquetipos y convenciones hasta bordar una reivindicación del arte de contar historias más allá de las categorías al uso. Si todos sus personajes afrontan la tesitura de traspasar una frontera sin billete de vuelta, Jon Bilbao, a la cabeza de la narrativa contemporánea en lengua española, demuestra que esta es la esencia misma de la imaginación.

–¿Cuándo supo que la historia de John Dunbar iría más allá de Basilisco?

–Todo se dio de manera natural tras la escritura de Basilisco. Digamos que ya entonces lo vi muy claro. Sucedió un poco lo mismo con Los extraños, entendí nada más escribir la novela que la posibilidad de un spin-off a partir de la historia de Jon y Katharina parecía casi una consecuencia lógica. Todos estos personajes tenían todavía mucho que decir y debía darles esa oportunidad.

–¿Y siente ahora que ha satisfecho esa demanda con Araña?

–Sí. Mi objetivo, que conste, nunca fue agotar los personajes, hacer que dieran de sí todo lo que pudieran, pero sí darles más recorrido, profundizar más en ellos y completar una exploración más a fondo. En parte, trabajar con personajes de libros anteriores entrañaba para mí un punto de partida más cómodo, pero tampoco podía ofrecer más de lo mismo ni insistir en lo que el lector ya sabía de ellos. Así que, para recuperarlos, decidí situarlos en medio de una peripecia vital distinta y hacerlos evolucionar a partir de ahí. En cierto sentido, tanto John Dunbar como Jon y Katharina son los personajes de los libros anteriores, pero en otro sentido tal vez no lo son.

Araña se mueve permanentemente en fronteras trazadas dentro y fuera de la narración, como la que atañe a las etiquetas. ¿Cómo definiría usted esta obra, novela o libro de relatos?

–Confieso que a veces la veo como un libro de relatos y a veces de otra forma. Pero la opción categórica de una u otra posibilidad es justo una de las comodidades que he querido evitar. Basilisco era en su concepción original un libro de relatos, si bien Los extraños, en comparación, se situaba más cerca de la novela. En el caso de Araña, yo hablaría de relatos cohesionados en un libro en el que he empleado un pegamento mucho más potente. El resultado es que aquí los relatos funcionan menos por sí solos.

–¿Ha sido esa mayor profundidad en el personaje la que le ha llevado a apartar al Basilisco de las coordenadas clásicas del western?

–De entrada, tengo que decir que le he cogido mucho cariño a este personaje. Y supongo que eso me ha permitido abordarlo con ciertos matices poco convencionales. En Basilisco, John Dunbar se mostraba esquivo, arisco, con muchas dudas respecto a sí mismo. En Araña vuelve a tener problemas, pero hace un descubrimiento sensacional: comprende que es posible para él querer y que le quieran. De ahí que el personaje de Lucrecia constituya una especie de iluminación para él. En cualquier caso, Dunbar se resiste a meterse y a que le metan en el molde del héroe clásico. Por eso, por mi parte, al escribir Araña decidí no ceñirme a lo que cabe esperar del héroe trágico ni del western. Si hay algo que define a Dunbar es que nunca está donde se le espera.

–Como en Basilisco, el Oeste es el escenario común para todos los personajes, pero tampoco es un paisaje propio del western al uso. ¿En qué medida ha sido premeditada esta solución?

–Es algo que también decidí al afrontar la escritura de Basilisco. Tenía claro que el Oeste del libro no debía ser de cartón piedra, así que decidí documentarme a fondo para darle la mayor veracidad. En ese proceso entendí que el Oeste real no se parece en nada al de las películas, el que todos tenemos en mente y que conocemos a base de exageraciones artificiales de elementos muy aislados. El problema era que si me ceñía a la documentación, prácticamente ningún lector llegaría a reconocer el Oeste del libro como tal. Así que opté por una solución al 50% entre lo que la documentación me señalaba y la fidelidad al imaginario común. Ahora, en Araña, mi inquietud era distinta. Quería, ante todo, construir un Oeste que fuese el mío, el Oeste de Jon Bilbao. Que no dependiera tanto de la documentación ni del imaginario popular, sino que fuese de mi invención. Y ese es el que encontrarán los lectores.

–El libro se articula en dos tramas bien definidas situadas en tiempos y en voces distintas. ¿Hasta qué punto funciona este invento como un espejo?

–En gran medida es eso, sí. Concebí Araña a partir de dos líneas narrativas distintas que se narran la una a la otra. Así se fue completando el libro.

–¿Y de quién se siente usted más cerca, de John Dunbar o del otro Jon?

–Hay bastante de mí en los dos. Pero me resulta más fácil construir a John Dunbar, seguramente porque la distancia entre nosotros es mayor. En el otro Jon he volcado más cosas de mí mismo, pero eso no tiene por qué percibirse. De hecho, este personaje no tiene nada de autobiográfico, aunque en algunos matices superficiales invite a pensar eso. Al Jon de Los extraños lo siento más cerca y precisamente por eso me cuesta más escribir sobre él.

–En Araña parece liquidar cualquier noción de literatura de género, pero ¿qué ha preservado, sin embargo, de la misma?

–Principalmente, algunas atmósferas y la posibilidad de poner a los personajes en situaciones poco cotidianas. Y poco más. Como dices, no es un libro de género. Me interesa la profundidad psicológica de los personajes, lo que es real en ellos, más allá de cualquier género al que pudiera adscribirse.

–¿Diría usted que la narrativa de ficción es la gran damnificada tras el éxito de la literatura del yo?

–En el caso de que eso sea cierto, creo que partiríamos de una falta de comprensión de lo que significan la escritura de ficción y la escritura del yo. Yo no las distingo, para mí son lo mismo. Cualquier obra literaria contiene elementos de autoficción, porque el autor siempre tiene que poner en juego sus miedos, sus dudas y sus emociones en lo que está escribiendo. La única diferencia es que algunos autores necesitan un marco alegórico mayor, ya sea el Oeste o una galaxia lejana, pero la implicación personal es la misma. Y este marco alegórico nunca va en detrimento de la verdad que pueda haber en ese libro. Por otra parte, la literatura que dice prescindir de este marco no puede nutrirse solo de verdad autobiográfica. Tú puedes escribir sobre cómo llevas a los niños al colegio o cómo reservas un hotel en Cádiz para ir a pasar las vacaciones, lo que puede ser verdad, pero una verdad superficial.

–El final de Araña invita a aguardar una próxima entrega de las aventuras de John Dunbar. ¿La habrá?

–Así es. Ya estoy de lleno en el proceso. Y lo estoy disfrutando muchísimo.

—Pablo Bujalance, Diario de Sevilla, 19 de febrero de 2023