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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Reina Lucía», de E.F. Benson en Granite & Rainbow

«Las expectativas se han cumplido, y con creces: he gozado, he disfrutado, he reído a mandíbula batiente (expresión británica donde las haya), he querido más, quiero más, siempre más.»

“Reina Lucía” es tan deliciosa como un té a las cinco en Londres, a orillas del Támesis.

El mejor reclamo publicitario: “una novela ferozmente British”

Lo confieso: en “Reina Lucía”, de E. F. Benson (Editorial Impedimenta), tenía todas las esperanzas del mundo. Creía que gozaría, disfrutaría, emocionaría. Creía que querría más después de acabarlo. Y todas estas expectativas no estaban ocasionadas por la buena publicidad generada a partir de la publicación del libro, ni porque la editorial me la hubiese metido por los ojos. Eran consecuencia del poder que tiene, siempre, la literatura británica. Como estudiante de filología inglesa tuve que leer obras postcoloniales, de literaturas minoritarias; obras americanas, francesas, hispánicas, italianas. Africanas, incluso. Con ninguna disfruté tanto como con la inglesa. Sin embargo, no es Benson uno de los autores que se estudien en la carrera, y dudo mucho que se consiga algún día. Sólo un profesor con buen ojo podría recomendar las obras que forman la serie “Mapp & Lucia”, para disfrute de los alumnos. No en vano, la primera vez que escuché hablar de Benson fue a través de esta editorial que tanto nos gusta.

Por una vez, la contraportada no miente

La portada en sí es ya un buen reclamo publicitario: simple, aristócrata, sublime. “Reina Lucía” se nos presenta como una obra irónica y deliciosa, “con un humor que no tiene precio”. Y es verdad. Por una vez, todo lo que dice la contraportada es verdad. Por una vez, la sinopsis no es mejor que la novela. Y una vez más, Impedimenta ha dado en el clavo. Son unos expertos en hacernos disfrutar de buena literatura. Si queréis un buen libro, aquí tenéis uno. La portada es, además, una escena de la novela, donde se mezclan idiomas, talentos, enfados, fiestas, robos, secretos y pasiones; también lo más necio de la sociedad está plasmado en la novela. No sólo los personajes, como apunta Nancy Mitford, son atemporales. Toda la obra en sí lo es. Sostén a cualquier personaje sobre la palma de tu mano: obsérvalo, sóplale un poco: todos tienen un tupé que se mueve sin querer, y son sus debilidades. Hazles unas pocas cosquillas; todos se ríen para adentro, como en sus fiestas, como marca el protocolo: los jolgorios forman parte de un pasado que no quieren revisitar. Toca sus ropas: son caras y te chistarán cuando lo hagas. Mira sus zapatos: puedes ver tu reflejo distorsionado en ellos; están impolutos, puede que sean nuevos, son hitum. Míralos a los ojos: apartarán la mirada; no están acostumbrados a que sus pensamientos vacilen frente a nadie, ni tan siquiera frente a ellos mismos. Son siempre la mejor opción de sí mismos, lo que resulta agotador. Agotador para ellos, porque para el lector es sabroso. “Reina Lucía” es un magnífico ágape. Es una interminable fiesta. Es un constante disfrute. Es el ruido de los tacones al bajar la escalera, el sonido de los pliegues de un vestido portentoso bailando al son de la música. Es el chocolate más delicioso en la mejor celebración de cumpleaños del mundo. Es como una piruleta de fresa para un niño. El lector es ese niño, al que le da pena quedarse con el palo en la mano, después de tan suculento manjar.

Un paraíso sin libertad

Riseholme, donde transcurre la historia, es un paraíso sin libertad. Y lo que une a sus habitantes, su posición social, carece también de ella. Es, como la mayor parte de las cosas en esta vida, una trampa. Reina Lucía, el centro de la vida en Riseholme, el eje sobre el que giran todos sus vecinos, lo descubre amargamente cuando Olga Bracely, cantante de ópera sin escrúpulos, compra Old Place, y se postula como reina indiscutible. Cuando descubre que sus propios engaños la están devorando por dentro. Y tanto drama está contado desde la ironía, que es la más alta forma de verdad de la literatura (y de la vida), con una maestría que muchos quisieran para sí. No se han inventado las palabras que hagan justicia al talento que el escritor muestra en esta novela –y sospechamos que en las siguientes también. Quizá sólo él podría escribirlas sin ser, necesariamente, un narcisista. No estaría, de todas formas, muy alejado de esa Reina Lucía en caso de hacerlo. [Eso sí: aquellos que no estén acostumbrados a las novelas británicas no deberían entrar a valorar esta novela, ni leerla si quiera. ¿El motivo? No la van a entender, ni van a captar las sutilezas maravillosas que Benson plantea y describe con sumo arte. Sólo aquel que esté dispuesto a disfrutar plenamente, sin prejuicios y con mucho humor, se enamorará de esta novela.]

Belleza para quienes aún esperan emocionarse con la literatura (y el talento de los demás)

Las expectativas se han cumplido, y con creces: he gozado, he disfrutado, he reído a mandíbula batiente (expresión británica donde las haya), he querido más, quiero más, siempre más, de una reina Lucía que lucha por no ser destronada, que lucha por mantenerse en la cúspide de una inteligencia que la bordea, que ni la roza, que se ríe de ella; de un Georgie que siente, con el que siento a su vez, como si fuera la primera vez que amo de verdad. Y me he emocionado, sobre todo, con el magnífico talento, tan poco reconocido en España, de un autor como Benson. Un autor que todo el mundo debería leer con respeto y admiración. Sus descripciones poseen una belleza que pocas veces he contemplado en la literatura. Una belleza y un talento que me han dejado boquiabierta. Esperaba mucho de la obra por ser inglesa, porque la denominaban “ferozmente British”, porque suponía que ocurría en la época que más me gusta de la historia; sin embargo, no esperaba que su autor me encandilase de esta manera. No sobra ni una frase del libro. Al contrario, le faltan páginas. Doy gracias a dios (y ahora mismo dios es Benson) de que ésta sólo sea la primera de muchas otras novelas de la misma serie por venir. “Reina Lucía” te deja con un tan buen sabor de boca que es imposible no pretender más. Al igual que la protagonista, Lucía, el lector quiere siempre más.

Un libro perfecto, redondo, brutal.

10/10

Por Ainice Salaberri